@Judithtorrea |
Esta mañana Patricia -la hermana mayor de Luz María Dávila- se levantó pronto: no podía dormir. Hoy hace dos meses, el 30 de enero, que sus dos sobrinos Marcos y José Luis Dávila, de 19 y 17 años fueron asesinados en la masacre estudiantil de la colonia Villas de Salvárcar.
A esta hora, Patricia suele acostarse: hace más de 11 años que trabaja en el turno de noche en una fábrica maquiladora de Ciudad Juárez, de capital estadounidense, que realiza cartuchos de información para bancos. Lo hizo hasta hace una semana, que la liquidaron a los pocos días de regresar de la Ciudad de México donde había participado en dos foros y varios programas de televisión y radio para denunciar los más de 5 mil asesinatos en una Ciudad Juárez militarizada desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico.
Patricia volvió de sus encuentros con autoridades -donde denunció que temía por su vida- con la seguridad de tres policías federales, que comenzaron a acompañarla al trabajo, a todas sus salidas. Pero a estos, al parecer, no les gustaba trabajar de noche. "Y un día llamaron de gobernación a la maquila para que me cambiaran de turno y mejor me liquidaron", explica Patricia, que ha comenzado a sufrir una depresión que todavía no la calla.
"Han pasado dos meses (de la masacre estudiantil) y las cosas están peor en Ciudad Juárez. La situación está más crítica, está mañana mataron a cinco, ayer a 15... y cada día que pasa nos estamos desilusionando más de nuestras autoridades y gobierno", añade.
Patricia Dávila ha convertido sus noches de insomnio en textos. Los escribe con lápiz y papel en un cuaderno. El martes 30 de marzo, a eso de las 6 de la mañana, escribió este que intenta suavizar el dolor de su hermana, de todas las madres de Salvárcar, para intentar comprender las ausencias que matan. A los vivos.
Este es el diálogo -me dice- en algún lugar del universo, entre sus sobrinos: Marcos que murió al instante, a eso de las 11, 45 de la noche, y José Luis que falleció al día siguiente en el hospital que se encuentra detrás de su casa y al que fue llevado por sus padres, que pudieron recoger con sus brazos a otros dos vecinos acribillados a unos metros de su hogar.
Las autoridades, según testigos, tardaron más de una hora en llegar (de la estación de policía que está a unos cinco minutos) y las ambulancias, hora y media. Los asientos de atrás del coche todavía tienen huellas de sangre cubiertas por una manta.
Este es el texto. Y Patricia lo leyó esta tarde en una misa funeral. En el mismo lugar donde ocurrió la matanza, enfrente de aquellas tres casas. Lo hizo acompañada de su hermana Luz María y de otras madres de la misma calle que todavía no han huído. También, estaba Erwing, en silla de ruedas, sin dejar de llorar. El es uno de los chicos de aquella fiesta de cumpleaños que salió herido. El esposo de Luz María se quedó en la cama. Intentando olvidar.
Pero no es fácil en una ciudad donde los asesinados se disparan con los días: en este mes de marzo, 236 (28 mujeres, una niña de 18 meses y su madre de 17), en los tres primeros meses del 2010, 626 (53 mujeres). El pasado año: 2.754 y en el 2008, 1.623 ejecutados. Son los muertos desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón en la cuna del Cártel de Juárez, del paso de la cocaína colombiana a los consumidores estadounidenses, que la consumen en paz.
Las autoridades locales, estatales y presidenciales parecen vivir en otro mundo. "El Ejército ha hecho un excelente trabajo en el municipio, ya que ha logrado contener los índices delictivos como el robo de bancos y autos", afirma José Reyes Ferriz, el alcalde de Ciudad Juárez que vive en El Paso, Tejas.
Y muchos juarenes no saben qué hacer si llorar o reír de impotencia.
