sábado, 29 de enero de 2011

Los juarenses exigen justicia y paz, y el presidente Calderón construye parques: donde te puede matar

















































































































Llega a la colonia Anapra. Camina por las calles de arena del desierto y casitas construídas con desechos de las fábricas maquiladoras.
Los ve, en el otro lado de la valla que separa Ciudad Juárez (México), de El Paso (Estados Unidos), custodiados por agentes de la Patrulla Fronteriza estadounidense. Llevan cartulinas en inglés y español en solidaridad por la paz y la justicia en Ciudad Juárez.

El acaba de llegar en una caravana de varios vehículos, desde el monumento de Benito Juárez en el centro de la ciudad. Lo hace con unas 50 organizaciones dentro del fin de semana de ayuno Camino a la Justicia, en el primer aniversario de la masacre de Villas de Salvárcar. Por primera vez, desde que comenzó esta llamada guerra contra el narcotráfico acampan en busca de paz.

El hombre del rostro sereno es don Luis Rodríguez y comienza a llorar.

"Me siento menos solo", me comenta. Para después alzar su voz y gritar a los manifestantes en la zona estadounidense: "Gracias!!!!! Gracias!!!!".

La soledad la encuentra todos los días en la tristeza de su hija, que a sus 15 años vio cómo mataban a sus amigos en una fiesta estudiantil el 30 de enero del pasado año en la colonia Villas de Salvárcar. Ahí, murieron 15 personas, 13 de ellas adolescentes y dos padres que cuidaban la fiesta. Y a 10 más, los hirieron.

También, la adolescente sintió cómo tres balas se incrustaban en la cabeza, el abdomen y en el dedo pulgar. Su carácter cambió totalmente

Y fue marcada por las palabras del presidente de México Felipe Calderón que justificó la masacre por tratarse -según él y sin ningún tipo de investigación- de pandilleros y narcotraficantes. Pero se tuvo que disculpar. Prometió justicia pero encarceló rapidamente a inocentes a los que convirtió en culpables para intentar parar la presión de las familias y de la opinión pública. También, creó un plan llamado Todos somos Juárez, donde por ahora lo más destacado ha sido la construcción de dos parques, mientras los asesinatos se disparan.

"Este tipo de instalaciones sí son necesarias pero no sólo en Villas. ?Cuántos parques no habrían hecho ya con tantas masacres ocurridas en la ciudad?", razona don Luis, que perdió su trabajo en la crisis económica que azota a Juárez por la huida de negocios por la inseguridad.

En esta valla fronteriza encuentro la geografía de la injusticia. Es sábado, al mediodía. Y la pobreza, en un país inmensamente rico como México, la veo ahora en las señoras Benita y Mary, que están afuera de sus casitas -que miran hacia Estados Unidos- intentando recoger ramitas de los escasos árboles para calentarse en las heladoras noches de invierno del desierto juarense.

La impunidad histórica contra los crímenes de mujeres la intenta combatir Lucha Castro (con sombrero rosa en la foto), la abogada de Marisela Escobedo -la mamá de Rubí-, que está rodeada de varias mamás de hijas desaparecidas.

Por los huecos de la valla fronteriza, Olga Esparza, la mamá de Mónica Janeth Alanís Esparza, desaparecida el 26 de marzo de 2009, desliza hojas informativas con fotos de su hija, para que desde Estados Unidos le ayuden a buscarla, a presionar a las autoridades mexicanas a que cumplan con su chamba.

Guadalupe Meléndez, la mamá de Israel Arzate, un inocente convertido por las autoridades en asesino de los chicos de Salvárcar, intenta buscar un abogado que se atreva a representar a su hijo justamente y hacerlo gratis.

Y Leticia Chavarría, del Comité Médico Ciudadano, recuerda que los doctores de Juárez son secuestrados, extorsionados y asesinados por intentar salvar vidas.

La solidaridad internacional está en el representante estatal de Tejas, Lon Burnam (demócrata por Fort Worth) que envió a su director legislativo, Craig Adair, para hablar con las víctimas de Salvárcar y expresarles un mensaje de solidaridad en una carta del político tejano:

"A pesar del discurso de odio y división que suele emanar de algunos sectores de mi país, sepan que somos millones aquí en los Estados Unidos que estamos con ustedes en estos momentos oscuros. Somos muchos que entendemos que nosotros también somos culpables. La guerra, la sangre, la muerte son los hijos de una demanda insaciable para las drogas, una fuente desbordante de armas y políticas desmesuradamente enfocadas en soluciones militares".

Craig Adair me comentó que en las próximas semanas va a presentar legislación de control de armas y que había viajado a Juaritos para poner "rostros en los números del dolor".

También, con los juarenses están ayunando hasta el domingo representantes de organizaciones de derechos humanos de los estados mexicanos de Morelos, Oaxaca y países como Alemania, El Salvador y Colombia, entre otros.

