domingo, 7 de marzo de 2010

El primer cumpleaños de Luz María Dávila con sus dos hijos asesinados hace un mes y una semana, y 187 más ejecutados


Acabo de regresar de la casa de Luz María Dávila en la colonia Villas de Salvárcar de Ciudad Juárez, a unas 10 casas de donde fueron asesinados, hace poco más de un mes, sus dos únicos hijos. En una fiesta de cumpleaños. A más o menos esta misma hora.

Es sábado, 6 de marzo y hoy estrena cumpleaños. El primero sin ellos. Sus 43 años.

Estaba con su hermana Patricia y las hijas y nietas de ésta. Pero ni eso le dejó estar libre de su propia prisión. La que vive cada día.

Así es su vida diaria tras los crímenes:

Llegó huyendo. A la maquiladora. A eso de las 5,40 de la mañana de Ciudad Juárez. Huía de un todo llamado ausencia. Quería apartarse del recuerdo que todavía mata y que no la dejó dormir. Ni la deja vivir. Pero en la chamba, tras semanas de descanso obligado por el horror, encontró lo que no esperaba: miradas desconocidas que la observaban como un ídolo, queriéndose acercarse a ella para felicitarla por haberse atrevido a decir al presidente Calderón lo que ellos sienten. Desde que comenzó la llamada guerra contra el narco del presidente de México en Ciudad Juárez y la ciudad se convirtió en un huracán de muerte bajo el imperio de la impunidad y los retenes constantes de las fuerzas federales.

?Pero cómo felicitarla si acababan de ser asesinados sus dos únicos hijos?

Ellos eran su razón “para ir todos los días a la maquiladora”. Para hacer horas extras para comprarles los libros de la escuela, la computadora o su equipo deportivo. Fueron incluso la razón para no tener más hijos. Querían darles el mejor futuro. Un futuro que ahora está en dos ataúdes: uno tras otro. En una hilera de 8 estudiantes, vecinos de la misma calle, en el Panteón San Rafael.

Ahora el ¨mejor futuro¨ para Luz María Dávila está en la justicia. Para su hijos. Para todos los más de 4.700 que han sido asesinados desde hace casi dos años. Y para los que se quedan. Para la ciudad que ama. Que le dio todo desde que emigró a los 19 años de edad de la colonia José López Portillo de la Ciudad de México.

Son cientos. Las miradas en la maquiladora. Miles en Ciudad Juárez. Millones en México y en el mundo. Todas para una mujer extremadamente tímida, de 1,55 centímetros de estatura y 43 años.

Pero ahí, entre la grasa y las piezas para construir bocinas para los altavoces de los automóviles, hubiera deseado que todas las miradas se convirtieran en una: la de su hijo Marcos, de 19 años de edad, que trabajaba delante de ella. Lo hacía hasta las 3,30 de la tarde para después ir a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, donde estudiaba Relaciones Internacionales. Al salir, madre e hijo se enfundían en un abrazote con José Luis Piña, el padre, el esposo, que entraba a trabajar como guardia de seguridad en la maquiladora. Y Luz María regresaba a la casa. A cocinar rico. A limpiar su casita que luce como el oro. A esperar a José Luis, de 16 años, de la preparatoria. Y, en ese ritual de la espera de la familia al completo, a compartir alguna broma mientras el pequeño del los Piña Dávila realizaba las tareas escolares.

Ahora, Luz María, se siente atrapada en un laberinto. Por sus dos ausencias. Y por lo que le queda: su trabajo en la maquiladora y su casa. Con el dolor de los porqués. Sueños rotos golpeados por el temor que puedan llegar las represalias. Por todos los frentes. Ella intenta no caerse por él, por su esposo José Luis Piña, un chihuahuense de Lagunitas, que la hace sonreír y la mima con una ternura de los que descubren que el amor es un instante fantástico. Desde hace 20 años.

Luz María intenta disfrutar de dos pasteles de cumpleaños. Pero no puede. Intenta imaginar el mejor regalo que hubiera podido recibir. Pero al hacerlo piensa en dos imposibles. Y se derrumba para revivir en dos frases:

"No quiero más muertos en Ciudad Juárez. Y exijo justicia para mis hijos y para los 5 mil asesinados. No chivos expiatorios", se despide Luz María Dávila.

Y lo hace sin una sonrisa.

