sábado, 26 de febrero de 2011

Sara, la mamá de los Reyes, vuelve a enterrar a dos hijos asesinados: ya son cinco






































































































No hay sepultureros en el Valle de Juárez: para abrir la fosa de Elías y Malena Reyes Salazar, al lado de sus otros tres hermanos y un sobrino. Los ataúdes (cerrados) siguen esperando en el campamento que se instaló en la Fiscalía General del Estado para exigir su liberación: desde que fueran levantados un 7 de febrero.
El de Luisa Ornelas, la segunda esposa de Elías, no está: será velado en la casa de la familia de ésta, en El Valle.

Aquí, en el velatorio por los Reyes, no hay mucha gente. Viajar ahora hasta el Valle de Juárez es como hacerlo a un pueblo fantasma, con retenes militares, del que sabes que puedes no regresar. Los ataúdes llegaron a las cuatro y media de la madrugada del sábado, cuando la funeraria pudo finalizar con el tratamiento de los cadáveres descompuestos.

"Los velamos en la Fiscalía porque no tenemos ni casa, fueron vandalizadas, la de mi mamá, incendiada, y como símbolo de justicia", me comenta Saúl Reyes, hermano de los asesinados.

Los puños en alto de los que fueron compañeros en vida de la familia de luchadores sociales. La música de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, la que escuchaban los últimos Reyes asesinados. Y Sara Salazar, la mamá, mirándolos.

Llegan más policías: federales, ministeriales y de la Policía Preventiva Estatal (que todavía llevan en sus uniformes las siglas de la antigua Cipol). Ahora sí que hay un gran operativo para adentrarse a ese mundo del que desaparecieron, fueron enterrados y desenterrados con unas cartulinas que explicaban la razón de su muerte: pertenecer al crimen organizado. Aunque esas enormes cartulinas, que las autoridades han enviado a los medios de información, nunca las vio quién descubrió los cadáveres arrojados en la carretera cuando se dirigía a la universidad, según denuncia el sobrino de los Reyes.

Para llegar hasta el poblado de Guadalupe Distritos Bravos, en el Valle de Juárez, hay que manejar por unos cincuenta minutos: carreteras desoladas en el día, surcadas por pueblos enteros saqueados: de casas incendiadas, en las que vas encontrando tanques militares, retenes con sacos de arena.

En algunas esquinas, están los halcones. Los que trabajan para uno de los cárteles de la droga y vigilan quien entra por esta zona crucial de paso de los narcóticos.

Al llegar al Panteón del Recuerdo encuentras el abandono: que no existe ni en los cementerios más pobres de la ciudad, de Juárez. Son pocos los vivos que quedan en El Valle y pueden atender a sus muertos.

De los vehículos blindados, salen los policías. Los tanques, se quedan fuera, por si entra un grupo armado y comienza a disparar a lo que queda de la familia Reyes y a sus amigos. Entre las tumbas, los policías vigilan. Cuatro niños juegan con un perrito.

Sacan los ataúdes y ella, su madre, grita. Intentando tocar los dos féretros por igual: "Por qué Dios mío!!!!! Yo los quería vivos!!!!!", exclama la señora Sara Salazar, de 76 años, mientras su hijo Saúl intenta sujetarla para que no se caiga del dolor. Y lo que queda de la familia se funde en abrazos.

Primero, un ataúd. Y una bandera de México. Después, el otro. En la misma fosa. Los hermanos, hijos y sobrinos (que quedan vivos) comienzan con las palas a cubrir los féretros. Sara, sentada, sin aire.

La pequeña Yarima, de 12 años, y que fue testigo de las desapareciones forzadas junto con su abuela, está arropada de los hijos de su tía, la reconocida activista Josefina Reyes, que a sus luchas en contra de los feminicidios o del basurero nuclear de Sierra Blanca, añadió la denuncia de desapariciones y asesinatos del Ejército cuando llegó al Valle de Juárez dentro de la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón.

Lloran. Se desahogan. Pero saben que aquí no termina su dolor. En la noche, reunión. Para saber su siguiente paso. Dónde huirán para que no les maten. Lo más seguro, es que parte de la familia se refugie en la Ciudad de México mientras estudian pedir asilo político a España, Canadá o Francia. Y Marisela Reyes me dice que de dónde se encuentren van a seguir luchando por Ciudad Juárez.

"Tengo miedo por mi familia, pero tengo más miedo de seguir viendo tanta sangre inocente correr por las calles de mi ciudad. Porque si no gritamos nos van a matar igual, y si nos matan, que al menos sea por algo, que el mundo escuche lo que realmente está pasando en México", afirma Marisela Reyes.

