martes, 25 de diciembre de 2012

En Juárez unos viven la Navidad, otros intentan olvidarla y en el hogar de Nancy Navarro sonríen en la agonía de la espera



Es de color rosa: este año pensaban no celebrarla. Que fuera como el año pasado, sin arbolito ni Santa para tres de sus cuatro hijos y nieta. Al entrar en la casita de Lucy, la mamá de Nancy Navarro, hay un pino (rosa) de Navidad.

"Es la luz que yo estoy esperando, una luz de esperanza de volver a ver a mi hija algún día. Lo compré rosa porque a mi Nancita le encanta el rosa y cada luz que prenda es una luz de esperanza".

En Ciudad Juárez unos viven la Navidad, otros intentan olvidarla. Para que no duela aún más la ausencia de unos 11 mil 300 asesinados en cinco años, en la llamada guerra contra el narco del ahora ex presidente Calderón, los desaparecidos.
En el hogar de Nancy Navarro, desaparecida a los 18 años el 13 de julio de 2011, han decidido sonreír en el dolor. Por los más pequeños de la familia: "que miraban los pinitos" en la tele y pedían uno.

"Con el dolor de mi hija, tengo que sonreír ante mi familia y mis hijos, y todos. Y es bien duro estar en familia y que ella no esté, no saber si habrá comido, dónde estará, y tener que sonreír".



Se levantó pronto para preparar tamales en la casa de su suegro. De carne deshebrada en chile colorado y de chile verde con rajas. Amasó la masa de maíz con sus manos doloridas y con calambres por estar empacando algunas noches pozole helado y sellarlo en una fábrica que distribuye bolsitas en los supermercados de la ciudad. Cuando terminó, dejó cocer al vapor los tamales en una hoguera
improvisada en la arena del desierto que separa su hogar de la vivienda del padre de su esposo. Y fue a cobrar su jornada en la calle Mina, donde está la tienda Modatelas, a la que su hija Nancy Navarro fue a buscar trabajo el día que desapareció.

"Cada vez que paso por ahí, por más que me fijo a ver qué oigo... Siempre anda uno con la esperanza de ver, de oír algo. El centro ya no es andar feliz comprando las cosas, es ver a qué mira uno, a ver qué escucha".

Esta vez tampoco vio a su hija. Ninguna pista de su paradero.

Llegó la hora de la cena de Nochebuena. Arrullan al niño Dios y le cantan, pidiéndole posada. Antes de comenzar a comer tamalitos dan gracias por estar reunidos. Y cuando es hora de darse el abrazo porque llegó la Navidad, a las doce de la noche, comienzan los deseos. A esa hora, Santa ha llegado al árbol de Navidad: una tía soltera de los niños -que trabaja como operaria en una fábrica maquiladora- ha podido comprar cuatro regalos para los tres hijos de Lucy, de 15, 7 y 6 años de edad y Brianita, la hija de Nancy Navarro, de 2 años y seis meses.

Los pequeños están ilusionados y comienzan a jugar con los juguetes. Carlitos, de 6 años, es el único que muestra su descontento. Es hora de dormir y Santa no le trajo el regalo que le pidió.

"Volver a ver a Nancy".

**** Lucy dejó de sonreír al ir a dormir. En la soledad es libre para sentir.
"Cada noche le pido a Dios que me la cuide donde quiera que esté y que me de fuerza para seguir adelante, y que yo confío en él para que me la traiga viva. Estoy triste por mi hija, pero también le doy gracias a Dios porque todavía estoy de pie y tengo que sonreír con mi dolor en el fondo de mi corazón porque no quiero que mi familia me mire triste, porque cuando ellos me miran triste, a ellos le duele"





lunes, 10 de diciembre de 2012

Ernestina Enríquez: "A nuestras hijas (desaparecidas en Juárez) no las buscan como a Jenni Rivera"


Hace poquito más de un año, el 2 de diciembre, Ernestina estaba enterrando a su hija Adriana Sarmiento. O a lo que quedó de su pequeña: tras desaparecer a los 15 años de edad  y permanecer dos años "olvidada" por las autoridades en el Servicio Médico Forense (Semefo), mientras ella iba vendiendo lo que tenía para buscarla por todo México.

Adriana, que desapareció el 18 de enero de 2008 en la zona centro, era alumna de la preparatoria Ignacio Allende, en la que estudiaban seis jóvenes desaparecidas.

Ernestina comienza a deslizar en el suelo unos zapatos similares a los que llevaba su hija. Está con otras mamás de desaparecidas en Ciudad Juárez. En la explanada de la Fiscalía General del Estado en un lunes en el que el mundo conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos.

Los zapatos son rojos: como la sangre que se ha derramado en los diecinueve años de feminicidio impune en esta ciudad fronteriza con Estados Unidos.

"Siento mucha tristeza porque uno de esos zapatos es como si hubieran sido los de mi hija", dice Ernestina Enríquez, de 56 años, que trabaja limpiando casas. "Mi hija era muy bailadora, le gustaba mucho la cumbia. En esos zapatos ya nadie va a bailar".

Ernestina no está sola. Le acompañan la mamá de Silvia Arce que sabe lo que es tener una hija desaparecida desde hace quince años, la de Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, Nancy Navarro,  Janeth Paola Soto Betancourt, Brenda Berenice Castillo, Cinthia Jocabeth Castañeda,  Esmeralda Castillo Rincón, entre otras.


El aire está frío en una mañana de cielo azul intenso. Para llegar hasta la Fiscalía, Ernestina ha tenido que dejar su chamba de hoy, tomar dos ruteras del pésimo transporte público de Juárez y ya no le quedan más pesos más que para tomar una: tres horas en bus.
Le pregunto por qué está aquí: en una protesta con 300 pares de zapatos, que recuerda a la instalación artística organizada por una ong estadounidense hace siete años con zapatos de los soldados y civiles muertos en Irak. Es el vacío del dolor agravado por los porqués sin responder: la injusticia que reproduce las desapariciones, los feminicidios. Y que expresa ahora la artista mexicana Elina Chauvet, nacida en Casas Grandes y residente en Europa, actualmente en Italia, con la que un día las mamás quisieran conversar.

"No hay avances en la investigación. Ellos (las autoridades) ya pagaron el funeral y con eso está arreglado todo, ya cumplieron.
Somos personas que vivimos lo mismo y pues total a mí ya me entregaron lo que yo buscaba, pero hay otras que todavía no las entregan, quizá estén guardadas, escondidas como la mía. Yo me puedo decir afortunada o me puedo decir desafortunada, pero entre lo desafortunada puedo decir que soy afortunada porque hay personas que se les está entregando una pieza o dos piezas y eso no es su hija.
Es algo bien triste, comes porque tienes que comer, duermes porque tienes que dormir, pero no hay vida. Y luego te la entregan cuando se les da su gana, la tienes y es otro sufrir para acostumbrarte que ya no va a regresar".

Ernestina va buscando por la instalación los zapatos rojos que le recuerdan a su hija. Como otras mamás. Comenta lo mucho que le gustaba bailar a Adriana Sarmiento las canciones de la "Diva de la Banda" Jenni Rivera, que en las primeras horas del domingo desapareció junto al avión en el que viajaba en el estado de Nuevo León. Y las autoridades iniciaron una búsqueda inmediata encontrando restos, que prometieron analizar en un tiempo récord para que la familia de Jenni pueda enterrarla lo antes posible.

"Sí, es que ella era muy importante y tenían que encontrar sus restos. A nuestras hijas desaparecidas no las buscan en helicópteros como a Jenni Rivera. Ella era una importante muertita. Las de nosotros no, son mujeres de Juárez... a quién le importan, quién las busca y si las encuentran, nos las esconden, nos devuelven huesos. A nadie le importan, a nadie".

La hija de Anita,  Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, desapareció a los 16, un 7 de julio de 2011
Lucy, mamá de Nancy Navarro: desaparecida a los 18 años, un 13 de julio 2011

viernes, 30 de noviembre de 2012

Luz María Dávila, sin sus dos únicos hijos asesinados: "Ya se va Calderón, lo bueno es que ya se va a largar".