La foto que hoy comparto con vosotros es desde hace dos meses, en el Panteón San Rafael, del entierro de 8 estudiantes de los 15 masacrados. Quizá uno de los momentos más duros que he vivido en estos últimos meses. Ahí, no hay sangre ni personas recién convertidas en cadáveres ni sientes la fugacidad de la vida en medio de un tiroteo en una de las calles principales de la ciudad. Sólo hay niños enterrando a niños, como si el futuro se transformara en muerte. Los cementerios se han convertido ahora en los lugares de reunión en la ciudad de la muerte constante.
Y la escritura es para Patricia su vómito de justicia para seguir viva:
"-Amigo, ya es muy tarde, mi mama ya de estar enojada, nos dijo que llegáramos a las 11 y ya son la 1 de la mañana. Mira, mi carnal, ya no está, ya a de estar en la casa y siempre andamos juntos.
-Mira, que pasa, por qué todos están dormidos, ?por qué?
De pronto, alguien entra, es un personaje vestido de blanco, y nos dice: ?qué les sucede, por qué tanta desesperación? y ellos exclaman, es que nuestros padres....
Y el contesta: no se angustien, ahora estarán mejor protegidos. Yo les voy a cuidar, confien en mi, yo soy amor y verdad.
-!Pero mi hermano...!, dice Marcos.
- Va a venir, no te desesperes. Está (en el hospital) preparando a sus padres para que acepten que ustedes acepten que deben de estar juntos, y que conmigo estarán seguros, y mañana vendrá y no se volverán a separar.
-?Quieres decir que no volveremos a ver a nuestros padres? claro que los van a volver a ver, pero no en este momento. Ande, deme su mano... y de pronto, los demás estudiantes se levantaron y nos miraron.
-?Qué paso, qué hora son, nos quedamos dormidos.. Ya es tarde.. y usted quién es?...
-Yo soy quien más los ama, y a partir de ahora los voy a cuidar con todo mi amor, y nada les faltará. Síganme a un lugar muy hermoso, adonde van a morar a partir de hoy.
-?Y nuestros padres familiares y amigos?
El les responde: ellos lo entenderán y les prometo que algún día yo les voy a invitar y estarán con ustedes nuevamente.
Marcos, insiste, ?y mi hermano?
El personaje sonríe y le dice: lo verás, él estará contigo y nunca se volverán a separar porque al igual que tus compañeros son buenos y dignos de estar a mi lado, y estarán muy contentos.
-Oye, qué padre se siente, cómo si camináramos entre espuman entre las nubes, dicen los estudiantes masacrados.
-Hijos de mi corazón, están en el paraíso. Se lo han ganado, por ser hijos buenos y ejemplares, Dios los estaba esperando.
-Mira, alguien viene, dicen los jóvenes.
-Esperen, yo iré a su encuentro. Y al llegar, mira hijo lo sabía es Luis y tus padres lo entenderán. Porque ellos hicieron que fueran muy unidos y lo estarán siempre y no estarán solos porque aquí estarán sus amigos.
Luis dice: "oye, carnal, estaba triste porque de repente me perdí y no te encontraba y ahora que estoy aquí contigo siento una tranquilidad y una emoción inexplicable.
Y los dos hermanos miran hacia la tierra para enviar un mensaje a sus padres: "queremos que estén tranquilos y no lloren, aquí hay una persona que nos cuida y es muy buena, nos sentimos tan protegidos, y habla tan hermoso como si fuera Dios. Cúidese mucho, los amamos.
Patricia lo lee. Sin que su voz se quiebre. Las madres le abrazan. La vida sigue: un nuevo muerto en Ciudad Juárez, en esta hora de misa.
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Me ha encantado tu blog. Excelente trabajo y nunca por favor nunca te acostumbres al ya ni modo mexicano. Sobre todo en este tema del narco. Calderón le debe de quedar claro que este asunto se soluciona con justicia social (y legalización, creo yo), no con balas.
ResponderEliminarSaludos,
Un mexicano que vive en España.. jeje
P.D - En otros asuntos creo que el nihilismo mexicano viene muy bien, pero tratándose de afrontar los problemas nacionales, en definitiva no.
guaaa!! me encanta el blog, por que siempre encuentro temas muy interesantes.
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