*Más de 4.700 madres en Ciudad Juárez saben lo que Luz María siente. Desde que fueron asesinados sus dos hijos en una masacre donde fallecieron 15 y el presidente de México Felipe Calderón explicó la razón al considerarlos pandilleros -la marca que recibes al ser ejecutado en Juaritos -, 187 más han sido asesinados, una cifra que aumentará antes de que finalice este día. En mes y una semana.

Estas madres -que se estrenan cada hora, cada día en ser "huérfanas" de sus hijos- no reciben la visita de las autoridades para pagarles los recibos atrasados de gas, el teléfono y las visas láser estadounidenses como las de Salvárcar, para que sus voces se callen en el dolor: y no cuestionen en los medios de información la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón, su presidencia centrada en este punto y su legado en un país de un futuro con unos 10 mil niños huérfanos en una ciudad de 1 millón 300 mil habitantes que viven el terror cotidiano de poder ser asesinados, secuestrados, extorsionados bajo el imperio de la impunidad en una ciudad militarizada.

La única madre de la matanza de Salvárcar que no ha aceptado la ayuda del presidente Calderón ha sido Luz María Dávila, que gana 700 pesos (unos 60 dólares) semanales en una fábrica maquiladora, en una ciudad que vive a precios de Estados Unidos.

2 comentarios:

  1. Realmente el periodismo en Tamaulipas murió la semana pasada?

    En días recientes, un conocido periodista de México declaró que el periodismo había muerto en la fronteriza ciudad de Reynosa tras un incidente la semana pasada en que vieron involucrados dos periodistas de MILENIO televisión; nada mas alejado de la realidad.
    El periodismo en aquella ciudad como en las que se extienden a lo largo de la frontera norte de Tamaulipas -Nuevo Laredo y Matamoros- murió hace varios años como resultado de la impunidad con que han venido operando las bandas de narcotraficantes, mayormente en complicidad con autoridades corruptas y apoyadas por la superioridad de fuego que les dan los enormes recursos que generan esa actividad.
    Decir que el periodismo murió en Reynosa el día que dos colegas de Milenio fueron “levantados” por sicarios, ignora el enorme precio que muchos periodistas en esa región han y están pagando por someterse involuntariamente a este enemigo. No solo han tenido que apagar, con frustración, sus grabadoras y cámaras fotográficas y guardar libretas y bolígrafos para dejar de reportar sobre lo que esta pasando en sus comunidades con relación al narcotráfico y no enfrentar así la suerte que por desgracia ha tocado a otros, incluyendo un periodista de la cadena MILENIO en la ciudad de Torreón Coahuila, sino que ahora padecen el estigma popular ante el reclamo por su silencio.
    Este silencio ha dado lugar a un cuestionado periodismo ciudadano a través de las redes sociales y al que la gente se ha visto impulsada ante la necesidad que tienen de saber que está pasando en sus comunidades, y que no me cabe duda, ha sido y está siendo aprovechando por estas bandas criminales que no son ajenas al uso de los medios electrónicos como herramienta de la guerra sicológica que están dirigiendo contra la población con el propósito de alentar una presión popular frente a los operativos del gobierno federal.
    Por si fuera poco, los periodistas han tenido que enfrentar también el reproche de las autoridades en los contados casos que se han atrevido a dar cuenta de hechos relacionados a este situación, tan escasos que me sobran dedos de las manos para enumerarlos. Esta situación también es conocida fuera de México. La propia Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la OEA Carolina Botero comento día atrás que el alto grado de autocensura que existe en la prensa en las zonas mas azotadas por la violencia del narcotráfico en México no es un fenómeno nuevo para ellos.“El mensaje es: no te metas con nosotros porque tu puedes ser el próximo, y por supuesto nosotros no le podemos pedir a la prensa que sea heroica”, comento recientemente la colombiana, aludiendo el hecho que México se ha convertido ahora en uno de los países mas peligrosos para este ejercicio.
    El incidente con MILENIO pone de relieve la gravedad y los alcances de esta situación, ilustrando quizá la suerte de Espada de Damocles que pende sobre nuestros colegas en aquella y otras regiones afectadas por este fenómeno.
    Es cierto, dos colegas fueron secuestrados y amenazados, pero corrieron con suerte, pudieron librarla y regresar sanos y salvos a sus casas.
    Hay en cambios cientos mas que viven día a día presas de la zozobra, ofendidos y devaluados en su dignidad por no poder cumplir a cabalidad su profesión, que en casos donde el estado de derecho se ve amenazado, creo que pasa a convertirse en una obligación.

    Ruben Barrera

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  2. Felicidades por tu trabajo. Leo regularmente tu blog y lo recomiendo. Gracias.

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