En unas horas, Felipe Calderón (PAN) ya no será presidente de México: se marchará sin más de 100 mil personas asesinadas (unas 11 mil 300 en Juárez) en su llamada guerra contra el narcotráfico. Como los dos únicos hijos de Luz María Dávila, convertidos en cadáveres durante una fiesta estudiantil en la masacre de Villas de Salvárcar en la noche del 30 de enero del 2010.
Más los desaparecidos.  Y los que han tenido que huir. Las cifras del horror que ni son una estadística, que no existen: se funden en la opacidad de su mortífero sexenio.
Mañana, regresará el PRI con Enrique Peña Nieto como presidente. Y Luz María, la mujer pequeñita de estatura y tímida, vomita su dolor. Como lo hizo en una visita oficial del Presidente Calderón a Juárez el 11 de febrero del 2010 tras el asesinato de sus pequeños, en la que interrumpió una reunión para exigirle que pidiera disculpas porque sus hijos no eran unos pandilleros, como el presidente justificó sus muertes. Para esta trabajadora de una fábrica maquiladora, no ha cambiado nada. Para ilustrar su impotencia quise regresar, en una foto, a aquel día en el que me permitió que conociera a sus dos únicos hijos en dos ataúdes, separados por la refrigeradora de su casita: José Luis Piña, de 16 años y Marcos, de 19.  Y me pidió que le tomara una foto. Fueron dos clicks y en ella vi unos ojos que me estremecieron. El presente es este:

Al rato Calderón se va a Harvard y cómo nos quedamos muchas mamás sin hijos, hijos sin padres, esposas sin esposos.  Unas se sienten mutilada por un hijo (asesinado). No me siento mutilada: me siento que no tengo nada, porque por culpa de él no tengo a mis hijos.  Yo sí que estoy muy enojada con el Calderón, en vez de ayudarnos de sacar el país adelante, nos atrasó.

Cuando el (ex presidente panista) Fox no hubo tanta desgracia. Lo que sentí es que nos subió el pan, los frijoles y la leche. Y el Calderón, el gasolinazo por mes, todo nos subió y de pilón las desgracias que nos dejó  y las pérdidas. La gasolina sube pero cuando me va a reponer a mis hijos. De qué me sirve que él me ofrezca cosas Si le pidiera lo que yo quiero, él nunca me lo va a regresar. No vale la pena decirle ya nada, porque es una persona que no tiene corazón. Para qué, ya me quitó a mis hijos, a los otros  muchachos.

Según él, hizo mucho en Villas de Salvárcar, pero porqué lo hizo.  Hizo el parque a costa de la sangre de nuestros hijos y te apuesto que si no hubiera pasado lo que paso en Villas y no alzamos la voz aquí ni  biblioteca ni parque que no se terminó como nos lo prometieron. 

Yo levanté la voz. Lo hice por la memoria de mis hijos, por los otros muchachos. Ellos se llevaban como hermanos, iban a la misma escuela. Lo hice y ahí me da gusto ver ese parque, el memorial está por ellos. Afortunadamente, el parque les está sirviendo a otros.

A mí me gustaría pedirle simplemente cosas no, porque eso a mí no me va a reponer a mis hijos, pero que al menos se de cuenta lo que quedó pendiente con las demás familias. Muchas familias se quejan que no les cumplió. A una vecina  le mataron a su esposo (fueron 12 muchachos y 3 padres los asesinados), necesitaba una barda (para proteger su casa), quedó viuda, y nunca trabajó y está recién operada en la columna, (tiene) un chavalito en la secundaria, y ahí le ayudan los parientes con los recibos. Tú crees que ella va a poder levantar una barda siendo que ahí le mataron  a su esposo. Y ahí vino Margarita (la esposa del presidente Calderón) y les prometen. Para qué les prometen si no les va a cumplir.

Pues a mí si me alegra que ya se vaya. Uno no sabe en realidad cómo van a ser los presidentes. Cuando él entró me gustó, que iba a hacer cosas buenas mejor. El  Fox lo que no dejó fue tanta desgracia, hizo muchas cosas para su conveniencia. Ya no sabe uno ni qué, ni cómo va a empezar el siguiente presidente. 

Sí me gustaría que el Peña viniera a Juárez y se reuniera con los de Villas de Salvárcar y que viniera a conocer el dichoso parque que nos dejó el Calderón. Hablar con él y tener una plática amena con él, qué piensa hacer de todo esto. 

Los políticos dicen que Juárez, que Chihuahua vive. Cómo va a vivir Chihuahua si en cada casa falta un familiar, cuando no hay muchachas desaparecidas, falta el padre, el esposo, está canija la situación. No dicen cómo era antes de Calderón y cómo termino en desgracia.

Bien, bien, no estamos. Porque si Juárez estuviera bien no hubieran niños huérfanos, desaparecidas, fosas clandestinas, crímenes impunes, asaltos, robos de carros, extorsiones, ejecuciones, secuestros, balaceras, pobreza, corrupción. Por no tener no tenemos escuelas, transporte público, pavimento en las calles, parques, si a eso le llaman ellos bien, pues entonces... no saben lo que está bien. De qué esté bien Juárez es mentira, ya bajó el índice, ya no hay tantos muertos, pero bajar, bajar no. 
Y de todos modos, uno sale del trabajo y no más estás cuidándote a ver quién te puede asaltar. Eso es estar bien, como ellos no viven en Juárez, tienen escolta. Y muchos viven en El Paso (Texas), que ya bajó el índice es lo que les platican y no los que ellos están viviendo.
En realidad no saben bien lo que pasa en Juárez.

Yo espero que ahora que entre este otro presidente, ojalá haga algo por la patria como dicen, no te voy a decir por mí, porque por mí no pueden hacer nada. Porque la pobre patria está de cabeza. Si quieren que crea, amárrese los pantalones y a cumplir. De por sí,  ya no lo quieren al Peña, si van a prometer y no van a cumplir, váyase a la fregada.

El Calderón ya no tiene ni nombre...  pues a ver qué nos espera con este otro que entra.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cuando el duelo de las víctimas se convierte en arte: Fragmentos de Oposición al Olvido

Olga Guerra, una artista juarense que devuelve la dignidad a los asesinados


Estamos viendo un gansito (pastelito) que me recuerda a mi tío Ernesto Guerra, le decían "manito". El 17 de agosto del 2010 apareció muerto tirado en la calle. Pues lo ejecutaron. Apareció tirado, lo amarraron en la Vicente Guerrero y Constitución, casi llegando al centro. Lo vi muerto en fotos en el periódico. Tenía tres hijos, una hijastra. El más pequeño tiene ahora 13 años. Mi tío tenía 44.

 Le gustaban mucho los gansitos.  Siempre que llegaba a ver a un amigo, "Lacus" le saludaba con un, "pínchate un gansito". Cuando mi tío muere, su amigo le lleva uno y se lo coloca debajo del ataúd.

No esperaba encontrarme esto. De hecho salí de mi trabajo y venía (a la exposición) con otra idea, de tomarle fotos a las piezas. Hasta que por el visor me topé con el gansito y supe que representaba a mi tío.

Enrique Guerra Sandoval, 25 años. 






Ella también lo recordaba convertido en un cadáver. Tirado al lado de su camioneta en donde Magdaleno Rangel, su tío adorado, se convirtió en noticia por unos minutos, hasta el siguiente asesinato.
Ana Cristina Ramírez, de 21 años, borra ahora estas imágenes por memorias que sanan: ve la muñeca que le regaló su tío, junto a un reporte de la fiscalía de un asesinato, un collar, un rosario... En una vitrina de madera cerrada con un cristal. Todos los objetos pertenecen o representan a diferentes personas pero forman parte de una misma realidad: ser asesinado en Juárez en la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón que ha dejado en la ciudad unos 11 mil 300 asesinatos en los últimos cinco años. Más los que sobreviven a las pérdidas.

Está en una exposición en la Galería Grupo Arte IMAN, rodeada de diez vitrinas que seducen. Como santuarios que devuelven la dignidad arrebatada al ser asesinado: en nichos que emanan paz para los vivos.

"Mi tío fue asesinado en el 2010, el 28 de septiembre. Yo estaba en mi casa y le hablaron a mi hermana y en lo que cuelga el teléfono mi papá pone la tele y sale y veo el cuerpo y la camioneta.  Iba a un hospital privado y saliendo de ahí trataron de secuestrar a su niño (de 12 años) y forcejeó con ellos y el niño corrió al Hospital del Sol y a él no le quisieron meter... pocos  hospitales estaban recibiendo a  balaceados. Y ahí murió", dice la joven universitaria.

"Me sentía sola después de haber construido un mal recuerdo -gracias a los medios amarillistas- de una persona que quieres y matan. Un duelo interminable por estas imágenes que dejan marcas en la memoria y en el duelo que no terminas de vivir porque la violencia se sigue haciendo presente en lo vulnerable que te puedes sentir después de haber vivido esta situación. En esta exposición creo que terminé mi duelo, por el proceso de encontrar los objetos me di cuenta que todavía tenía buenos recuerdos que pensé que había olvidado. Volví a mi niñez, a mi adolescencia y al presente con una sonrisa que jamás debí haber olvidado", explica Ana Cristina Ramírez.

Esta es la magia de Fragmentos de Oposición al Olvido, la muestra de la juarense Olga Guerra, una artista emergente que sabe convertir el horror en belleza elegante. Una apuesta artística pionera en Ciudad Juárez que continúa con entrevistas a familiares de asesinados para expresar la violencia en visualidades poéticas que hipnotizan.

"Me enfoqué en los objetos que hablan con la carga simbólica de las personas. Se intenta hacer un museo de las memorias individuales que incluya al pobre, al marginado, al asesinado. El problema es que son víctimas de la violencia y eran personas como tú y yo. La violencia es un síntoma de un problema viejísimo que no hemos resuelto, como la mala educación y la pobreza", explica la artista Olga Guerra, de 22 años, de la colonia Guadalajara Izquierda, una de las más azotadas por la violencia.