Sara Salazar tuvo que perder a seis miembros de su familia (cuatro hijos, un nieto y una nuera, todos asesinados en estos dos últimos años) para pensar irse de su Valle de Juárez. Algunos miembros de la familia Reyes Salazar todavía se resisten a abandonarlo.

*En las fotos que tomé podéis ver el viaje de los Reyes desde su velatorio en el plantón-huelga de hambre en la Fiscalía hasta su lugar de origen. Sara Salazar, la mamá de los Reyes, ha perdido en total a cinco hijos, cuatro asesinados: Josefina, Rubén, Elías y Malena. Y entre tanto dolor, a Eliazar por un cáncer.

lunes, 14 de febrero de 2011

Buscando a sus hijos "levantados": en plantón y huelga de hambre, y hoy: 12 asesinatos más






















































Encuentro el paisaje de la injusticia: ahora en la explanada de la Fiscalía General (de Justicia) del Estado. Lo veo en las personas que se acercan para denunciar desapariciones, torturas, violaciones, reconocer a sus muertos en Ciudad Juárez.

Y todo mientras converso con Sara Salazar que desde hace una semana no sabe nada de sus hijos Malena y Elías Reyes, y la esposa de éste, Luisa Ornelas.

Su hija, la reconocida activista Josefina Reyes y Rubén, ya fueron asesinados. Ella, el 3 de enero y él, el 18 de agosto del 2010. El pasado lunes 7 de febrero, como os contaba en otra entrada de este blog, un comando armado interceptó la camioneta en la que viajaba Sara con su familia, y se llevaron a todos los ocupantes menos a la señora Salazar y a su nieta Yarima, de 12 años.

Con Sara conozco a varias mujeres que acercan en su desesperación por ser escuchadas: por las autoridades. Como Rocío Francisca, violada hace dos meses y que todavía no ha visto la justicia a pesar de haber identificando a su agresor, que sigue libre (y quizá, violando a más en la ciudad de los feminicidos impunes).

Lo que hizo Sara para no silenciar su nueva injusticia es lanzarse a un plantón en la puerta de la Fiscalía, acompañada de lo que queda de la familia Reyes y varios estudiantes y activistas que realizan una huelga de hambre: en medio de un frente gélido, que dejó a Juárez por unos días sin electricidad y agua: como es la vida todos los días en algunas de las colonias más pobres de esta ciudad mexicana fronteriza con Estados Unidos. Y ella, a sus 76 años, lidera con su hija Marisela Reyes, la primera forma de protesta más extrema desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón.

Ahí, entre una tienda de campaña para dormir, leña para calentarse, pancartas que gritan justicia, el regreso con vida de los Reyes, se lanza la Campaña Por Defensa de la Vida. Y Sara me comenta que el dolor de no saber dónde están sus hijos es más duro que el que sintió cuando asesinaron a Josefina y Rubén. Es la agonía de la espera:

"Quisiera saber dónde los tienen, cómo los tienen, si les dan de comer o tienen frío. Yo les pido a estas personas por favor encarecidamente que me las entreguen por favor, como sea, pero que no los entreguen", dice sacando las lágrimas que ha contenido en su entereza forjada en varias luchas.

En este paisaje de injusticias está la esperanza: en unos taburetes que los huelguistas han instalado para que los niños que acuden con sus padres a la Fiscalía se diviertan pintando mientras intentan ser escuchados en sus demandas. Pero ésta siento que se quiebra cuando veo que lo que dibujan son hombres asesinando a otros, muñecas de color negro, el rojo de la sangre en la arena del desierto. Es su Juaritos. Y lo cuelgan en los cristales de las puertas de la Fiscalía que luce el letrero de su antiguo nombre: Subprocuraduría de Justicia.

El ambiente es alegre, a pesar de la incertidumbre. Llegan personas a donar madera, agua, cobijas. Lo hacen mientras escuchan una melodía que dice "tienen miedo, porque no tenemos miedo" o grupos como El Cántaro se acercan a interpretar lo mejor de la música tradicional de Latinoamérica.

Marisela Reyes, uno de los cuatro hijos que le quedan a Sara sin haber sido asesinados o levantados, se siente agotada por la huelga de hambre que inició hace una semana e intenta dormir entre los niños que ríen, los jóvenes que sueñan con una Juárez alejada del horror constante.
Se despierta con una llamada de una periodista local que le dice que se ha encontrado el cuerpo de su hermano y que quiere entrevistarla. Ella le dice que no puede ser, que no saben nada.
Los hueguistas van a la página del principal periódico del estado El Diario de Juárez y es la noticia destacada de la portada, con vídeo incluído y sin ninguna fuente: Habrían hallado el cuerpo de Elías Reyes... !a metros de un control militar!