Desde el otro lado de la valla, converso con el sacerdote Bill Morton que fue "invitado" a abandonar México por las autoridades migratorias tras liderar una lucha de organización de los habitantes de la colonia Lomas de Poleo, que se resisten a abandonar sus tierras por la presión de la familia Zaragoza, una de las más ricas de México. Pero desde Estados Unidos sigue apoyándolos, ahora sin poder cruzar a Ciudad Juárez.

Unos, regresan a la colonia Villas de Salvárcar, a la biblioteca que construyeron los vecinos, de una casa abandonada, cansados de las promesas incumplidas del presidente Calderón. Ahí se sumarán al ayuno. Otros, vuelven al monumento Benito Juárez, donde en la mañana Luz María Dávila, que perdió sus dos únicos hijos en la masacre, dio inicio al ayuno tocando 15 campanazos en memoria de los asesinados de Salvárcar.

Al atardecer, la explanada del monumento se convierte en luz: con velas que forman la palabra JUSTICIA. Sara Salazar, la mamá de los activistas asesinados Josefina y Rubén Reyes, intenta sonreír. Por lo que le queda.

martes, 25 de enero de 2011

Lo mataron, pero no pudieron con su mensaje: el abogado Sergio Dante Almaraz, cinco años sin él
































Un día como hoy: 25 de enero. De hace cinco años. El abogado Sergio Dante Almaraz Mora es asesinado.

Conocí a Dante Almaraz hace tantos años que no me acuerdo. Lo que sí recuerdo con exactitud son sus palabras, sus gritos de justicia, su denuncia a las autoridades, su mensaje: adelantó todo el horror que estamos viviendo en mi querida Ciudad Juárez, pero sin imaginar un nuevo ingrediente: la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón.

Por eso, pensé que sería bueno recordar a este abogado incorruptible, valiente, brillante y soñador. En una ciudad donde los asesinatos son noticia hasta el siguiente muerto (en unos minutos, a veces) y los funerales se topan con los aniversarios del dolor.

Cuando lo asesinaron, su hija Marisol Almaraz se encontraba en reposo absoluto por su embarazo.

"Lo recuerdo día a día, pero cada 25 de enero asistimos a misa a recordar no su asesinato, asistimos a dar gracias a Dios por ese hombre tan maravilloso que fue mi padre", afirma Marisol, de 27 años, que ha regresado a estudiar Derecho.

"A una pérdida tan grande sólo queda el sobrevivir, y es difícil, pero con el ejemplo de fortaleza que mi padre dejó grabado en mí, se me hace un poco menos difícil luchar día a día con su ausencia", añade.

Pienso en los que se quedan. En los miles que sobreviven a los asesinados. Recuerdo aquellas fotos que le tomé antes de que le arrebataran la vida, que comparto ahora con vosotros. Y aquel encuentro hace dos años con el hijo de Dante Almaraz en su despacho:

*LOS ABOGADOS

El abogado Sergio Almaraz Ortiz, de treinta años, está sentado en la misma silla en que lo estaba su padre cuando lo entrevisté por última vez, antes de que lo mataran el 25 de enero de 2006. La primera ocasión en que llegué a este despacho fue tras el asesinato de su compañero de lucha, Mario Escobedo Anaya, con el que defendió a los dos chivos expiatorios acusados del asesinato de las ocho mujeres encontradas en el campo algodonero.

En aquella ocasión Sergio Dante Almaraz Mora, el padre, me comentó: “Cuando la policía mató a Mario, no salí de la casa en tres días. Me llamaron y me dijeron que el próximo era yo. Estoy consciente de que no puedo escaparme de ellos. No voy a llevar un arma y cuando quieran matarme, lo harán” (“Las muertas de la frontera”, El País, España, 13 julio de 2003).

Sergio Dante era el Quijote de Juárez. Lo suficientemente loco y soñador como para seguir defendiendo a su acusado, el conductor Víctor García Uribe, “El Cerillo”. Además, gratis.

Quise regresar a este lugar.

–Se parece a su padre. Al verlo parece que lo estoy viendo a él, pero sin sus bigotes elegantes, discúlpeme.

–Yo quisiera parecerme no sólo en su físico sino en su sencillez, en su don de gente. La muerte de mi padre significa para mí muchas cosas: un acto de heroísmo, y mucha frustración también. Uno se pregunta “por qué mi papá no dejó de decir esto, de hacer aquello”, porque así estaría aquí conmigo. 
Pero pedirle que hubiera dejado de hacer algo habría sido como pedirle que renunciara a su propia existencia, cuyas enseñanzas hoy me permiten ser el profesionista que soy. Ayudamos a nuestra comunidad, a gente necesitada. Somos gestores de mucha gente humilde, pero vivimos de esto también. Es nuestra profesión, las armas que él nos dejó para subsistir.