En la experiencia artística los familiares de los asesinados comparten espontáneamente sus sentimientos al reconocer los objetos de sus muertos convirtiéndose también en parte de la obra. Como Nancy Díaz, de 25 años, viuda de Gonzalo Rivera y mamá de cinco pequeños.

"Me dejó sola con cinco hijos. Cuando él murió yo estaba embarazada de siete meses. Fue el 22 de diciembre del 2009. Estaba en una funeraria velando a otra persona, acababan de matar a un vecino, entonces acudimos a la funeraria (Latina, en la colonia Emiliano Zapata) a ver a ese otro muchacho y de repente pasó un vehículo y empezó a disparar. En ese momento él estaba afuera. Mi bebé nació en febrero. Me pesó mucho su muerte. El y yo éramos como una sola persona", recuerda.

Ahora observa una bota de las que él se hacía a medida, unas semillas de calabaza que le encantaban y una playera con su foto.

"Siento alegría, de alguna manera lo siento vivo con su memoria, que está vivo su recuerdo... no quedó en un lugar ahí guardado".

Cuando sus hijos de 10, 8, 7, 5 y 2 años vieron la exposición sintieron a su papá, un vendedor en un puesto en una escuela, como un "héroe, como si fuera alguien importante". Por primera vez pudieron ver sus pertenencias sin sentir querer huir: por el dolor.

sábado, 17 de noviembre de 2012

El doble dolor de María Leti: hermana de Rosario (víctima de feminicidio) y mamá de Leticia García Leal, desaparecida




Hay en sus ojos un parpadeo nervioso que se acentúa cuando accede a que le tome fotos, con la única imagen que tiene de su hija. No le gustan los recuerdos.

Sobrevive con memorias mientras busca a su siempre niña, de su mismo nombre y apellidos: Leticia García Leal, que desde hoy hace un año no sabe dónde está.

La incógnita del presente sobre el pasado. Como hace 17 años. Es noviembre de 1995. Y su hija Leticia, ahora desaparecida a los 22 años, tiene 5. Ella, María Leti, trabaja en el turno de la mañana de la maquilla y su pequeña se queda al cuidado de su hermana Rosario García Leal, de 17 años, obrera de noche en la misma planta cinco de la Philips, donde ensambla televisores. Hasta que un día la pequeña no tiene quién la cuide: Rosario desaparece, sale de la maquilla, "agarra" la ruta especial para la colonia Azteca. Cinco meses sin saber de ella. Hasta que aparece, un 7 de abril de 1996:

Averiguación previa número 05396/96-1102
Víctimas: Rosario García Leal, Guadalupe Verónica Castro Pando y Olga Alicia Carrillo Pérez.
Al sur de Lomas de Poleo, se localizó el cadáver de una persona del sexo femenino, el cual carece de cráneo y extremidades superiores. 
Como a setenta metros, al norponiente se encontró un maxilar inferior con sus piezas dentales completas, una clavícula completa con restos de piel acartonada. 
A tres metros, un brasiere color negro, de talla chica con ambos tirantes rotos, un zapato de piel semienterrado color negro, un pantalón color café, un suéter color azul con guinda con la letra R, una bata de maquiladora con el logotipo de Philips en el lado izquierdo. 

Autopsia: Violadas. Estranguladas. A trozos.

"La encontraron puro huesitos. La encontraron en Lomas de Poleo porque un señor avisó que ahí estaba una mano o algo....Era muy bonita también, morena clara. Mi mamá al menos la encontró y pudo enterrarla en Madera. Se mantiene muy tensa, le ha podido mucho lo de mi hija, volver a empezar la situación de antes", dice María Leti García Leal, nacida hace 45 años de edad en la sierra Tarahumara.

Apenas habla de la desaparición y feminicidio contra su hermana Rosario hace 17 años. El ahora es la desaparición de su hija Leticia. Cuidar a sus dos nietas, Jaqueline, de 4 y Jennifer, de 7 años de edad que esperan a su madre. Y cruzar un puente fronterizo de Juárez hacia El Paso, Tejas, para intentar encontrar un poquito de chamba limpiando casas.

Para llegar a la casita de María Leti, en la colonia Jarudo, hay que adentrarse por unos diez minutos en carro de calles sin pavimentar que surcan la colina de arena, ascender por algunos caminos que no tienen luz al anochecer y parecen aclararse con la luna. Este es el recorrido que Leticia García Leal hacía, caminando, a la 1 de la madrugada, cuando la rutera de la maquilla Río Bravo la dejaba de regreso de su jornada laboral.

"Yo siempre le decía que se cuidara mucho, mira lo que le pasó con Chayito. Ya de grande le conté todo a mi hija, se ponía triste, era su segunda mamá, vivía con nosotras. Cuando su tía desapareció mi suegra se la llevó para que yo buscará a mi hermana, para que Leticia no se acomplejara".

Pero el 17 de noviembre de 2011, de hoy hace un año, Leticia no regresó de su trabajo en la maquila. La mayor de sus pequeñas estaba enferma y a las ocho de la noche solicitó un permiso para regresar a su casa. La joven pensó en tomar una rutera pero el guardia de seguridad le pidió a un compañero de la maquila le llevara. La dejó en la Avenida de los Aztecas, la calle pavimentada más cercana a la colina donde vive.

"Ya no sé qué pasaría", afirma María Leti. "Mi vida sí que ha cambiado mucho, es mi hija y lo peor es que la única. No puedo creer que me esté pasando por segunda vez. Yo vivo porque mi dios es mi grande y dios me tiene un propósito. Yo tengo esperanzas de que mi dios algún día me la va a traer viva".




Las autoridades "cambian mucho de parecer, me tiene bien desconcertada. Yo no estoy nada contenta porque principalmente no han hecho nada y no me han dado el resultado que quiero. Ojalá hicieran justicia y que vieran mi dolor y me estuvieran apoyando, pero yo sé cómo me lo estoy pasando, no duermo, me ha dado una embolia...".

Las hijas de Leticia piensan que su mamá está trabajando. "No sé qué decir, todavía no sé la realidad de ella, yo tengo la esperanza de que mi hija regrese. Están chiquitas y no les quiero traumar. Preguntan: y mi mami, ¿cuándo viene? yo quiero que ya venga mi mami. Al rato va a venir, no se agüiten".


*María Leti no va a intentar hoy encontrar más casas para limpiar y dar de comer a sus nietas. Tomará la ruta hacia la Catedral donde se celebrará una misa para que su hija Leticia García Leal aparezca viva. Y la seguirá buscando: con fotocopias de su foto que pegará en la zona centro de Juárez y el puente fronterizo de Santa Fe, donde hay una cruz rosa con clavos por las víctimas de feminicidio. Una de ellas, para su hermana Rosario.

martes, 6 de noviembre de 2012

"Celebra" el cumpleaños de su hija, pero está desaparecida: Nancy Navarro



Quiso recordar a su hija Nancy Navarro como si no estuviera desaparecida: cociendo un pollito para hacer el mole que tanto le gustaba por su cumpleaños, y con una sopita de arroz. Pero sin tarta:

 "A mi Nancita le fascinan los pasteles de tres leches, pero eso del pastel será cuando Dios nos conceda tenerla entre nosotros. Cuando mi hija cumplió un año de desaparecida, mi esposo me comentó que hiciéramos un pastel... no quiero porque para mí un pastel significa algo de felicidad".

Tampoco convocó a una marcha en el 20 cumpleaños de Nancy, como la que realizó con globos cuando cumplió 19: desde la iglesia Santa Cecilia hasta la Mega Bandera, a unos metros del puente fronterizo Las Américas, que separa Ciudad Juárez (Chihuahua) de El Paso (Tejas).

"Quería algo así como estar sola, como encerrarme. Quería algo diferente, como que se le va a uno, al no ver resultados y ver que haces protestas y agarran a gente que nada que ver, a gente que nada que ver, no más para que uno calle... No tenía ánimos de hacer una protesta ni nada. Las autoridades dicen que ya van a hacer el segundo tomo de investigación. Yo quiero que no hagan ningún tomo y que me entreguen a mi hija. Y no más dicen que hacen la investigación que uno les lleva y ni para eso sirven, para sacarle a uno de sus dudas".

Comenzó el martes 6 de noviembre sin cantar las mañanitas a su hija que cumple años. Se acordó de que hace hace 20 años su primera hija nació tras dos días en el hospital y pesó 3 kilos y 600 gramos. Desde que nació la llamó Nancy. En la fábrica maquiladora donde comenzó a trabajar a los 16 años de edad, Lucy conoció a una enfermera que se llamaba Nancy y pensó que cuando se casara y tuviera una niña llevaría ese nombre que se le hace "bien bonito".

"Y su papá escogió el nombre de Ivette. Vamos al registro, y nos preguntan: ¿nada más con ese nombre? y él sale con que Nancy Ivette", recuerda sonriendo entre lágrimas.

