domingo, 26 de febrero de 2012

Un ataúd en la Fiscalía: con los huesos de Jessica Leticia Peña, una adolescente desaparecida





























A un costado de la Fiscalía hay unas cruces rosas de hace unos años. Y ahora, un ataúd con un cadáver que con los días no huele porque sólo hay huesos: los de Jessica Leticia Peña García.

Las cruces son en recuerdo de unas de las tantas desaparecidas y muertas de Juárez desde hace diecinueve años. El ataúd es reciente, del viernes en la noche. Está vivo: con su mamá, sus familiares, muchos niños y las mamás de las jovencitas desaparecidas en Ciudad Juárez que convierten su miedo en protesta.

Mari García reconoció a su hija desaparecida de 15 años por la dentadura: "era perfecta". Y por su blusa con "botones de perlitas".

Con ella, están otras mamás de desaparecidas: rezando, acompañándola, dándole fuerzas en la intemperie de la explanada de la Fiscalía General del Estado. Y esperando que no les toque lo que a ella: un esqueleto después de una espera de un año y seis meses.
Están, entre otras, la mamá de Mónica Janeth Alanis Esparza que desapareció hace casi de tres años, la mamá de Nancy Navarro, de la que no sabe nada desde hace siete meses y tres semanas, y si la mamá de Rubí estuviera viva, ahí estaría Marisela Escobedo que fue asesinada el 16 de diciembre del 2010 en las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua mientras realizaba una protesta para pedir justicia por el asesinato impune de su hija.

Cuando la Fiscalía le entregó hace dos días a Mari García los huesos de su hija -vía una funeraria en un ataúd blanco- ella decidió velarlos públicamente e indefinidamente. Transformar su dolor en protesta para que al mostrarlo conmoviera a las autoridades y acabaran con la agonía de las madres que esperan a sus hijas desaparecidas.

Quedarse día y noche hasta que el gobernador de Chihuahua César Duarte (PRI), el Fiscal Carlos Salas y la Procuradora General de la República, Marisela Morales se presentaran a ofrecerle disculpas y se comprometieran a identificar urgentemente los restos de esqueletos de mujeres que ocultan las autoridades, finalizar con las desapariciones de mujeres y la impunidad de casi dos décadas.

El jueves en la noche la Fiscalía envío un comunicado de prensa con las fotos de unas calaveras con una forense en un laboratorio. También, había otras de restos de ropa encontrados en el cementerio clandestino en el Valle de Juárez, en la sierra de San Agustín en Práxedis G. Guerrero (una zona militarizada de donde por cierto fue jefa de policía Marisol Vallés, que tuvo que huir a Estados Unidos). El texto aseguraba que habían identificado a tres desaparecidas entre abril del 2009 y agosto del 2010 que resultaron ser Jessica Leticia Peña y Andrea Venzor, de 15 años, y Lizbeth Avilés, de 17 años.

En los últimos meses, las madres unidas en el Comité de Madres y Familiares con Hijas de Desaparecidas en Ciudad Juárez, estuvieron presionando intensamente a las autoridades para que encontraran a sus hijas. A algunas de ellas, las encontraron muertas en el Servicio Médico Forense (Semefo) mientras sus mamás las buscaban por años en cada rincón de la ciudad. Mientras en el Valle de Juárez, a una hora en vehículo de la ciudad, aparecían cementerios clandestinos que no eran confirmados por las autoridades.

Fuentes cercanas al hallazgo actual, aseguran que se han encontrado unos catorce cuerpos de mujeres desaparecidas, que no se quieren entregar a la vez a sus familiares para no revivir informativamente los feminicidos en una ciudad conocida por la desaparición y muerte de mujeres desde hace casi veinte años, y donde desde que comenzó la llamada guerra contra el narco hace cuatro años han sido asesinadas más de 10 mil 200 personas convirtiéndose en la más peligrosa del mundo.

En su casita de la colonia Lomas de Poleo, Dora Venzor decidió velar a su hija Andrea Guerrero, desaparecida a los 15 años. Lo hace en el único cuarto de la casa de bloque donde vive con una hija más que trabaja en una fábrica maquiladora y tres nietos de corta edad, sin agua ni drenaje.

"Aunque así haya sido doy gracias a Dios, yo ya quería encontrar a mi hija", me comenta Venzor, nacida hace 53 años en la ciudad de Chihuahua.

La mujer que antes protestaba y exigía a las autoridades, ahora prefiere vivir su dolor en la intimidad y con la visita frecuente de las autoridades de la Fiscalía con sus promesas. La misa funeral será mañana lunes en su hogar del que un día salió Andrea, embarazada de dos meses, y regresó un año y siete meses después en un ataúd blanco, como el del resto de las adolescentes encontradas en la misma fosa clandestina. Como Lizbeth Avilés, de 17 años, que se la enterrará en Durango.