Marisela entra a la Fiscalía para preguntar sobre esa noticia publicada. Lo hace "con mucho miedo de toparse uno con algo que en realidad no quiero, porque preparada no estoy" y cuando las autoridades le enseñan las fotos de ese cadáver que se ha encontrado en un canal del poblado de San Agustín, ve que no se trata de su hermano.

"No coincidía la ropa. Yo estaba segura que no era. Es un viejito, mayor de 70 años, está muy canosito y mi hermano es conchudo, tiene pelo muy negro. Yo traía todo junto, el dolor, el coraje, es algo bien fuerte y gracias a Dios que no fue mi hermano y la impresión fue muy fuerte", afirma Marisela Reyes.

"Seguimos en pie y en la lucha, y de aquí no nos van a mover hasta tener resultados, con el susto que nos llevamos ahorita, que encontraron y que no eran, regresa la esperanza que el estado sabe dónde están y van a regresar con vida los tres", agrega.

Intento confirmar la información con otra fuente. No localizo al vocero de la Fiscalía. Pero Gustavo de la Rosa, el visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos adscrito a la Operación Coordinada Chihuahua (la versión local de la llamada guerra contra el narco) me dice lo siguiente:

"El cadáver encontrado no es el de Elías Reyes. Es una persona de 81 años, que trabajó de parquero en la ciudad. No tiene ninguna semejanza con Elías ni por la edad (58) y por la costitución. Me lo confirmó la Fiscal del distrito que no era".

*Los asesinatos fueron 12 en este lunes 14 de febrero. Entre ellos, una mujer y sus dos hijas, al parecer menores de edad. Con ellos, 98 en lo que llevamos en el mes de febrero y 318 en este mes y medio del 2011.
De los cadáveres que me encontré hoy me quedo con una imagen: la de un niño, con su mamá, contándome cómo fueron los balazos en la Colonia Héroes de Revolución para un hombre en un carro que "el sábado había empeñado su licencia de manejo (en una tienda de abarrotes) para seguir bebiendo una chelas".
El cuerpo está en la esquina del Panteón Colinas de Juárez. Reconozco el lugar. En los últimos cinco o seis meses han matado a varias personas en esa zona sin pavimentar donde se encuentra la calle Miguel de la Madrid. Y las historias de cómo fue siempre me las han platicado los niños.

****Para seguir todo lo que está pasando en la huelga de hambre os recomiendo este nuevo blog, Por la vida:

lunes, 7 de febrero de 2011

Sara, sin sus hijos: dos asesinados y ahora dos más "levantados"















La familia Reyes denunció los abusos y desapariciones de los soldados en el Valle de Juárez -a una hora de Juaritos- y poco a poco fueron asesinados, levantados (secuestrados sin pedir rescate).

Asesinados impunemente: la activista Josefina Reyes, el 3 de enero, y su hermano Rubén, el 18 de agosto del pasado año. Desaparecidos: Malena y Elías Reyes, y su esposa Luisa Ornelas, el lunes 7 de febrero del 2011.

La última vez que vi a Sara Salazar, la madre de los Reyes, fue hace poco más de una semana, pidiendo justicia en el primer aniversario de la masacre estudiantil de la colonia Villas de Salvárcar. Aún no había sumado a la lista de dolor estas tres últimas desapariciones. Llevaba un retrato de su hijo Rubén y a sus nietos, que la rodeaban.

Cuando le pregunté cómo se encontraba, ella me dijo: "aquí estamos, en la lucha". Y sonrió.

Ahora vuelve a llorar, sin derrumbarse. "Que me los regresen con vida, así como se los llevaron. Quiero que alguien me escuche y me regresen a mis hijos".

Yarima Isabel, de 12 años, no puede hablar. "No quiere salir de la casa, tiene miedo", me dice Marisela Reyes, una de las dos hijas de Sara que queda viva o sin ser secuestrada.

En la tarde del lunes, Yarima acompañó a su abuela Sara y a sus tíos Malena, Elías y Luisa a comprar mercancía en Ciudad Juárez para la panadería que su tío tiene en el poblado de Guadalupe Distrito Bravos. A la altura de Juárez Reforma un comando armado con seis personas interceptó la camioneta en la que viajaban, dejaron en libertad a la niña y a su abuela y se llevaron a los otros tres.

Sin un teléfono celular para avisar a sus familiares, las dos caminaron hasta el poblado y de ahí, tomaron un autobús hacia Ciudad Juárez.