Pensó en la quinceañera de su hija, en la fiesta que le obsequió tras la misa que se celebró en la iglesia donde ahora reza por su regreso, en las invitaciones y detalles que organizó durante un año para su 15 cumpleaños.


Lucy preparó a sus tres hijos para ir a la escuela y se dirigió a la misa de las 8 de la mañana. En la capilla del santuario pidió con todas las fuerzas que su Nancy apareciera viva.

"Hace 20 años deseaba el momento que ella naciera para cuidarla, protegerla y ahora no está conmigo. Yo creo que es una situación bien difícil no poder tener aquí a mi hija y darle un abrazo por su cumpleaños. Nancita sigue siendo una niña muy querida por todos nosotros, una niña noble, sin maldad, sin merecerse que le pasara esto".




En la mesa del comedor de la casita de Lucy hay seis sillas. Dos para el matrimonio y cuatro para sus hijos de 15, 8 y 6 años de edad. Una, para su hija mayor que ahora ocupa Brianita, la niña de Nancy Navarro.

La comida está lista. Llegan algunos familiares para acompañar a Lucy y a su esposo José Adrián antes de que éste se encarame en una rutera que le lleve hasta su chamba de mesero en un restaurante. Y la pequeña Brianita, de dos años y siete meses, llama a sus tíos (también niños) para comer:

"¡Hermanitos vengan a agarrarse de la mano porque vamos a rezar por mamita Nancy, porque ella va a venir!".


***Hoy es martes 6 de noviembre de 2012, el día en que Estados Unidos elige su presidente entre el presidente Barack Obama y Mitt Romney, y en esta ciudad fronteriza -que vive al ritmo estadounidense- se vive con expectación. Pero para Lucy y su familia es el segundo cumpleaños de Nancy Navarro, en el que no la pueden abrazar ni festejar: hace un año y cuatro meses, un 13 de julio del 2011, Nancy fue a buscar de trabajo a la zona centro de Ciudad Juárez y desapareció: como tantas otras. A los 18 años de edad.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Recordando a sus asesinados en un camellón (y exigiendo justicia)




Finaliza su turno en la fábrica maquiladora, en la que trabaja cosiendo vestiduras para los carros. Y encuentra a sus tres pequeños correteando en un altar a los muertos: en un camellón -banqueta que divide los dos sentidos del tráfico de la carretera-, que en la colonia Riberas del Bravo Etapa 6 se convierte en el único parque para los niños. Es de arena del desierto y carece de columpios pero hoy está lleno de color: y de recuerdos que piden justicia. Es 2 de noviembre, el día en que México recuerda con altares a sus muertos. En Juaritos, más de 11 mil 130 asesinados desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico hace cinco años.

Carolina Sánchez divisa la foto de su esposo en el altar cuando Gael, de 4 años, le recibe con un "quiero pan, mamá". Lo saca de su bolso. Y me dice: "Yo no lo como (en la maquila, donde me lo dan) por dárselo".
Su marido, Arturo Ramos -que fue asesinado a los 36 años de edad, hace un año y ocho meses- está acompañado ahora de un platillo de enchiladas de queso con chile rojo y una botella de Coca-Cola.

"A mi esposo le encantaba la soda, se podía tomar hasta cuatro litros en un ratito, unos vasotes de soda, era lo que más le gustaba".  El era taxista. "Le dieron un balazo en la cabeza y todavía le pasaron un carro en la cabeza. Le destrozaron el rostro".



Carolina estaba en la maquila cuando sus vecinos comenzaron a levantar el altar del Día de los Muertos recordando a los que murieron, algunos de ellos asesinados.

 "Aquí somos muy unidos, yo creo que en esta temporada es lo que nos hace falta a todos, ser muy unidos. En lo que yo andaba reconociendo el cuerpo de mi esposo (cuando lo asesinaron), ellos hicieron todo, se encargaron de juntar el dinero para pagar lo que era del sepelio..."




Comenzó a diseñar el altar: Lourdes Muñoz Galaviz, de 33 años, una ama de casa madre de cinco niños de 16, 13, 11, 6 y 2 años de edad. De pronto, pensó en los cadáveres no identificados y decidió realizar una instalación artística, sin ella saberlo: un altar, una representación de un cementerio junto con otra de una fosa común separadas por un caminito y con cintas de color amarillo.

En la fosa común que creó hay tumbas con cruces de madera que señalan la fecha en la que murieron los que al ser asesinados perdieron hasta su nombre. Y un cartel que pide justicia.

"Pedimos justicia porque a los vecinos que los mataron aquí eran vecinos que sabemos que no andaban en malos pasos, eran gente trabajadora, que se dedicaban a cuidar a su familia, a su hogar. Les arrebataron a sus hijos, a su padre, a las señoras las dejaron solas, sufriendo teniendo que ir a buscar el sustento de sus hijos, y a mí se me hace muy feo porque ellos no tienen la culpa de la inseguridad que se vive en Ciudad Juárez", dice Muñoz.

"Queremos hacer simbólico lo que nosotros sentimos. Los que ya están enterrados pues ya no pueden hacer, murieron inocentes. Es buscar una forma que los gobiernos volteen a vernos, que necesitamos ayuda, que estén al pide del cañón, y que hagan  hagan mérito porque ellos están gobernando porque  muchos los hemos votado esperando que haya resultados...".



Las tumbas que simbolizan un fosa común están separadas de las que se representan en un cementerio "para que se vea qué es un panteón cuando la gente va y le lleva flores a sus muertos. Y a ellos nadie les llora y nadie va".

A otros muertos, como Melissa Delgado -asesinada en diciembre de hace dos años a los 28 años de edad cuando estaba embarazada-, no tiene a un esposo que les llore -está desaparecido- ni a su mamá, que falleció del dolor en el día que se cumplía el primer aniversario del asesinato de su hija. Le queda su niño, de ahora 9 años.  Con un féretro realizado con dos cajas, cubierto de las mariposas que tanto le gustaban, galletas María remojadas con agua y tamalitos, los vecinos la recordaron en la ofrenda a los muertos, esperando que a la noche regrese su espíritu y disfrute de lo que más le gustaba, como señala la tradición prehispánica.

"Es muy duro porque ya no están. Es muy triste ver como cada cosa que le poníamos (en el altar) los vecinos decíamos: "a él le gustaba comer esto", y son cosas que a ellos les gustaban y sólo quedan en el recuerdo y en nuestro corazón que exige saber quién los mató, por qué: justicia".

jueves, 30 de agosto de 2012

Las muertas de Juaritos tienen su monumento (inconcluso y con un nombre equivocado de las asesinadas), pero no justicia






"!Vivas las queremos, vivas se las llevaron. ¿Qué queremos? justicia. ¿Para cuándo? ahora. No queremos ni una más en Ciudad Juárez. Para ahora queremos respuestas, que no nos den atole con el dedo. Estamos cansadas de promesas. Ellas no se han ido, están en los bares... No queremos más cuerpos, las queremos vivas!!!!!!!!!!!!!". 

         (Madres, niños y familiares de desaparecidas. Segunda inauguración del monumento conmemorativo de las ocho adolescentes y jovencitas encontradas asesinadas en un campo algodonero. 30 de agosto 2012: Día Internacional de la Desaparición Forzada)

Hasta hace unos minutos, Irma escuchaba en un acto al secretario del ayuntamiento Héctor Arcelús, en representación del alcalde de Ciudad Juárez. Hasta que gritó su dolor convertido en exigencia de justicia. Aquellas palabras oficiales que hablan, en pasado, de las desapariciones, feminicidios y el cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, del 2009, se contradicen con su presente. Con los presentes de familiares de desaparecidas y muertas.

En el mundo que la autoridad municipal expresa, su hermana viuda Maricela González Vargas no hubiera desaparecido el 26 de mayo de 2011 y, de haber ocurrido- con el cumplimiento de la sentencia hubiera aparecido- estaría con sus cuatro hijos de dos, tres, seis y doce años de edad. 

Comienza la inauguración, por segunda vez,  de un memorial al que el estado mexicano ha sido obligado a construir por la Corte en un campo algodonero, donde hace once años se hallaron los restos de ocho adolescentes y jóvenes desaparecidas.





Lo nuevo del monumento conmemorativo -que se había inaugurado en noviembre del 2011 sin la presencia de las madres porque las autoridades se negaban a inscribir los nombres de las muertas- son los nombres de sus hijas: sin grabar, en pegatinas de color negro. Pero un error en uno de los nombres de las muertas recuerda la negligencia de las autoridades mexicanas por la que la Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenció hace tres años al estado mexicano: el nombre de Verónica Martínez Hernández está ahora en el memorial, como si su asesinato impune fuera el de una más y poco importara la verdadera identidad del cadáver hallado, que once años después está sin identificar y que las autoridades decidieron que fuera el de Verónica. 
Esta joven trabajadora de maquiladora, que desapareció a los 19 años de edad, fue encontrada muerta un año después del caso del campo algodonero, según la identificación científica del Equipo Argentino de Antropología Forense. 
Como Verónica Martínez, las aún desaparecidas Guadalupe Luna de la Rosa y Bárbara Aracely Martínez Ramos fueron halladas en el 2001 en este cementerio clandestino hasta que las forenses argentinas demostraron, cuatro años después, que aquellos esqueletos correspondían a María Rocina Galicia Meraz y a Merlín Elizabeth Rodríguez Sáenz. Y sus mamás volvieron a buscarlas en lugar de llorarlas en sus tumbas.