–Trabaja en su misma mesa, al lado del decálogo del abogado que tanto me repitió su padre cuando le pregunté si valía la pena arriesgar la vida por defender a alguien.

–Extrañé mucho este lugar en Estados Unidos. Este lugar es especial, siento la presencia de mi papá. Quince días después de que mataron a mi papá llegaron las amenazas de muerte, que dejáramos de investigar. Nos tuvimos que ir. Fue muy duro sentirse perseguido. Yo estoy orgulloso de ser mexicano. Mis dos hijas son mexicanas. Yo decidí, viviendo en la frontera, que ellas nacieran mexicanas.

–¿Qué hizo en Estados Unidos? ¿Cómo sobrevivían?

–Hicimos paletas y nieves. No me importaba trabajar en el más humilde de los trabajos, pero me sentía infeliz lejos de Ciudad Juárez. Siento un amor enfermizo por esta ciudad. A los seis meses regresamos. El asesinato de mi papá nos hizo redefinir nuestras estrategias. Adquirimos el compromiso de familia, porque somos una familia de abogados, de no atender casos criminales. Y eso se debe a que no tenemos en nuestro sistema municipal ni estatal ni federal la garantía de que se respetará el ejercicio de la profesión.

–Nunca se supo quién mató a su padre.

–Ni se sabrá. Le puedo decir que hoy los funcionarios asignados por la Procuraduría a la investigación del caso de mi papá están muertos, fueron blanco de ataques. Además, la procuradora nunca informó de los detalles de la investigación. El estado tiene la obligación de dar a los ciudadanos la certeza de que quien atente contra la vida tendrá que responder ante la justicia, pero en una ciudad donde hay decenas de muertos cada día... A pesar de la descomposición, de ese temor, nuestra vida tiene que seguir. Seguimos saliendo a llevar a nuestros hijos a la escuela, a trabajar, no a divertirnos. Nos divertimos en casa, no en restaurantes. El estado, por lo pronto, se limita a decir que los ciudadanos de bien no debemos preocuparnos, que la lucha es entre el crimen organizado.

El 6 de enero de este año la historia se repitió. Los abogados Mario Escobedo Salazar, de 59 años, y su hijo, Edgar Escobedo Anaya, de 33, fueron asesinados en su despacho. Su otro hijo, Mario Escobedo Anaya, socio de Sergio Dante Almaraz, ya había sido asesinado por agentes de la desaparecida Policía Judicial del Estado, finalmente exonerados. La familia Escobedo huyó a Estados Unidos. Quedan sólo dos hijos vivos, uno de ellos abogado.

Por otro lado, quien ahora representa a uno de los dos nuevos acusados por los crímenes del campo algodonero, el abogado Abraham Hinojos Rubio, de 35 años, aumentó su protección tras los nuevos asesinatos de sus ex compañeros de despacho y de caso. El licenciado representa a Édgar Álvarez Cruz, que a pesar de haber sido exonerado sigue en la cárcel.

Hinojos trabajó con los Escobedo durante tres años. Casi de inmediato se enfrentó al primer asesinato en el despacho, por el mismo caso que ahora representa, pero defendiendo a otro inocente al que buscan convertir en culpable. Esta vez encontraron al chivo expiatorio en Denver, Colorado; se trata de un inmigrante indocumentado en Estados Unidos. La detención de Álvarez Cruz fue calificada como “un importante avance en la investigación de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez” por el ex embajador de Estados Unidos en México, el tejano Tony Garza, que mantiene una excelente relación con la procuradora de Chihuahua.

–¿Qué ha aprendido en todo este proceso? –pregunto a Hinojos.

–Que el enemigo está en casa. Es el propio gobierno. Son personas que delinquen en corbata, que incluso se atreven a encarcelar los sueños de personas que están a miles de kilómetros, antes de hacer una investigación científica y profunda, siguiendo la ley.

*Este es un extracto de un reportaje que publiqué en mayo de 2009 en la revista mexicana Letras Libres.


lunes, 24 de enero de 2011

El campo de la muerte: no más fútbol, sólo sangre






























































Está viendo la sangre: recuerda los cuerpos inertes, los balazos y su temor al no saber donde estaba su pequeña: ahora, en un hospital: con una bala en su pie de niña de 12 años.

Y cuando mira la bandera de las Chivas de Guadalajara en el suelo -que cubre la sangre de uno de los siete jóvenes asesinados del equipo de fútbol Madero- él piensa en la tarde del domingo:

Las canchas de fútbol estaban llenas. Como todos los días, desde hace unos treinta años, en la Colonia Francisco I. Madero: donde en el horizonte se alcanza a divisar, por las calles sin pavimentar, la Catedral de Ciudad Juárez.
Desde hace unos dos meses, el campo de fútbol había sido renovado dentro del plan del presidente Calderón Todos somos Juárez, que inició tras la masacre estudiantil de 15 en la colonia Villas de Salvárcar, hace casi un año. De la portería surge el lema del gobierno: Vivir Mejor.

