martes, 7 de julio de 2015

Le advirtieron con meterla a la cárcel si denunciaba la desaparición de su hija Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, y en 4 años las autoridades no tienen ninguna pista


Anita, mamá de Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, con el cártel de recompensa. ©JudithTorrea


- Qué le ha hecho a su hija, por qué se ha ido de la casa, le increpa el agente ministerial en la Fiscalía.
- Nada, por eso estoy aquí, que me ayuden a saber de ella.
- ¿Sabe que si encuentra pronto a su hija puede ir al bote, por omisión de cuidados?

Ella se enoja. Doce horas intentando reportar la desaparición de su niña:

- Dígame si me va a tomar la denuncia o no, no me haga tanto esperar para que me arrepienta de poner la denuncia. Búsquela y me la trae y después me hace todos los cargos que quiera.

Han pasado 4 años, de aquel 8 de julio del 2011: Anita, la mamá de Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, solicita a la una y media de la madrugada, la ayuda de las autoridades. Ya no sabe qué hacer.

"Como a las 6 de la tarde se me hizo un poco tardecito que no llegara. Estaba inquieta y cerquita de las 7 me fui a esperar la ruta. Jessi no traía celular. No llegó y pensé que empezó a  trabajar: hay algunas tiendas que cierran a las ocho y media. Cuando no llegó, le dije a mi hijo: Ve a por tu papa, vamos a buscarla en el centro... se me hace tarde. Y nos fuimos sin rumbo, a recorrer todas las calles para ver las rutas y buscarla por todos los hospitales, albergues, ver si estaba detenida".

Madrugada, va a la Fiscalía: abierta veinticuatro horas al día. Intenta interponer una denuncia por desaparición y que activen el Protocolo Alba de búsqueda. Sabe que cada hora que pasa hay menos posibilidades de recuperar a su hija, que está en peligro. Le dan cita para nueve horas después, para las 10 de la mañana. A las 12 del mediodía, finalmente, la atienden y le amenazan con "meterla al bote", a la cárcel, si realmente su hija no ha desaparecido y realiza una denuncia.

La Fiscalía le asigna un investigador, que lo primero que hace es acompañarla a pegar pesquisas con el rostro de su hija.

"Y según ellos empiezan a buscar.  Cuatro años han pasado y no hallan ni una sola línea de investigación definida. Nada, ellos no han logrado absolutamente nada, los pocos datos que tienen son porque yo se los he llevado. Yo les he llevado datos de domicilios, de nombres de personas. La investigación la he estado haciendo yo, y en donde no puedo entrar, les pido auxilio".

Jessica Ivonne Padilla Cuéllar: 16 años cuando desapareció. Sus padres, un operario de una fábrica maquiladora y una comerciante independiente por catálogo.  La última vez que la vieron fue el 8 de julio del 2011. Jessi, como la llaman en casa, ha finalizado el cuarto semestre en la preparatoria Río Grande, de la colonia El Granjero. Sueña con estudiar medicina.

Diez y media de la mañana. Jessi sale de su hogar en la azotada colonia López Mateos hacia el centro de la ciudad, una de las zonas más vigiladas por el Ejército y la Policía Federal, enviadas por el ahora ex presidente Felipe Calderón en su llamada guerra contra el narcotráfico. La joven lleva una carpeta con solicitudes para trabajar y así comprarse el uniforme y los útiles escolares.

"Jessi anduvo por varias tiendas en el centro, buscando trabajo, por tres días: martes, miércoles y el jueves ya no regresó. Ella estaba muy entusiasmada. Siempre fue una niña que siempre quiso apoyarnos como familia", recuerda Anita, de 48 años, madre de 3 hijos y abuela de cuatro, a los que cría como si fueran sus niños.

Sobrevive con la esperanza "de volverla a tener con nosotros, que nos mantiene fuertes. Si me dejo caer, me enfermo y no puedo estar alerta lo que pasa alrededor de Jessi y tengo que estar pendiente del resto de la familia. Si estoy comiendo, me pregunto si estará comiendo. A la hora de despertarme, lo mismo. Si voy a dormir, pienso en mis otros hijos y pienso también en ella, que me falta ella. Es imposible de quitármela de la cabeza. Nadie la olvida, ni los niños chiquitos siempre están hablando de Jessi, haciendo oración por ella. La bebé (nieta) tenía 7 meses cuando desapareció y ahora tiene 4 años, ella hace sus oraciones y siempre pide por ella".

Lo peor es "esa espera que no tiene fin, que no llega, que no sé cuando voy a terminar" y que ella combate con entereza:

"No me cierro a la realidad, pero también sé que el único que me sostiene de pie es Dios, por medio de su hijo Jesús. No puedo cerrar los ojos a esa verdad, no me la puedo pasar quejando. Sí que se vive un duelo, pero también tengo muchas cosas cada mañana por qué sonreír, por qué dar gracias y dormir en paz. Por eso, tengo que estar de pie, para cuando mi hija regrese".