Al representante municipal, que encabeza la ceremonia, lo acompañan autoridades estatales como el gobernador de Chihuahua César Duarte (PRI)- y de la presidencia del gobierno de México: el secretario de Gobernación Alejandro Poiré (PAN), que en tres meses dejará su cargo cuando México tenga a Enrique Peña Nieto (PRI) como presidente.
Ninguna de las autoridades responsables de la indiferencia ante las desapariciones de mujeres, de la fabricación de identidades de las muertas, de la impunidad y de los culpables que resultaron ser inocentes (y cuyos dos abogados fueron asesinados por "error" por las fuerzas de seguridad), están presentes. El que fuera gobernador del estado Patricio Martínez, en aquel tiempo, fue elegido el pasado 4 de julio senador por el PRI. 

"!Vivas las queremos, vivas se las llevaron. ¿Qué queremos? justicia. ¿Para cuándo? ahora. No queremos ni una más en Ciudad Juárez. Para ahora queremos respuestas, que no nos den atole con el dedo. Estamos cansadas de promesas. Ellas no se han ido, están en los bares... No queremos más cuerpos, las queremos vivas!!!!!!!!!!!!!" 

Voces desgarradoras de dolor. De mamás y niños de desaparecidas que caminan hacia las autoridades,  con las mantas con las que buscan a sus hijas, desde la entrada de la plaza situada entre los hoteles de la ahora zona del Consulado de Estados Unidos, en las avenidas Paseo de la Victoria con Ejército Nacional.




-Señor gobernador, le queremos sacar un compromiso... -dice Ricardo, el padre de la universitaria Mónica Janeth Alanís Esparza, desaparecida a los 18 años de edad el 26 de marzo de 2009-.  Estamos exigiendo que la desaparición esté tipificado como delito. Me lo arrodillo para que lo hagan. Uno de sus agentes de la fiscalía dijo que el delito de robo de mujeres no es un delito, llévese a la que le guste, sólo esto le faltó decir al señor Esparza. ¿Cuándo lo van a hacer un delito, cuándo le roben a su hija de usted? Por favor, hágalo. Es un trabajo social buscar a las jovencitas. Mejor hay un teléfono para reportar un carro (robado) que para una joven desaparecida. ¿Vale más un carro que una joven? Es que hay muchas mujeres, como dijo un fiscal, que se pierden por golfas. 

-Y  dijeron que si se perdían era porque íbamos de putas, cuando mi hija desapareció fuera de la secundaria, no por andar de vaga, interrumpe Consuelo, la mamá de Griselda Murúa López, desaparecida en abril del 2009 a los 16 años de edad.

-Y aunque anduvieran de golfas, no tienen por qué perderse ninguna mujer..., añade otra señora.

Aplausos de la mayoría del público. Y más gritos de justicia. Las autoridades, bien calladitas.






De pronto, Norma Andrade -mamá de Lilia Alejandra García, asesinada en febrero del 2001, que huyó de Ciudad Juárez el año pasado tras sufrir un intento de asesinato el 2 de diciembre del 2011 y recibir amenazas de muerte-,  se plantó delante del gobernador Duarte y le dijo que el asesino de su hija era un familiar de un funcionario de la policía.

-Traígame el expediente, le respondió el gobernador. 

Y Mari García,  mamá de Jessica Leticia Peña, desaparecida a los 15 años en el centro de Juárez y encontrada en un cementerio clandestino con los restos de 12 desaparecidas en el Valle de Juárez, le pide cuentas: 

-¿Dónde están las promesas, o dígame son ustedes (los asesinos) o están comprados? 

En febrero, esta mamá protestó durante cuatro días delante de la Fiscalía con el ataúd que contenía los huesos de su hija Jessica Leticia, hasta que el gobernador acudió a reunirse con ella.

Este insiste a las mamás que lo rodean más del 90 por ciento de las desaparecidas durante su administración se han encontrado vivas. Y decide no dar un discurso.

Los rostros de las autoridades que habían entrado al recinto sonrientes comienzan a cambiar. De pronto,  corren, para develarla, hacia la estatua Flor de Arena que realizó bajo concurso público la artista plástica juarense Verónica Leiton, nacida en Santiago de Chile. 






El secretario de Gobernación comienza a hablar tras el atril para intentar ganarse la confianza de los familiares de desaparecidas.

"Yo soy mexicano, tengo una hija y sé perfectamente bien el dolor que ustedes sufren", afirmó Poiré. Pero Irma, la hermana de Maricela González, le interrumpió y le dijo: "No, no se sabe el dolor hasta que se siente.  Mi hermana dejó a cuatro niños... vaya usted a decirles eso, que entiende el dolor, vaya y dígales qué pasó con su mamá". 

Y al terminar el secretario Poiré su discurso, todos van corriendo, sin despedirse, sin más discursos de las autoridades. 

-¿Por qué corren?, gritan algunas mamás, mientras intentan perseguirlos para hablar con ellos.




La artista Verónica Leiton decide reunir a las mamás delante de su Flor de Arena. Quiere contarles por qué hizo la estatua de bronce de cuatro metros, "una mujer mirando al cielo en una actitud plena y libre", que ahora destaca en el memorial. Lo hace con la voz entrecortada y débil tras haber salido el día anterior del hospital donde se recuperaba de una operación. Y descubrió que su estatua ya no es una fuente, que no sale agua que lava y purifica la memoria del dolor. 

"Esta escultura es una bendición de Dios porque yo quería contribuir de alguna manera para alivianar el dolor. Lo hice con todo mi respeto y cariño". Y recordó que ella también tiene sus desaparecidos en Chile. "El memorial es importante que exista, para no olvidar todo el atropello que ha habido y sigue habiendo. Es importante que exista una justicia real"




A las autoridades su acto no les salió como esperaban. A pesar de que llegaron poco después de los ornamentos florales naturales en una mañana calurosísima, inauguraron por segunda vez un memorial, que sigue inacabado. En cada uno de los nichos, hay arreglos florales en lugar de la historia del feminicidio en Juárez. La placa donde las autoridades deben de disculparse obvia que las autoridades falsificaron la identidad de tres jovencitas, dos de ellas que siguen desaparecidas. Y tampoco están los detalles decorativos que acordaron con las mamás: los jardines, árboles, fuente, sólo hay cemento. 

"El evento dejó en evidencia el incumplimiento de la sentencia", me comenta el sociólogo Alfredo Limas, integrante del Centro para el Desarrollo Integral de la Mujer, una de las organizaciones que litigó el caso del Campo Algodonero ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. "Hoy el estado mexicano quería tener una muestra de que estaba atendiendo el resolutivo del memorial, pero no es así. Me pareció una reivindicación de las familias de jóvenes desaparecidas. Mientras no se conecte el memorial con los resolutivos del esclarecimiento de los feminicidios y localización de vida de víctimas, la gente no entiende que este memorial tenga sentido".

viernes, 13 de julio de 2012

Briana busca a su mamá Nancy Navarro desde hace un año. Y tiene dos años y tres meses de edad.




Esperó a que la noche llegara: para permitirse llorar. Con sus fotos, sin ella. Sólo con el recuerdo:

Mallas negras, zapatos negros bajos, blusón de tirante gris con blanco y cinto negro. Miércoles, 13 de julio del 2011. Colonia Francisco I. Madero. En Ciudad Juárez. Las 11 de la mañana. 
-Mamá voy a ver si me dan trabajo, voy a ir al centro, a Modatelas, a los puestos de telas. 
-Andale pues m'hija, mucho cuidado.

Desaparecida. Hoy hace un año. Nancy Navarro, mamá soltera.

"Toda la gente me ayuda menos las autoridades y no hemos tenido respuesta", comenta Lucy Muñoz, de 38 años de edad y mamá de cuatro niños de 14, 8 y 6 años, además de Nancy.


Silencio. Unas lágrimas. Continúa. Porque sabe que no queda otra.
El día fue de lucha. Comenzó despertando a su nieta Briana Naomi, de 2 años y tres meses, a las seis de la mañana:
-"Mi gorda, vamos a misa para seguirle pidiendo a Diosito encontrar a tu mami".

La pequeña dormilona no se demoró en levantarse ni un segundo. Las dos soñaron, cada una en su mundo, un mismo sueño mientras estrenaban unas playeras color rosa con la imagen de Nancy y un lema: "Mi esperanza está en Dios".