De ellos, no hay noticia.

"Yo creo que todo viene por el activismo. Por el acoso de los militares que vivimos, por las denuncias. Nosotros no les tememos nada", razona Marisela Reyes, que intenta presionar a las autoridades para que rastreen con un helicóptero la zona.

Sus hermanos levantados están incapacitados y con graves problemas de movilidad. Malena, de 47 años, padece de artritis y "tiene que usar un bordón para poder moverse". Elías, de 58, sufrió una embolia el 13 de diciembre. Y la esposa de éste, Luisa, de 52, "sufrió un accidente automovilístico y tiene placas en ambas piernas".

A Sara Salazar le quedaban cuatro hijos, tras el asesinato de Josefina y Rubén Reyes. Ahora, Malena y Elías, desaparecidos. Y siete nietos que esperan una noticia de sus padres.

Actualización: en la mañana del martes, lo que queda de la familia Reyes se dirigió a la PGR para presentar una denuncia por las desapariciones. Estuvieron acompañados por varios activistas. Esto fue lo que ocurrió, según los vídeos tomados por dos de los lectores de este blog, Marrito y PuenteNegro:



martes, 1 de febrero de 2011

Lizbeth y sus lágrimas: el interrogatorio a una niña herida







































Sola: con sus lágrimas de niña de 13 años. La mano derecha destrozada por una bala. Es Lizbeth. Entra en la casa, sin apenitas poder caminar. Su mamá, abrazándola en sus pasos, para que no se derrumbe del dolor.


En el fondo de la sala está su hermanastra Karina Ivette Ibarra Soria, de 16 años: en un ataúd blanco, con una sudadera gris, blusa rosa y pantalón azul. La ropa que su hermano 15 años escogió para ser enterrada. La que llevababa cuando la asesinaron, está guardada "en una bolsa que me dieron", me comenta Mario.


Los dolores se van acumulando con las horas:

Dolor 1: Lizbeth Delgado vio cómo los Policías Federales asesinaban a su hermanastra, Karina Ivette en la madrugada del sábado al domingo.


Dolor 2: al día siguiente, salió del Hospital General porque no tenía cómo pagar una operación quirúrgica para salvar su dedo. El seguro del gobierno, el Seguro Popular, no atiende a baleados.

Dolor 3: la interrogaron por "siete horas, en el Centro de Mando de la Policía Federal en Ciudad Juárez: sin un abogado, sin que le permitieran que un familiar la acompañara, sin medicamentos".

Dolor 4: los federales que asesinaron a su hermana justifican la agresión. La acusan de intento de secuestro y la amenazaron con 15 años de prisión. Y los dos jóvenes que iban con ellas, están detenidos por presunto robo de vehículo con violencia y agresión a los federales con arma de fuego.

Karina Ivette es la quinta: asesinada en una semana por la Policía Federal. El pasado martes, 25 de enero, cuatro en un día. Tres personas, entre ellas un adolescente de 15 años, en la colonia Chaveña y el escolta del alcalde Teto Murguía.


Al parecer, iban a una fiesta. Pero desobedecieron a sus padres y acabaron con otras tres amigas en un salón de baile. Según las menores, los hombres que les regresaban a sus casas comenzaron a pelear con otros. Llegaron los policías federales y comenzaron a disparar. En la colonia Villas de Salvárcar.
Los conocí el domingo: con rabia, con esperanza de poder salvar a su pequeña con 6 balas incrustadas en su cuerpo. "Yo no conozco a mi prima así, no puede hablar", me contaba Joanna.

Acababa de regresar de un nuevo aniversario del dolor: la misa por las 15 personas asesinadas hace un año en Villas de Salvárcar. Por Twitter relaté mis primeras impresiones de aquel encuentro de rostros con impotencia.

El miércoles Karina será enterrada. Porque sus padres empeñaron objetos, sus amigos les prestaron dinero. Esta tarde las autoridades reaccionaron: más o menos. El área de Atención a Víctimas de la Procuraduría General de la República les prometió que pagaría el funeral. "Pero al saber que ya estaba pagado, pues ya no", dice la mamá de Karina, Myrna Ivette Soria

El padre de la adolescente asesinada tendrá que vender miles de machitos en su carrito ambulante para poder devolver lo que deben. Quedan vivos los gastos del hospital. De unas balas de la Policía Federal que nunca buscaron.


Ahora el blanco de la nieve comienza a cubrir el rojo: de la sangre. En Juaritos.'


*Comenzamos el martes con menos cuatro grados centígrados y 11 personas menos (las de ayer). Enero se nos fue, con 216 asesinatos.