Y los sicarios llegaron. Comenzaron los balazos. A los de la camiseta roja, del equipo Madero, según varios testigos. El se tiró al suelo. La bala, que se dirigía a la altura de su rodilla, ahora es un boquete en la pared de un puño de diámetro.

"No nos dejaron salir, nos tiraron todos al piso... y nomás hasta ahí me acuerdo", dice el papá de la niña herida.

El comenzó a auxiliar a los jugadores heridos. Con otros vecinos que los llevaron en vehículos particulares. Las ambulancias nunca llegaron, dicen algunos.

No encontraba a su pequeña. Cuando dio con ella y fueron a la casa, se fijó que estaba herida. Del susto, ella ni sintió el balazo en su cuerpo.

Ahora estoy aquí y no hay nadie jugando. Sólo los agujeros de las balas, las huellas de la sangre. Pocos se atreven a hablar de lo que ocurrió y si lo hacen es en el anonimato del miedo.

Unos, me cuentan, que unos días antes se descubrieron narcopintas amenazando a uno de los patrocinadores del campo, un ex policía municipal apodado El Mero, y otra que decía: "Prohibido vender droga en este lugar, sólo con el permiso de La Línea (el brazo armado del Cártel de Juárez)". Otros piensan que quizá el atentado fue del cártel de drogas local, para dar un mensaje al presidente Calderón y al nuevo gobierno del estado de Chihuahua para que no dejen esta plaza del paso de drogas hacia Estados Unidos al Cártel de Sinaloa.

Es lunes, siete de la tarde, y a esta hora comienzan los partidos durante la semana. Una mujer, que se encarga de uno de los equipos, me dice que los han suspendido por la inseguridad y la masacre, que no saben cuando se renaudarán.

Por no haber, en la cancha de fúbol no hay ni vigilancia de las fuerzas de seguridad. Ni ayuda de las autoridades para pagar los gastos médicos de los heridos. Ni agentes del ministerio público preguntando a los testigos qué vieron, qué pasó, para comenzar así a investigar los crímenes.

"Esta guerra es una maldición. Solamente Dios sabe, hay que encomendarnos", me dice una vecina, con dos niños que se dirigen a ver lo que queda de la masacre: la sangre y el terror.

****Malos Días: la jornada comenzó con dos cadáveres de mujeres: una, con los ojos tapados con un pañuelo rojo, una cinta adhesiva en sus piernas y manos. De la otra, salía un cuchillo clavado. El día finalizó, ocho, en el día (diez asesinatos menos que ayer domingo: dieciocho) y 171 asesinados, por ahora, en los veinticuatro días del mes de enero de 2011.

Las identidades de los jóvenes asesinados, mientras jugaban el fútbol, se van conociendo oficialmente, según datos de la Fiscalía.
En el lugar de la masacre murieron: Gustavo Alberto Moreno Lazcano, de 23 años, que importaba piezas de vehículos de Estados Unidos, el boxeador profesional Angel Ulises Reyna Domínguez, de 22 y Oscar Sánchez Rodríguez, de 21, estudiante de Eduación Física en la Universidad Autonóma de Chihuahua (UACH).
Y en los hospitales, fallecieron: Mario Magdiel Moreno Lazcano, de 19 años, empleado de la construcción en El Paso y hermano de Gustavo Alberto, Ernesto Flores Acosta, de 26, Aarón Prieto Gaytán, albañil de 21 y José Angel Galván Esqueda, de 25 años.
Los cuerpos se irán entregando a los familiares a partir de mañana martes, cuando llegue Margarita Zavala, la esposa del presidente de México Felipe Calderón, a donar equipo deportivo al nuevo campo de fútbol americano del CBTIS 128, donde jugaban tres de los jóvenes asesinados en la masacre de Salvárcar el 30 de enero del pasado año.
Dos heridos siguen en los hospitales, uno en condición grave.

En la colonia Villas de Salvárcar los trabajadores intentan finalizar para este fin de semana otro campo deportivo que el presidente Calderón prometió hace un año, al igual que la justicia. Pero esta no ha llegado. Sólo los muertos. Cada día más.

jueves, 20 de enero de 2011

El doctor Justo o la crónica de una liberación demandada: el triunfo de la protesta





























































































Pasaditas la una y media de la tarde, recibí un mensaje de la esposa del doctor Justus Lawerence Opot que decía:

-Justus saldrá libre! Vamos al Cereso a recogerlo... Gracias por el apoyo!