Desde la Iglesia de Santa Cecilia, en la calle Francisco González Bocanegra, recorrieron el tramo de la ruta 2B, el que debió de tomar Nancy Navarro para ir hasta el centro, y caminando por más de una hora con familiares, amigos y padres del Comité de Madres y Familiares con Hijas Desaparecidas y bajo un intenso calor, llegaron a la Catedral mientras empapelaban cada rincón hojas de alerta con la foto y datos de la desaparición de Nancy.
Se pararon en la antigua cárcel de piedra "donde están los municipales que supuestamente cuidan el centro". Y comenzaron a gritar con más fuerza su dolor:

- ¿Qué queremos?
Que las encuentren 
-¿Cómo?
Vivas
-¿Cuándo?
Ahora.

Cuando Lucy veía a jovencitas hermosas como Nancy Navarro, se acercaba a ellas, les daba un mensaje que había preparado para encontrar a su hija y les decía: 

- Cuídense mucho m´ija porque ella es mi hija. No lo tires, si no lo quieres dáselo a otras personas.
 Y ellas, le respondían que no perdiera la fe, que la iba a encontrar, que siguiera adelante.


Las horas pasan. Las noticias no llegan. Los vecinos, familiares y amigos que le acompañan desde la desaparición para rezar y buscar su hija, no le han dejado sola en todo el día. Saben que tras la protesta su esposo se fue a su trabajo de mesero en un restaurante para tener con qué comer mañana. 

"Yo he tenido muchos ángeles alrededor de mí, como espero que mi hija los tenga. Yo sé que ella no está por su voluntad, pero que no tenga miedo, que Dios le va a dar fuerzas para salir donde quiera que esté y que vamos a estar con los brazos abiertos, que piense en su hija cuando tenga oportunidad de hacer algo, de escaparse, de salir dónde esté...". 
Son las 10 de la noche en el hogar de los Navarro Muñoz. La lluvia, que ha azotado con fuerza estos días en Juaritos, ha convertido el arroyo detrás de su casita en un basurero de llantas que contrasta con la limpieza y el orden de su casita que surge de un agujero en el desierto, en el que cuando llueve el agua discurre salvajemente por los terrenos sin alcantarillado.


"A estas horas andaba como loquita buscando a mi hija donde quiera. Era un día que estaba lloviendo y andábamos entre el agua yo, mi hermano, mi cuñada, en la policía, en hospitales, a preguntar por el centro. Yo recuerdo a mi hija como si fuera hoy en la mañana cuando estábamos almorzando juntas y se fue al centro a buscar trabajo...", 

Cuando Lucy sale unos minutos de su hogar, su nieta Brianita le pregunta a su regreso: ¿Ya viniste? ¿fuiste a buscar a Nancy?

"A veces no quiero que me diga eso", reflexiona. "Porque pobrecita, me ve que llego y nada".

Así desde hace un año. Con todos los minutos, horas, días y meses de espera. Como otras madres.

"Lo que más deseaba hoy era encontrar a mi Nancita, abrazarla y decirle cuánto la he extrañado. Me levanto dándole gracias a Dios por otro día de esperanza para ver a mi hija".


******En su dolor Lucy Muñoz escribió un mensaje para la comunidad juarense, que me pidió compartir con vosotros:


Un día como hoy 13 de julio comencé a extrañar a mi hija. Desafortunadamente ella forma parte de las mujeres desaparecidas de esta ciudad, y aunque pensé que mi familia nunca pasaría por esto, hoy tenemos que aprender  vivir con la ausencia y con la esperanza de volver a abrazar a mi hija. 
Por ese motivo, quisiera invitarlos a que tomen conciencia de este problema que sucede actualmente en nuestra ciudad para que no permitan que sus hijas asistan solas a la zona centro, y así como proporcionar datos personales a desconocidos, que ofrecen falsas promesas d trabajo y superación personal. 
Es importante tener en cuenta que a todos nos puede pasar en el momento menos esperado, y nunca digas "a mí no me va a suceder". 
Gracias por leer y aceptar este mensaje. Espero que sea de utilidad para la comunidad juarense. 
Atentamente, 
Familiares de Nancy Ivette Navarro, desaparecida el 13 de julio de 2011. 
  

domingo, 1 de julio de 2012

Elecciones presidenciales sin ellos: los que huyeron, los asesinados, los desaparecidos...





Paredes desnudas. Vestidas con el recuerdo de la huida: una hermosa figura de plástico.


Olga Reyes Salazar dice que la Virgen de Guadalupe que decora el lugar donde se refugia cuando viaja a la Ciudad de México es de Hugo, su sobrino, que sobrevivió a un ataque en Ciudad Juárez. Ahora él está en Estados Unidos solicitando asilo político, como lo han pedido 33 personas de su familia al ser asesinados seis de sus miembros.

La última en hacerlo es la mamá de los Reyes: Sara Salazar, de 78 años, que tras ser asesinados en dos años su nieto, cuatro hijos y nuera y ser incendiada su casa en el Valle de Juárez, vivía entre Ciudad Juárez y la ciudad de Chihuahua. Hasta que decidió huir el viernes 29 de junio con su nieto Ismael Reyes, de 31, que se resistía a abandonar su tierra y que la señora Salazar cuidó desde que su hija Elba Alicia falleció al dar a luz. 

A estas horas, los cuatro candidatos presidenciales de México han votado. Olga, no. Como tampoco los miembros de su familia que perdieron sus credenciales de lector cuando tuvieron que huir: como miles de mexicanos que sobrevivieron a los más de 60 mil asesinados durante la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón.

Son las elecciones presidenciales sin ellos: sin los que tuvieron que huir para no morir, sin los desaparecidos, sin los 60 mil asesinados en todo el país bajo el imperio de la impunidad. Son los olvidados de unas elecciones donde los candidatos han presentado un México sin ellos: ninguno de los cuatro candidatos presidenciales ha dedicado ni un segundo de su tiempo electoral para ofrecer un futuro a las víctimas de la llamada guerra contra el narcotráfico en un país donde en algunas zonas, con excepción de la segura Ciudad de México, el peligro se ha convertido en estar vivo. 

Hoy no está siendo un día fácil para Saúl, el único de la familia Reyes Salazar que por ahora ha recibido el asilo político estadounidense: el pasado 9 de enero junto a su esposa y sus tres niños de 13, 6 y 3 años de edad.

"Desde que empecé a votar, nunca había dejado de hacerlo. Yo y mi familia cumplimos con esa responsabilidad. Y ahora el no poder hacerlo nos causa dolor, sentimos el dolor de haber sido expulsados de México. Tenemos un interés especial en el camino que debe de tener México", afirma Saúl en entrevista telefónica desde El Paso, Tejas, donde reside.

Esta noche sigue el proceso electoral en una casa de uno de los juarenses que se han refugiado en El Paso junto con decenas de familias mexicanas que se han reunido para seguir los resultados del México que aman, el que divisan al otro lado del Río Grande que separa la ciudad más segura de Estados Unidos de Ciudad Juárez.

"Hubo muchos problemas para que podamos votar. Se autorizó el voto en el extranjero con mucho trámite, pero no fue sencillo, y los que hemos recibido asilo político nos comunicaron que no nos reconocen el derecho de votar", señala Saúl Reyes Salazar, de 41 años, que pasó de ser dueño de dos panaderías en el poblado de Guadalupe, en el Valle de Juárez, a no tener qué dar de comer a sus hijos cuando llegó a Estados Unidos, y actualmente a ser empleado en una panadería en El Paso.

- ¿Qué le dirías al próximo presidente de México?

"En Estados Unidos estamos una gran cantidad de gente que nunca quisimos abandonar México, pero que las condiciones de violencia, impunidad nos han traído a un lugar que sentimos ajeno. Y nuestra esperanza es poder regresare a un país en paz". 

**Olga Reyes Salazar abraza una foto antigua de su familia antes de que sus cuatro hermanos, sobrino y nuera fueran asesinados.

**** ACTUALIZACION: a estas horas ya se van conociendo los resultados preliminares de las elecciones presidenciales de un México donde 52 millones de personas -el 42 por ciento de la población- vive en la pobreza y para los que votar se convierte en todo un reto. En el sexenio del presidente Felipe Calderón (PAN) no sólo la violencia se disparó sino la pobreza: 12 millones más según datos oficiales.

Por ahora, Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) tiene un 37 por ciento de los votos. Mientras que el candidato de los partidos de izquierda, Andrés Manuel López Obrador - que se autoproclamó como el presidente legítimo de México tras perder, oficialmente, las pasadas elecciones del 2006 contra el ahora presidente Calderón por un 0,56 por ciento- tiene un 29 por ciento.
En tercer lugar, está Josefina Vázquez Mota, del actual gobierno del Partido de Acción Nacional (PAN) con 28 por ciento de los votos. En cuarto, Gabriel Quadri, del Partido Nueva Alianza (PANAL) con 2 por ciento. 