El féretro de Jessica Leticia Peña ya tiene flores que su familia no puede comprar y que destacan en la explanada de la Fiscalía. Es una corona enorme con una cinta grandota que deja claro su origen: "Fiscalía atención a víctimas". La corona se ha caído varias veces. Cuando esto ocurre algunos familiares comentan que es porque quizá no le guste a la pequeña asesinada de 15 años que se revela porque las autoridades -que ahora están pagando sus gastos funerarios- no la encontraron antes y viva.

****ACTUALIZACION (lunes, 27 febrero): el ataúd duró casi cuatro días afuera de la Fiscalía, hasta que en la noche del lunes lo trasladaron a una iglesia cristiana para ser velado en la intimidad. Pero Mari, la mamá de Jessica Leticia, decidió quedarse en el campamento de protesta que instaló desde el viernes, acompañada de otras mamás de desaparecidas. A las 5 de la mañana del martes, realizará una vigilia antes del funeral y llevar a enterrar a su hija que soñaba ir a la universidad para dejar de ser pobre.

"Espero que en verdad se haga justicia y que no sean puras palabras", me comenta Mari tras entrevistarse con el gobernador en la Fiscalía.

Las palabras, las promesas, que le hizo el gobernador fueron las que Mari quería oír para poder enterrar a su hija: justicia, identificar los esqueletos de las fosas clandestinas encontradas en el Valle de Juárez, investigación de los casos y para ellos, el gobernador anunció a Ernesto Jáuregui Venegas como nuevo Fiscal Especial de Homicidios de Género, entre otros detalles obvios como tener acceso a las carpetas de investigación o seguir las líneas de investigación que las madres proporcionen en su búsqueda.

"Nos querían convencer de quitar de la Fiscalía el ataúd (con mi hija) pero yo lo que pedía era hablar con el gobernador y se dio gracias a Dios. Prometió que va a hacer justicia y revisar los casos, y quitar a la gente que no sirva que nos deja todo a nosotras", afirma Mari García, nacida hace 40 años en Guadalajara y madre de 6 hijos.

Pocas horas antes de la reunión, la Fiscalía confirmó la existencia de más osamentas en cementerios clandestinos en el Valle de Juárez, en un comunicado: "Hasta el día de hoy no es posible determinar aún el número de cuerpos ni el sexo de los mismos dado el estado de degradación y desnaturalización de los elementos óseos localizados".


*Fotos: @Memoleón

viernes, 24 de febrero de 2012

En Juaritos las desaparecidas aparecen: en fosas clandestinas, como desde hace 19 años. Ahora, Jessica Leticia, Andrea y Lizbeth.













































"Ante la cantidad de mujeres que estaban desapareciendo en forma sistemática, lo probable es que íbamos a encontrar otros cementerios clandestinos, similares al del Campo Algodonero (en el año 2001). Hay que aclarar que la expectativa de encontrar estos cementerios obedece a las que (las autoridades) hicieron lo imposible por no investigar, por fabricar culpables, por esconder cuerpos, por minimizar el problema. Apostaron por el olvido.

En estos casos apostar por el olvido no funciona, porque quien hace esto es un grupo organizado y sus motivaciones tendrán para hacerlo. Tienes a jovencitas que desaparecen en Ciudad Juárez, en diferentes tiempos, de diferentes áreas de la ciudad y los tres cuerpos aparecen juntos en el Valle de Juárez. Detrás de estos crímenes está un grupo organizado, por eso la autoridad no quiso investigar, porque estaba coludida, por racismo, por sexismo, por indolencia. Este actuar permitió y provocó que siguieran desapareciendo muchachitas. Si seguimos así (sin investigar) esta situación no finalizará".
Oscar Máynez, criminólogo. Fue jefe de periciales y medicina legal cuando aparecieron los restos de los ocho cadáveres en el Campo Algodonero el 6 y 7 de noviembre del 2001. Renunció el 2 de enero de 2002, tras año y medio en su chamba.


Huesos. Prendas rasgadas. Rostros angelicales convertidos en calaveras: ahora en fotos oficiales. Un reporte de la Fiscalía: tres adolescentes desaparecidas entre abril del 2009 y agosto del 2010 en la zona centro de Juárez, son encontradas: tras años y meses de espera, convertidas en esqueleto. En la misma fosa clandestina, ahora un poquito más lejos de Juárez: en el Valle, en la sierra de San Agustín/Práxedis G. Guerrero, a más o menos una hora en carro de la ciudad. No se conocían entre ellas. Cuando desaparecieron, iban a buscar trabajo.