Avisé a unos colegas para que fueran pasando la voz a los compañeros, envié un correo electrónico a los profesionistas en el extranjero que me habían dado sus declaraciones, escribí en twitter la noticia y me fui hacia la prisión del Cereso municipal de Ciudad Juárez. A esa hora, en el centro comercial Galerías Tec mataban a un policía municipal, en un intento de robo, entre la psicosis del público.

Cuando llegué me encontré a Marisol Arreola, la esposa del doctor, con su familia y poco a poco arribaban los amigos. Las cámaras de televisión la rodeaban y todos esperábamos que saliera de la cárcel por una puerta, triunfante, como un héroe.

Algunas madres de otros presos se acercaban a Marisol: le abrazaban, le decían que tenía "cara de ángel y huevos de toro" por haber denunciado la injusticia, lanzarse a la calle con amigos para pedir firmas para su liberación, convocar a los medios de información.

Los policías federales detuvieron al doctor Justus y su compañera de trabajo por haber denunciado ocho días antes que en la cajuela del vehículo de Marisol Alejandra habían encontrado dos maletas con marihuana.

Conocí a la señora María. Me contó que su hijo también estaba ahí por lo mismo. También, estuve con varias mujeres que afirman que a sus hijos les sembraron droga en el coche, pasaron por la línea exprés y las autoridades les encarcelaron. De pronto, Marisol Arreola y el doctor Justus se habían convertido en su salvación, en su modelo a seguir.

El abogado Salvador Urbina, uno de los más reconocidos de Juárez, llegó: como representante legal de la compañera de trabajo del doctor Justus. Valoró la movilización de la sociedad juarense para liberarlos. Y recordó que un estudiante de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP) estuvo un año en prisión esperando juicio hasta que fue declarado inocente.

"La policía federal ha demandado la participación ciudadana, la denuncia anónima. Pero este mensaje que deja es obviamente negativo porque la gente no confía en las autoridades y casos como éste incrementan más esa desconfianza", afirmó Urbina.

Esperando a que saliera el doctor, un hombre se acercó a saludarme como si me conociera. Me recordó que nos encontramos cuando al misionero católico le balearon la casa por denunciar la droga en el parque, después cuando le mataron a un amigo dos de sus hijos en la masacre de Horizontes del Sur y ahora me lo encuentro de nuevo.

Le pregunté qué ocurría (siempre coincidimos en tragedias) y me dijo que él trabaja en la prisión como custodio. Estaba feliz por el doctor nacido en Kenia, con ciudadanía estadounidense, y de corazón juarense.


"Se veía que era inocente. Cuando entró estaba muy confundido, no entiende mucho español", comentó.

A las 3 y media de la tarde, llegaron dos unidades de la policía municipal. De pronto, de la prisión salió una camioneta, de las que usan para trasladar a los detenidos. Ahí estaba el doctor Justus y su compañera de trabajo. La esposa del doctor corría, acercándose para verlo. Y todos esperábamos que se bajaran del vehículo, pero este siguió escoltado por los municipales.

En la confusión, decidimos seguirlos, para ver dónde los llevaban. Unos decían que al puente Lerdo, otros que al Libre. Los llevaron a las oficinas del Instituto Nacional de Migración de México situadas en uno de los tres puentes fronterizos que separan Ciudad Juárez de El Paso, Tejas. Como son ciudadanos estadounidenses había que comprobar si tenían permiso para residir en México.

De pronto, unos decían que lo iban a deportar, sacarlo por el puente...Lo que ocurría es que el cantante Kalimba -que había sido detenido en El Paso y era buscado en el estado mexicano de Quintana Roo por una supuesta violación de una menor- lo iban a traer por Ciudad Juárez. Así es la vida en Juárez, siempre intensa y sorprendente.

A las seis y veinte de la tarde, el doctor Justus salió de la puerta de Migración. Detrás, le seguía su esposa que le había acompañado para verificar su estatus migratorio, mientras los padres de la profesora universitaria de inglés traían de la casa los documentos de su marido. Unas amigas del doctor comenzaron a aplaudirle. Se abrazó a ellas.

Sus primeras palabras, en una improvisada rueda de prensa, fueron: "Estoy viendo el amor de Juárez. Aún hay justicia en esta ciudad y si todas las personas no hubieran estado unidas no estaría libre", dijo el doctor.

"Fue una pesadilla porque no tenía libertad, una cosa que tomaba por garantizado. Estaba solo, sin poder ver y disfrutar del sol. Ahora puedo decir que mi percepción de Juárez no cambia porque las personas que me apoyaron son de Juárez, se unieron, me dieron este apoyo, me motivaron y esto no hubiera pasado sin ellos, Juárez todavía tiene personas buenas".

Y el doctor fue agradeciendo uno por uno a todos los periodistas. De su esposa dijo: "la quiero aún más de lo que le quería antes de estar en prisión".