El PRI, el partido que gobernó México por 70 años -hasta que el PAN llegó en el 2000 con Vicente Fox y se habló del comienzo de la democracia- regresa a la presidencia. El PRI es el partido que gobierna Ciudad Juárez y el estado donde se encuentra la ciudad más golpeada por la llamada guerra contra el narco, Chihuahua.

jueves, 5 de abril de 2012

Brianita cumple dos años de edad: 8 meses y tres semanas sin Nancy Navarro, su mamá desaparecida





















Dos velitas prendidas. Unos pastelitos de chocolate y vainilla recién hechos en casa. Los niños dispuestos a celebrar el cumpleaños de Brianita. Y una pregunta para ella, la más chiquita:

-¿Qué le pides a Diosito?

-A Nancy.

Silencio.

"Se me rompe el alma cada vez que la oigo que me dice que quiere a Nancy. Ella nos ve que nos ponemos a rezar y se agarra de las manos de todos nosotros y cierra sus ojitos y se percina", me comenta Lucy, la mamá de Nancy Navarro que desapareció en la zona centro de Ciudad Juárez hace ocho meses y tres semanas, cuando iba a buscar trabajo: como otras jóvenes.

Hoy se le rompe más. "Es una semana más (sin saber dónde está), un miércoles 4 de abril el cumpleaños de mi nietecita y precisamente un miércoles (13 de julio) desapareció mi Nancita".

Desde que desapareció Nancy Navarro, su hija ha aprendido a caminar, a balbucear sus primeras palabras. Le han salido sus muelitas, colmillos y casi todos los dientes.
En su segundo cumpleaños ha repetido la misma acción que realiza continuamente desde hace tres meses: tomar el celular de su abuela, intentar marcar unos números y decir: "Nancy ven, Nancy ven".

Y Lucy, su abuela, la mamá de Nancy Navarro, no sabe qué hacer. Más que intentar que sus otros tres hijos de corta edad no la vean llorar. Y pedir justicia, buscándola sin cesar. Como otras madres desde hace casi 20 años:

"De las autoridades no tenemos esperanza. No las están buscando y recientemente crean un centro de justicia para la mujer que está vacío, sin recursos. Nuestra única fortaleza y esperanza es en Dios, es él que puede todo. A veces se pone uno a pensar qué injusta es la vida, que por qué tiene que pasar esto, por qué esta bebé tan chiquita tuvo que pasar por esto tan fuerte".

domingo, 26 de febrero de 2012

Un ataúd en la Fiscalía: con los huesos de Jessica Leticia Peña, una adolescente desaparecida





























A un costado de la Fiscalía hay unas cruces rosas de hace unos años. Y ahora, un ataúd con un cadáver que con los días no huele porque sólo hay huesos: los de Jessica Leticia Peña García.

Las cruces son en recuerdo de unas de las tantas desaparecidas y muertas de Juárez desde hace diecinueve años. El ataúd es reciente, del viernes en la noche. Está vivo: con su mamá, sus familiares, muchos niños y las mamás de las jovencitas desaparecidas en Ciudad Juárez que convierten su miedo en protesta.

Mari García reconoció a su hija desaparecida de 15 años por la dentadura: "era perfecta". Y por su blusa con "botones de perlitas".

Con ella, están otras mamás de desaparecidas: rezando, acompañándola, dándole fuerzas en la intemperie de la explanada de la Fiscalía General del Estado. Y esperando que no les toque lo que a ella: un esqueleto después de una espera de un año y seis meses.
Están, entre otras, la mamá de Mónica Janeth Alanis Esparza que desapareció hace casi de tres años, la mamá de Nancy Navarro, de la que no sabe nada desde hace siete meses y tres semanas, y si la mamá de Rubí estuviera viva, ahí estaría Marisela Escobedo que fue asesinada el 16 de diciembre del 2010 en las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua mientras realizaba una protesta para pedir justicia por el asesinato impune de su hija.

Cuando la Fiscalía le entregó hace dos días a Mari García los huesos de su hija -vía una funeraria en un ataúd blanco- ella decidió velarlos públicamente e indefinidamente. Transformar su dolor en protesta para que al mostrarlo conmoviera a las autoridades y acabaran con la agonía de las madres que esperan a sus hijas desaparecidas.

Quedarse día y noche hasta que el gobernador de Chihuahua César Duarte (PRI), el Fiscal Carlos Salas y la Procuradora General de la República, Marisela Morales se presentaran a ofrecerle disculpas y se comprometieran a identificar urgentemente los restos de esqueletos de mujeres que ocultan las autoridades, finalizar con las desapariciones de mujeres y la impunidad de casi dos décadas.

El jueves en la noche la Fiscalía envío un comunicado de prensa con las fotos de unas calaveras con una forense en un laboratorio. También, había otras de restos de ropa encontrados en el cementerio clandestino en el Valle de Juárez, en la sierra de San Agustín en Práxedis G. Guerrero (una zona militarizada de donde por cierto fue jefa de policía Marisol Vallés, que tuvo que huir a Estados Unidos). El texto aseguraba que habían identificado a tres desaparecidas entre abril del 2009 y agosto del 2010 que resultaron ser Jessica Leticia Peña y Andrea Venzor, de 15 años, y Lizbeth Avilés, de 17 años.

En los últimos meses, las madres unidas en el Comité de Madres y Familiares con Hijas de Desaparecidas en Ciudad Juárez, estuvieron presionando intensamente a las autoridades para que encontraran a sus hijas. A algunas de ellas, las encontraron muertas en el Servicio Médico Forense (Semefo) mientras sus mamás las buscaban por años en cada rincón de la ciudad. Mientras en el Valle de Juárez, a una hora en vehículo de la ciudad, aparecían cementerios clandestinos que no eran confirmados por las autoridades.

Fuentes cercanas al hallazgo actual, aseguran que se han encontrado unos catorce cuerpos de mujeres desaparecidas, que no se quieren entregar a la vez a sus familiares para no revivir informativamente los feminicidos en una ciudad conocida por la desaparición y muerte de mujeres desde hace casi veinte años, y donde desde que comenzó la llamada guerra contra el narco hace cuatro años han sido asesinadas más de 10 mil 200 personas convirtiéndose en la más peligrosa del mundo.

En su casita de la colonia Lomas de Poleo, Dora Venzor decidió velar a su hija Andrea Guerrero, desaparecida a los 15 años. Lo hace en el único cuarto de la casa de bloque donde vive con una hija más que trabaja en una fábrica maquiladora y tres nietos de corta edad, sin agua ni drenaje.

"Aunque así haya sido doy gracias a Dios, yo ya quería encontrar a mi hija", me comenta Venzor, nacida hace 53 años en la ciudad de Chihuahua.

La mujer que antes protestaba y exigía a las autoridades, ahora prefiere vivir su dolor en la intimidad y con la visita frecuente de las autoridades de la Fiscalía con sus promesas. La misa funeral será mañana lunes en su hogar del que un día salió Andrea, embarazada de dos meses, y regresó un año y siete meses después en un ataúd blanco, como el del resto de las adolescentes encontradas en la misma fosa clandestina. Como Lizbeth Avilés, de 17 años, que se la enterrará en Durango.

El féretro de Jessica Leticia Peña ya tiene flores que su familia no puede comprar y que destacan en la explanada de la Fiscalía. Es una corona enorme con una cinta grandota que deja claro su origen: "Fiscalía atención a víctimas". La corona se ha caído varias veces. Cuando esto ocurre algunos familiares comentan que es porque quizá no le guste a la pequeña asesinada de 15 años que se revela porque las autoridades -que ahora están pagando sus gastos funerarios- no la encontraron antes y viva.

****ACTUALIZACION (lunes, 27 febrero): el ataúd duró casi cuatro días afuera de la Fiscalía, hasta que en la noche del lunes lo trasladaron a una iglesia cristiana para ser velado en la intimidad. Pero Mari, la mamá de Jessica Leticia, decidió quedarse en el campamento de protesta que instaló desde el viernes, acompañada de otras mamás de desaparecidas. A las 5 de la mañana del martes, realizará una vigilia antes del funeral y llevar a enterrar a su hija que soñaba ir a la universidad para dejar de ser pobre.

"Espero que en verdad se haga justicia y que no sean puras palabras", me comenta Mari tras entrevistarse con el gobernador en la Fiscalía.

Las palabras, las promesas, que le hizo el gobernador fueron las que Mari quería oír para poder enterrar a su hija: justicia, identificar los esqueletos de las fosas clandestinas encontradas en el Valle de Juárez, investigación de los casos y para ellos, el gobernador anunció a Ernesto Jáuregui Venegas como nuevo Fiscal Especial de Homicidios de Género, entre otros detalles obvios como tener acceso a las carpetas de investigación o seguir las líneas de investigación que las madres proporcionen en su búsqueda.

"Nos querían convencer de quitar de la Fiscalía el ataúd (con mi hija) pero yo lo que pedía era hablar con el gobernador y se dio gracias a Dios. Prometió que va a hacer justicia y revisar los casos, y quitar a la gente que no sirva que nos deja todo a nosotras", afirma Mari García, nacida hace 40 años en Guadalajara y madre de 6 hijos.

