El pequeño comenzó a dibujar un mismo rostro: en colores hermosos. A sus 10 años de edad supo lo que es tener una hermana desaparecida que aparecía en sus dibujos. Y una madre, convaleciente de un tumor, que la buscaba con su ojito tapado que ya no se abre.
Al caer la tarde, Luz del Carmen Flores salía sola al centro a buscar a su hija: pegaba pesquisas y por las cantinas sombrías de calles como Noche Triste, la Juárez intentaba ver si su lucecita, su niña Luz Angélica Mena, estaba atrapada. Tenía miedo. Veía esa noche, es mundo decadente que no le gustaba entre las sombras de los soldados y policías federales enviados para combatir al narcotráfico pero que se confundían entre el bullicio de la noche.
De regreso en el cuartito en el que vivía en la colonia obrera Galeana se iba encontrando con la realidad de las balaceras y de las personas convertidas en el muertito más del día.
Cuando Luz del Carmen asumió que su hija había desaparecido, ideó una estrategia para buscarla. Las 25 pesquisas que le dio la Fiscalía no eran suficientes. Necesitaba más copias, comprar cinta adhesiva para pegarlas, incluso recursos para poder viajar a la ciudad de Chihuahua y hospedarse en un hotel dos semanas, donde le comentaron que la habían visto.
"Empecé a vender lo poquito que tenía para buscarla. Yo lavaba a mano, lo primero que vendí fue el lavadero, parte de mi ropa, trastes y las tinas en las que agarraba el agua (que se distribuye semanalmente en camiones cisternas), y me iba a lavar a casa de una amiga que tenía agua".
La víspera de la desaparición de su hija, era domingo y la pasaron juntas. Fueron al centro: a la Catedral y a comprar una ropita. De ahí, a casa de otra de sus hijas.
Al día siguiente, Luz Angélica Mena Flores salió caminando de la vivienda en la que residía situada entre las calles Vicente Guerrero y Emilia Calvillo, cerquita del Monumento, en el centro de Ciudad Juárez. Eran las 9 de la mañana y la joven, de 19 años, se dirigía a dejar una solicutd de trabajo en la tienda de ropa Maxi. Dos horas después, Luz del Carmen recibió una llamada del muchacho que vivía con ella, preguntándole si tenía alguna noticia de su hija.
"Su celular lo traía como si estuviera apagado, mandaba a buzón. Pensamos que ella había encontrado trabajo. Mi (otra) hija puso la denuncia el 4 (de agosto del 2008) en la tarde noche, ya estaba oscuro, yo no quería aceptar. Precisamente la denuncia no la puse porque pensaba que ir a poner la denuncia era aceptar que había desaparecido. Desde esa noche, tapizamos la ciudad de pesquisas".
El más peque de la familia, Luis Fernando, encontró en la pintura la manera de estar más cerca de su hermana, que se había convertido en otra mamá para él. Desde que el menor de los cinco hijos de Luz del Carmen nació, Angélica se encargó de cuidarlo.
"Yo trabajaba de maquilera, empecé antes de casarme y me separé cuando el niño tenía 6 años, no soy mujer a la que le gusten los malos tratos", recuerda Luz del Carmen, de 59 años, que llegó a los 18 a Juaritos desde Santa María del Oro, en el estado mexicano de Durango. Su meta era tener un trabajo en una de las fábricas maquiladoras que fueron asentándose en esta ciudad fronteriza con EE.UU en busca de mano de obra barata.
"Hacía los botecitos del spray, otras veces partes chiquitas de terminales de los aviones, fui ensambladora de partes de lavadoras y televisión y armaba tableros de alambres de la refrigeradora".
Cuando nació Luz Angélica, su madre la vio como una luz tras nueve años de su anterior embarazo.
"Yo le decía mi lucecita y Angélica porque tiene una cara muy angelical".
Con el tiempo, se convirtió en una jovencita muy detallista y alegre, que no le temía a nada pero "cuando vinieron todos los soldados precisamente ella tenía un terror, les tenía mucho miedo. Pasaron muchas cosas cuando los soldados estuvieron aquí, se destapó todo, desaparecieron más personas, ellos no andaban cuidando y andaban buscando novias".
En estos ocho años de búsqueda, Luz del Carmen Flores ha acudido a la Fiscalía a ofrecerles pistas para encontrar a su hija.
"Pero no se mueven. No sé qué clase de autoridad tenemos, dónde hayan estudiado ellos. No saben lo qué es hacer un cateo, un cateo se hace en el momento, un cateo se da sorpresa, no cuando toda la gente lo sabe".