La compañera de trabajo del doctor, Marisol Alejandra Pérez, de 40 años y madre soltera de una niña de cinco, salió de las oficinas con un destino: Estados Unidos, donde todos los días acudía a trabajar por la línea exprés.

"Estoy contenta, feliz, lista para irme a el Paso. Tuve una mala experiencia, por hacer lo correcto nos pasó una mala experiencia pero gracias a Dios ya todo pasó".

El doctor Justus se fue a comer tacos, de carne y pollo con mucho guacamole: sus preferidos. En sus manos, traía un mazapán. "Me encantan. La comida no es buena en la prisión...", me dijo riéndose, aunque profundamente cansado.

El no quiere irse de Juaritos. Aunque muchos se lo recomiendan por su seguridad: no saben quién les quiso hacer tanto daño poniéndoles droga.

"Quiero regresar a la vida normal, irse sería como quitarles la esperanza a otros. Yo quiero que me dejen quedarme aquí, por favor, Juárez es mi hogar, que me dejen estar en mi casa".

Y de nuevo, el doctor Justos hizo honor de nombre, al significado en español: "El justo". Su madre, profundamente cristiana, lo escogió basándose en el personaje de la Biblia. Y le enseñó los valores que ha llevado toda su vida por el mundo: desde que salió de un poblado de Kenia becado a una universidad estadounidense por sus triunfos en atletismo.

martes, 18 de enero de 2011

El mundo al revés: los sicarios libres y el doctor en la cárcel














Doctor estadounidense. Veterano: en los marines hasta el 11 de septiembre de 2001. Ahora, en una celda de la prisión del Cereso municipal de Ciudad Júarez.

Bienvenidos al mundo al revés:

Es miércoles 12 de enero. El doctor Justus Lawrence Opot, de 40 años, necesita ayuda: los busca, piensa que le van a proteger, que son su salvación. El retén de los policías federales está en la avenida Lincoln, camino hacia el puente libre por el que cruza todos los días para trabajar en un centro médico de El Paso, Tejas.

Lo que acaba de descubrir, al dejar una bolsa en la cajuela del vehículo de su compañera de trabajo, le inquieta. Ella, Marisol Alejandra Pérez, también ciudadana estadounidense, le ha dicho que no se va de viaje, que antes de cruzar a El Paso sólo van a dejar en la escuela a su niña. Pero hay dos maletas.
Pérez le está haciendo el favor de llevarlo a El Paso porque su viejo carro está descompuesto. El nuevo se lo robaron hace un año en un asalto a punta de pistola mientras manejaba.

Llegan a la escuela de la pequeña y la amiga del doctor pide a la maestra unas tijeras para abrir las maletas. Lo que encuentran es marihuana, casi 55 kilogramos, según las autoridades.

Van en busca de los policías federales para entregarla, denunciar esta situación e intentar olvidar la pesadilla. Pero el doctor estadounidense, casado con una juarense, se equivoca. Lo que encuentra en los policías federales es la injusticia:

Está detenido. El todavía no lo sabe. No entiende mucho español. Piensa que está acompañando a los federales para poner una denuncia. Pasan las horas. El viernes, los llevan a prisión.

Marisol Arreola, la esposa del doctor, comienza a inquietarse. Le está llamando al celular y está apagado. "Empecé a buscarlo como una loca", me comenta Arreola, licenciada en Comercio Internacional, y profesora universitaria de inglés.

Cuando lo localiza, las autoridades le dicen: "Consígase un buen abogado, el caso de ellos es muy difícil, los están acusando de posesión de marihuana con destino de venta".

En varias iglesias de Ciudad Juárez como La Sagrada Familia, donde el doctor atiende gratis, nadie cree la versión de las autoridades.
Tampoco en otras partes del mundo, donde viven profesionales que trabajaron en Ciudad Juárez y que ahora están destinados en otros países. Comienzan a organizarse. Hay que sacar libre al doctor que les orientó, que les ayudó a adaptarse a la vida en un nuevo país.

El forma parte de la organización internacional de intercambio estudiantil llamada AIESEC.
Y participa activamente en el Festival de las Naciones en Ciudad Juárez que realiza el Instituto de Migración, desde que llegó a Ciudad Juárez en el 2002 a estudiar medicina en la Universidad de las Américas.

Desde Polonia, Lituania, Eslovaquia, Francia, Colombia, Venezuela y Estados Unidos, entre otros países, comienzan a presionar a las autoridades mexicanas.

"Nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros", me dice vía correo electrónico la ejecutiva Camila Silvestre, desde Sao Paulo, Brasil. "Quien conoce al doctor Justus sabe que sería incapaz de hacer algo que vaya en contra de sus propios valores".