El criminólogo Oscar Máynez recuerda que al hacerse público la identificación de estas tres adolescentes en la noche de este jueves 23 de febrero, volvió con su mente al 6 de noviembre del 2001 en el Campo Algodonero -cuando aparecieron los esqueletos de ocho mujeres desaparecidas- que dio informativamente la vuelta al mundo y donde él fue el jefe del equipo encargado de realizar las investigaciones forenses que nunca le permitieron terminar: como si comenzar a desgranar la verdad fuera el peligro.

Ahora, con la identificación de los huesos de Jessica Leticia Peña García, de 15 años, Andrea Guerrero Venzor, también desaparecida a los 15, y Lizbeth Avilés García, de 17, todo está más en silencio que hace once años. Como si no se quisiera perturbar con la explosión de las desapariciones y feminicidios la imagen de seguridad que se quiere imponer sobre la realidad de la ciudad más peligrosa del mundo desde hace cuatro años: 2.086 asesinatos, el pasado año, de los más de 10 mil 200 en Juárez desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón en la ciudad del sueño de las fábricas maquiladoras convertida en dolor. Una agonía que comenzó hace 19 años, con las desapariciones y feminicidios de mujeres pobres y bellas, y se agudizó hace cuatro años con el envío de las fuerzas de seguridad por la guerra contra el narco, mientras las desapariciones iban quedando en un segundo plano con el horror cotidiano.

Lo que ha cambiado es que el Campo Algodonero, que un día fue una fosa clandestina en un terreno baldío -situado entre dos principales arterias de la ciudad- cobija actualmente un monumento inconcluso, inagurado el pasado año para cumplir con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el gobierno de México por su negligencia en investigar y permitir estos casos. Pero todavía hay esqueletos sin identificar escondidos en la impunidad. Con Edgar Alvarez Cruz, un inocente convertido en culpable por las autoridades en dos de los casos, y los asesinatos sin resolver de Mario Escobedo y Sergio Dante Almaraz, los abogados de los dos anteriores chivos expiatorios. De los asesinos, nada: en la ciudad de la impunidad: 97 por ciento de los crímenes sin esclarecer, según datos oficiales.

Mari García recibe los huesos de su hija Jessica Leticia Peña en un ataúd blanco sin flores. Otras mamás y papás de desaparecidas le acompañan. Desde la primera hora de la tarde del viernes, ha comenzado un plantón en la Fiscalía General de Justicia para que las autoridades la vean, la escuchen: lo que no han hecho desde que desapareció su pequeña a los 15 años de edad hace un año y seis meses, el 29 de mayo del 2010. Quiere justicia. Que el gobernador del estado de Chihuahua, César Duarte (PRI) se presente en la protesta encabezada por el ataúd de la adolescente y una tienda de campaña donde se cobijan los familiares de desaparecidas:

"Queremos justicia, que nos den la cara, porque siempre se nos ha escondido, a ver si se conmueven y se mueven, porque ellos están esperando a entregar a todas las mamás lo que me están entregando a mí y no es justo", razona la mamá que en su búsqueda incansable denunció que su hija se encontraba secuestrada en un hotel.

"Porque desde que desapareciera mi hija yo les dije dónde estaba y no más vienen a entregarme puros huesos. Ahí están resultados de las investigaciones de la Fiscalía, tienen montones de niñas ahí y nos las quieren entregar poco a poco".

A estas horas, Dora Venzor espera velar mañana sábado a lo que queda de su hija Andrea Guerrero, de 15 años, en su humilde casita de la colonia Lomas de Poleo, una zona donde hace casi dos décadas comenzaron a aparecer cementerios clandestinos de jovencitas. Los restos de Lizbeth Avilés, desaparecida a los 17, viajarán a Durango. La mamá de Jessica Leticia Peña sigue protestando en la explanada de la Fiscalía con el ataúd de su hija convertida en huesos: como nunca soñó recibirla.

****Horas antes de que la Fiscalía hiciera público en Ciudad Juárez un reporte con la identificación de los huesos de las tres menores desaparecidas, el Secretario de Gobernación Alejandro Poiré llegó a la ciudad de Chihuahua para ofrecer "la más sincera y sentida disculpa a sus padres y hermanos" en nombre del estado mexicano por el homicidio impune de Paloma Angélica Escobar Ledezma, desaparecida hace diez años, cuando la adolescente tenía 16 años. No lo hizo por voluntad propia, sino dentro de una recomendación emitida por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 14 de julio de 2010. Con el gobernador César Duarte, inauguró una placa conmemorativa con un poema escrito por su mamá, Norma Ledezma. Y hubo palabras sin justicia. Como desde hace 19 años cuando comenzaron los feminicidios.

*Fotos: @MemoLeón