Los escasos cateos a establecimientos de Ciudad Juárez donde se presume que hay niñas y jovencitas desaparecidas suelen coincidir con la llegada de algún medio de información internacional para mostrarles lo bien que chambean o con la presión de alguna organización internacional junto a los familiares de desaparecidas para intentar contentarles de vez en cuando. En este tipo de acciones mediáticas, la discreción es lo que menos se procura, es como si lo importante fuera simular que se investiga para continuar en el mismo círculo de indiferencia impune.
Lo mismo ocurre con los rastreos en busca de huesos de supuestas desaparecidas, que se anuncian como si fuera la gran hazaña cuando la exigencia de sus madres es que sus hijas aparezcan vivas y que no desaparezcan otras niñas en Ciudad Juárez como en los últimos veintitrés años.
A pesar de todo este tiempo, nunca han intentado infiltrar a una policía como si fuera una niña desaparecida para intentar investigar cómo, por qué desaparecen y quiénes están detrás de estas desapariciones, según me comentaba un agente del ministerio público. Su antídoto, para estar vivo era simular que investigaba sin investigar ninguno de los casos. Pero no le funcionó: lo asesinaron como a la mitad de su equipo.
Luz del Carmen ya no vive en aquel cuartito, sin agua corriente, y en donde durante doce años un ropero en medio separaba la cocina de la recámara. Desde hace un año renta una casita de una cocina y un cuarto, que paga trabajando limpiando casas, lo que le da flexibilidad para seguir buscando a su hija. Angélica está en su recámara, en una lona con su foto que cubre la pared izquierda. También la tiene presente en un altar con un cuadro de la Virgen de la Guadalupe.
Es su manera de sentirla más cerca "porque no tengo otra opción de verla, no más que en la manta. Es el único consuelo que tengo de verla. La tengo en mi cuarto porque yo rezo, hablo con ella, se la encomiendo a Dios cuando me levanto y en la noche".
Lo peor es "no tenerla, no poder verla, la búsqueda incansable. Es una desesperación que no sé cómo explicarla. Estás viva para vivir muerta, así me siento".
En estos ocho años de espera, que se cumplirán este jueves, Luis Fernando ha vivido la ausencia de su hermana desaparecida intentando cumplir el sueño Luz Angélica tenía para él: que fuera el primero en la familia en ir a la universidad y convertirse en un profesional para que no batallara en la vida.
El niño que dibujaba el rostro de su hermana, dejó de pintar con la agonía de la incertidumbre convertida en dolor. Se ha convertido en un joven serio, tímido y estudioso de 18 años que busca la manera de estudiar Turismo en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Esta mañana fue con su madre al centro educativo, para ver cómo pudieran pagar los seis mil pesos al semestre (unos 320 dólares) de la inscripción para este próximo curso académico y sentirse más cerca de su objetivo.
"Él está como yo -dice Luz del Carmen-, tiene mucha esperanza de que su hermana regrese y quiere darle esa sorpresa a ella, que está haciendo algo por ella, porque eran los sueños de ella. A veces nos sentamos a platicar, porque él se la pasa en la casa, y empieza a decirme que le gusta mucho estudiar y todo, pero que su sueño es que regrese su hermana y darle una sorpresa".
**** En estos últimos días, la mamá de Luz Angélica Mena Flores ha ido apartando 150 pesos (unos 8 dólares) para poder comprar 75 botellitas de agua que distribuirá en el octavo aniversario de la desaparición de su hija con la esperanza de que alguien al verla le de una pista del paradero de su lucecita. En ellas, pegará un papelito con la foto de su hija con la de la Virgen de Guadalupe y lo que siente en su corazón escrito en sus frases: "Le he pedido a Dios que sólo lo bueno te acompañe, que te bendiga siempre con salud para que nunca te enfermes, que bendiga tu libertad para que pronto regreses a casa, hija".
*La vida sigue en Juaritos entre sus desaparecidos y sus asesinados. Los muertitos de este lunes 1 de agosto fueron cinco: dos mujeres y tres hombres. El horror comenzó pasaditas la 1 de la madrugada con el asesinato de Abigail Nevárez Amado y de Eduardo Escárcega Tovar, de 26 años. Se encontraban en una camioneta negra cuando fueron atacados y se refugiaron en el patio de una casa en la colonia Praderas del Sur, según datos oficiales. La muerte alcanzó a una mujer hacia las 3 de la mañana, tras ser baleada y traslada por un vehículo particular a la Cruz Roja Centenario. Un joven de 19 años llamado Ricardo López Hernández fue encontrado asesinado pasaditas las 11 de la mañana en su domicilio, con una toalla en su rostro y envuelto en una cobija. En la noche, un niño de 7 años vio cómo asesinaban a su papá, en el fraccionamiento Infonavit Tecnológico. El pequeño lo acompañaba mientras lavaban un vehículo en un patio de la vivienda. No fue herido en su cuerpo de niño, sino en su alma.
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