El economista polaco Krzysztof Rozkowski afirma que no sólo está apoyando a Justus porque es su amigo, sino "porque fue detenido porque decidió hacer algo que cada ciudadano justo y honesto tiene que hacer en una situación así. Sólo que una persona necesita mucho coraje para denunciar".

La publicista brasileña Carolina de Oliveria dice que está con él "por conocer su trayectoria y su vida. Estoy segura de su inocencia y de su integridad".

Y todos coinciden en un punto. "Siempre he dicho que Juárez no es la más bonita, la temperatura tampoco es la más agradable, pero su gente me ha enseñado lo mejor de México", afirma Camila Silvestre.

"Lo que sucede en Ciudad Juárez me causa un tremendo dolor", subraya el administrador de empresas chileno, residente en Eslovaquia, Fer Ordenes. "La falta de justicia que existe para las personas honestas, es una gran vergüenza, la verdad".

El doctor, que llegó becado a Estados Unidos por sus triunfos en el atletismo, no está solo. En la prisión está conociendo a otras personas que les ha ocurrido lo mismo y llevan meses en prisión. Como otros estadounidenses que, como él, han recibido sólo de su consulado una visita.
Le preocupa que su futuro esté en manos de otra persona. Ahora sólo quiere salir en libertad, está pensando marcharse de la ciudad donde denunciar es un crimen. Y eso le duele.

*Foto de archivo/cortesía. Marisol Arreola con su esposo, el doctor Justus Lawrence Opot.

sábado, 8 de enero de 2011

Cruz con clavos: feminicidios impunes como desde hace 18 años



































































Esta tarde, Arelí dejó sus muñecas en la casa para buscar a Idalí Juache Laguna, desaparecida desde el 23 de febrero de 2009. A los 19 años de edad.

Al llegar a la Plaza de Armas -la zona de Juárez donde desaparecen desde hace dieciocho años más mujeres- la pequeña batalla con un cartel con dos fotos de Idalí y un velo blanco con el que intenta cubrir su rostro, para protegerse.

Cuando le pregunto si puedo ayudarla (con el velo), ella me dice: "Sí, yo ya quiero ver a mi hermana".

No sé qué responder. La niña tiene 8 años. Está acompañada de Norma Laguna, su mamá, y sus otras hermanas de 7 y 4 años.

Unas 70 personas se van concentrando en la plaza, donde se encuentra la catedral. Es una acción más de las Jornadas Camino a la Justicia. Se dirigirán por las calles del centro de la ciudad hasta el puente internacional de Santa Fe, que separa la ciudad más peligrosa del mundo por tercer año consecutivo, de la más segura de Estados Unidos, El Paso (Tejas).

La pequeña Arelí encabeza espontáneamente la marcha. Va delante de la pancarta principal con las fotos de algunas de las mujeres desaparecidas. Piden justicia por el asesinato de Marisela Escobedo y por los 304 de mujeres asesinadas en el 2010 en Ciudad Juárez.

Cada inicio del año -desde que la ciudad se vistió de cruces rosas en protesta por las muertes y desapariciones de mujeres denunciadas en una lista, desde 1993, por la pionera activista contra el feminicidio Esther Chávez Cano, ya fallecida- regresan a esta cruz.
Y en papelitos escriben los nombres de las mujeres que los atan a los enormes clavos que surgen de la cruz Ni una más: el lema que, al parecer, la poeta Susana Chávez, de 36 años, creó y alzó hasta que la asesinaron el miércoles, cortándole la mano, según la Red Mesa de Mujeres. Asesinada a pesar de que la Fiscalía General del Estado no ha revelado su nombre y muchos hoy desconocen que ha sido asesinada.

"No tenemos memoria histórica. La muerte de Marisela sólo marcó lo más encarecido de esta lucha, pero desafortunadamente no sólo Marisela ha sido asesinada", me comenta la psicóloga lrma Casas, la directora de Casa Amiga Esther Chávez Cano, una organización no lucrativa que atiende gratuitamente a mujeres víctimas de violencia y sus hijos.

"En el pasado año murieron 304 mujeres, en la mayoría de casos criminalizados por las autoridades, donde explican que su muerte es debido a que andan dentro de los cárteles, y ese es muy buen pretexto del gobierno federal para enviar a los soldados y ahora a los policías federales que sólo han venido a recrudecer la violencia. El plan Todos Somos Juárez del presidente Calderón ha sido un fracaso total y lo vemos con los miles de asesinados más en este año", razona Casas.

Cuando un grupo de mujeres grita "!Sicarios, policías, la misma porquería!", uno de los espías de la Secretaría de Gobernación de México que está camuflado entre los periodistas que cubrimos la marcha comienza a tomar fotos con más intensidad. Va apuntando nombres. Como lo hizo al comienzo de la protesta una joven policía municipal.

Se escucha una voz. Es la mamá de la universitaria desaparecida Mónica Janeth Alanís Esparza, que lee una carta dirigida a las autoridades.