Pocas horas antes de la reunión, la Fiscalía confirmó la existencia de más osamentas en cementerios clandestinos en el Valle de Juárez, en un comunicado: "Hasta el día de hoy no es posible determinar aún el número de cuerpos ni el sexo de los mismos dado el estado de degradación y desnaturalización de los elementos óseos localizados".


*Fotos: @Memoleón

viernes, 24 de febrero de 2012

En Juaritos las desaparecidas aparecen: en fosas clandestinas, como desde hace 19 años. Ahora, Jessica Leticia, Andrea y Lizbeth.













































"Ante la cantidad de mujeres que estaban desapareciendo en forma sistemática, lo probable es que íbamos a encontrar otros cementerios clandestinos, similares al del Campo Algodonero (en el año 2001). Hay que aclarar que la expectativa de encontrar estos cementerios obedece a las que (las autoridades) hicieron lo imposible por no investigar, por fabricar culpables, por esconder cuerpos, por minimizar el problema. Apostaron por el olvido.

En estos casos apostar por el olvido no funciona, porque quien hace esto es un grupo organizado y sus motivaciones tendrán para hacerlo. Tienes a jovencitas que desaparecen en Ciudad Juárez, en diferentes tiempos, de diferentes áreas de la ciudad y los tres cuerpos aparecen juntos en el Valle de Juárez. Detrás de estos crímenes está un grupo organizado, por eso la autoridad no quiso investigar, porque estaba coludida, por racismo, por sexismo, por indolencia. Este actuar permitió y provocó que siguieran desapareciendo muchachitas. Si seguimos así (sin investigar) esta situación no finalizará".
Oscar Máynez, criminólogo. Fue jefe de periciales y medicina legal cuando aparecieron los restos de los ocho cadáveres en el Campo Algodonero el 6 y 7 de noviembre del 2001. Renunció el 2 de enero de 2002, tras año y medio en su chamba.


Huesos. Prendas rasgadas. Rostros angelicales convertidos en calaveras: ahora en fotos oficiales. Un reporte de la Fiscalía: tres adolescentes desaparecidas entre abril del 2009 y agosto del 2010 en la zona centro de Juárez, son encontradas: tras años y meses de espera, convertidas en esqueleto. En la misma fosa clandestina, ahora un poquito más lejos de Juárez: en el Valle, en la sierra de San Agustín/Práxedis G. Guerrero, a más o menos una hora en carro de la ciudad. No se conocían entre ellas. Cuando desaparecieron, iban a buscar trabajo.

El criminólogo Oscar Máynez recuerda que al hacerse público la identificación de estas tres adolescentes en la noche de este jueves 23 de febrero, volvió con su mente al 6 de noviembre del 2001 en el Campo Algodonero -cuando aparecieron los esqueletos de ocho mujeres desaparecidas- que dio informativamente la vuelta al mundo y donde él fue el jefe del equipo encargado de realizar las investigaciones forenses que nunca le permitieron terminar: como si comenzar a desgranar la verdad fuera el peligro.

Ahora, con la identificación de los huesos de Jessica Leticia Peña García, de 15 años, Andrea Guerrero Venzor, también desaparecida a los 15, y Lizbeth Avilés García, de 17, todo está más en silencio que hace once años. Como si no se quisiera perturbar con la explosión de las desapariciones y feminicidios la imagen de seguridad que se quiere imponer sobre la realidad de la ciudad más peligrosa del mundo desde hace cuatro años: 2.086 asesinatos, el pasado año, de los más de 10 mil 200 en Juárez desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón en la ciudad del sueño de las fábricas maquiladoras convertida en dolor. Una agonía que comenzó hace 19 años, con las desapariciones y feminicidios de mujeres pobres y bellas, y se agudizó hace cuatro años con el envío de las fuerzas de seguridad por la guerra contra el narco, mientras las desapariciones iban quedando en un segundo plano con el horror cotidiano.

Lo que ha cambiado es que el Campo Algodonero, que un día fue una fosa clandestina en un terreno baldío -situado entre dos principales arterias de la ciudad- cobija actualmente un monumento inconcluso, inagurado el pasado año para cumplir con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el gobierno de México por su negligencia en investigar y permitir estos casos. Pero todavía hay esqueletos sin identificar escondidos en la impunidad. Con Edgar Alvarez Cruz, un inocente convertido en culpable por las autoridades en dos de los casos, y los asesinatos sin resolver de Mario Escobedo y Sergio Dante Almaraz, los abogados de los dos anteriores chivos expiatorios. De los asesinos, nada: en la ciudad de la impunidad: 97 por ciento de los crímenes sin esclarecer, según datos oficiales.

Mari García recibe los huesos de su hija Jessica Leticia Peña en un ataúd blanco sin flores. Otras mamás y papás de desaparecidas le acompañan. Desde la primera hora de la tarde del viernes, ha comenzado un plantón en la Fiscalía General de Justicia para que las autoridades la vean, la escuchen: lo que no han hecho desde que desapareció su pequeña a los 15 años de edad hace un año y seis meses, el 29 de mayo del 2010. Quiere justicia. Que el gobernador del estado de Chihuahua, César Duarte (PRI) se presente en la protesta encabezada por el ataúd de la adolescente y una tienda de campaña donde se cobijan los familiares de desaparecidas:

"Queremos justicia, que nos den la cara, porque siempre se nos ha escondido, a ver si se conmueven y se mueven, porque ellos están esperando a entregar a todas las mamás lo que me están entregando a mí y no es justo", razona la mamá que en su búsqueda incansable denunció que su hija se encontraba secuestrada en un hotel.

"Porque desde que desapareciera mi hija yo les dije dónde estaba y no más vienen a entregarme puros huesos. Ahí están resultados de las investigaciones de la Fiscalía, tienen montones de niñas ahí y nos las quieren entregar poco a poco".

A estas horas, Dora Venzor espera velar mañana sábado a lo que queda de su hija Andrea Guerrero, de 15 años, en su humilde casita de la colonia Lomas de Poleo, una zona donde hace casi dos décadas comenzaron a aparecer cementerios clandestinos de jovencitas. Los restos de Lizbeth Avilés, desaparecida a los 17, viajarán a Durango. La mamá de Jessica Leticia Peña sigue protestando en la explanada de la Fiscalía con el ataúd de su hija convertida en huesos: como nunca soñó recibirla.

****Horas antes de que la Fiscalía hiciera público en Ciudad Juárez un reporte con la identificación de los huesos de las tres menores desaparecidas, el Secretario de Gobernación Alejandro Poiré llegó a la ciudad de Chihuahua para ofrecer "la más sincera y sentida disculpa a sus padres y hermanos" en nombre del estado mexicano por el homicidio impune de Paloma Angélica Escobar Ledezma, desaparecida hace diez años, cuando la adolescente tenía 16 años. No lo hizo por voluntad propia, sino dentro de una recomendación emitida por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 14 de julio de 2010. Con el gobernador César Duarte, inauguró una placa conmemorativa con un poema escrito por su mamá, Norma Ledezma. Y hubo palabras sin justicia. Como desde hace 19 años cuando comenzaron los feminicidios.

*Fotos: @MemoLeón

sábado, 21 de enero de 2012

Marisela Escobedo, asesinada como su hija Rubí, ya tiene un corrido (pero no justicia)
















Llegó el primer aniversario del asesinato impune de Marisela, la mamá de Rubí, y él decidió convertir su coraje y rabia en letra y música. Sus dos hijos acordaron que él (por seguridad) no la iba a interpretar sino ellos, y su esposa se convirtió en su productora: le guiaba en las estrofas para que no afectaran la sensibilidad de la familia de Marisela. También, en las fotos que escogían para una presentación multimedia.

Así comenzó el corrido para Marisela Escobedo. Desde San Diego (California) hasta Juaritos, México: el que les duele desde la distancia de haber tenido que emigrar y que cada vez, lo reconocen menos.

Félix nació en el estado de Nayarit hace 55 años en una comunidad campesina indígena Cora. Para poder llegar a los Estados Unidos pasó por túneles oscuros, agua y lodo. También, en un remolque con otras 25 personas donde pensó morir. Trabajó piscando fresa, lavando platos restaurantes, aprendió inglés y pudo tener su taller automotriz. Desde que se jubiló hace un año de su chamba, compone corridos: es su manera de expresar su inconformidad, su dolor.

"Siento desánimo por México, me repugna la política de los partidos oficiales que han llevado a México a la ruina. Siento coraje por los niveles de barbarie, un México convertido en un cementerio de frontera a frontera. Acá los gringos han sido inteligentes y para acá todos los millones que deja el narcotráfico no ve ese tipo de violencia", me comenta Félix vía telefónica.

Y él, con su familia, sabe transmitirlo en un corrido para Marisela Escobedo, a la que nunca conoció en persona, pero lloró con su asesinato el 16 de diciembre del 2010 delante del Palacio de Gobierno del estado de Chihuahua. Ella exigía justicia, que el asesino de su hija Rubí, de 16 años, fuera a la cárcel. Pero sólo hay más injusticia, asesinatos impunes, desapariciones y corrupción como señala el corrido:

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