"Mi primer deseo es que podamos vivir", afirma Olga Esparza, que no pudo reunirse con Marisela Escobedo en su lucha por justicia en el palacio del gobierno del estado de Chihuahua, porque dos días antes fue asesinada. Y Olga, la mamá de Mónica Janeth Alanís, convirtió su rabia en gritos de justicia aún más firmes: por su hija, por todas las hijas, por su Juárez.

Esto fue lo que ocurrió, en vídeo. Es de uno de los lectores de este blog, que prefiere mantenerse en el anonimato:


****Hoy fueron asesinadas nueve personas más: 58 en lo que llevamos del 2011, por ahora.
El asesinato de la poeta Susana Chávez sigue siendo un número más para las autoridades. Pero no para su comunidad.
Para el gestor cultural Leobardo Alvarado, "Susana era una joven de una generación que se da a conocer a fines de los noventa con su trabajo intelectual y de activista. Era parte del relevo generacional en la demanda de justicia, de reflexionar sobre la ciudad".

Os dejo con uno de sus poemas, Sangre Nuestra:

Sangre mía,
de alba,
de luna partida,
del silencio,
de roca muerta,
de mujer en cama,
saltando al vacío,
Abierta a la locura.

Sangre clara y definida,
fértil y semilla,
Sangre incomprensible gira,
Sangre liberación de sí misma,
Sangre río de mis cantos,
Mar de mis abismos,
Sangre instante donde nazco adolorida,
Nutrida de mi última presencia.

miércoles, 5 de enero de 2011

Pagar cuota de extorsión, para seguir vivo en Juaritos













Cada semana, recibe una llamada que dice así:

-"Oiga jefe, ahí vamos por nuestro dinero".

Ellos llegan. Estacionan su vehículo y dos de ellos entran al local.

El intenta guardar la calma. Sabe que, lo que está comprando, es un día más de vida: para su negocio, para su familia. En la ciudad sin ley: donde se incendian edificios o se mata también por no pagar una cuota de extorsión.

Llegué unos minutos antes de que este pequeño comerciante comenzara con el rito semanal: pagar la cuota de 5 mil pesos semanales (unos 409 dólares) al crimen organizado. Los dos extorsionadores iban vestidos normal, como si fueran unos clientes, y se saludaron amigablemente.

Pero ahora que ellos ya se fueron con su dinero -el poco que puede ganar ahora debido a la inseguridad que se disparó desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón-, me dice:

"Es una burla y peor la burla que nosotros los vemos, pasan las patrullas de los policías federales y lo curioso es que ellos no los ven".

Al llegar a un local donde me encantan devorar los fantásticos burritos de Juaritos, compartí con el dueño lo que había visto: me sorprendió la normalidad con las que los extorsionadores habían entrado a aquel negocio y la aceptación (para no morir) del pequeño empresario.

El me contó que también pagaba cuota y lo que le ocurrió hace unos días: le faltaban 300 pesos (unos 24 dólares) para pagarla. Ellos le dijeron: !te vamos a matar! El les intentaba explicar que lo entendieran, que no le salió, que tiene una familia...

Le pusieron el arma en la sien. El sintió que era el final, hasta que sus empleados reaccionaron y entre todos logran juntar los pesos para completar la extorsión de 1.800 (unos 150 dólares) a la semana.

"Más que miedo es una impotencia lo que se siente. Ciudad Juárez ya no aguanta un año más", comenta.

Y me presenta a un cliente que tiene un bar en la ciudad, donde paga cuota de extorsión al crimen organizado y a los policías federales.

"Los federales son unos abusones y piden más (dinero)", afirma. "No vemos claramente quienes son los enemigos, finalmente al gobierno y a los malos ya los vemos igual, porque hablan el mismo idioma, el mismo lenguaje, esa es la tristeza que nos estamos enfrentando actualmente".

Antes, era una tienda de ropa íntima para mujeres. Ahora está cerrada, en renta. Está en un edificio donde se encuentra el Hotel Continental, uno de los muchos hoteles donde se hospedan los policías federales, que se protegen con costales de arena. El local tiene un anuncio: "Se renta" y un pinta, en rojo: "No incluye cuota".

****Unas 900 tiendas de abarrotes se han visto obligadas a cerrar por no poder seguir pagando la cuota de extorsión, según datos de la Cámara Nacional de Comercio en Pequeño (Canacope). En el 2008, cerraron 200. En el 2009, 350 y en el 2010, 500. Las extorsiones afectan a todo tipo de negocios, incluídas las iglesias y escuelas.
Las extorsiones se dispararon en Ciudad Juárez en el 2008, cuando comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón, apoyado por el Ejército y la Policía Federal.
La genial foto que hoy comparto con vosotros no es mía. Es de José Alberto García.