lunes, 1 de agosto de 2016

"No sé qué clase de autoridad tenemos. Un cateo se da de sorpresa, no ya cuando toda la gente lo sabe": mamá de Luz Angélica Mena Flores, desaparecida en Ciudad Juárez a los 19



 Luz del Carmen Flores tomó hace dos años una de las decisiones más duras desde que su hija Luz Angélica Mena Flores, desapareciera hace ya ocho años: no buscarla por las noches, por temor a perder su propia vida y aún no encontrarla.  "Estás viva para vivir muerta, así me siento", asegura la ex trabajadora de maquila. @Judithtorrea

                                                                   
El pequeño comenzó a dibujar un mismo rostro: en colores hermosos. A sus 10 años de edad supo lo que es tener una hermana desaparecida que aparecía en sus dibujos. Y una madre, convaleciente de un tumor, que la buscaba con su ojito tapado que ya no se abre.

Al caer la tarde, Luz del Carmen Flores salía sola al centro a buscar a su hija: pegaba pesquisas y por las cantinas sombrías de calles como Noche Triste, la Juárez intentaba ver si su lucecita, su niña Luz Angélica Mena, estaba atrapada. Tenía miedo. Veía esa noche, es mundo decadente que no le gustaba entre las sombras de los soldados y policías federales enviados para combatir al narcotráfico pero que se confundían entre el bullicio de la noche.

De regreso en el cuartito en el que vivía en la colonia obrera Galeana se iba encontrando con la realidad de las balaceras y de las personas convertidas en el muertito más del día.

Cuando Luz del Carmen asumió que su hija había desaparecido, ideó una estrategia para buscarla. Las 25 pesquisas que le dio la Fiscalía no eran suficientes. Necesitaba más copias, comprar cinta adhesiva para pegarlas, incluso recursos para poder viajar a la ciudad de Chihuahua y hospedarse en un hotel dos semanas, donde le comentaron que la habían visto.

 "Empecé a vender lo poquito que tenía para buscarla. Yo lavaba a mano, lo primero que vendí fue el lavadero, parte de mi ropa, trastes y las tinas en las que agarraba el agua (que se distribuye semanalmente en camiones cisternas), y me iba a lavar a casa de una amiga que tenía agua".

La víspera de la desaparición de su hija, era domingo y la pasaron juntas. Fueron al centro: a la Catedral y a comprar una ropita. De ahí, a casa de otra de sus hijas.

Al día siguiente, Luz Angélica Mena Flores salió caminando de la vivienda en la que residía situada entre las calles Vicente Guerrero y Emilia Calvillo, cerquita del Monumento, en el centro de Ciudad Juárez. Eran las 9 de la mañana y la joven, de 19 años, se dirigía a dejar una solicutd de trabajo en la tienda de ropa Maxi. Dos horas después, Luz del Carmen recibió una llamada del muchacho que vivía con ella, preguntándole si tenía alguna noticia de su hija.

"Su celular lo traía como si estuviera apagado, mandaba a buzón. Pensamos que ella había encontrado trabajo. Mi (otra) hija puso la denuncia el 4 (de agosto del 2008) en la tarde noche, ya estaba oscuro, yo no quería aceptar. Precisamente la denuncia no la puse porque pensaba que ir a poner la denuncia era aceptar que había desaparecido. Desde esa noche, tapizamos la ciudad de pesquisas".

El más peque de la familia, Luis Fernando, encontró en la pintura la manera de estar más cerca de su hermana, que se había convertido en otra mamá para él. Desde que el menor de los cinco hijos de Luz del Carmen nació, Angélica se encargó de cuidarlo.

"Yo trabajaba de maquilera, empecé antes de casarme y me separé cuando el niño tenía 6 años, no soy mujer a la que le gusten los malos tratos", recuerda Luz del Carmen, de 59 años, que llegó a los 18 a Juaritos desde Santa María del Oro, en el estado mexicano de Durango. Su meta era tener un trabajo en una de las fábricas maquiladoras que fueron asentándose en esta ciudad fronteriza con EE.UU en busca de mano de obra barata.
"Hacía los botecitos del spray, otras veces partes chiquitas de terminales de los aviones, fui ensambladora de partes de lavadoras y televisión y armaba tableros de alambres de la refrigeradora".

Cuando nació Luz Angélica, su madre la vio como una luz tras nueve años de su anterior embarazo.

"Yo le decía mi lucecita y Angélica porque tiene una cara muy angelical".

Con el tiempo, se convirtió en una jovencita muy detallista y alegre, que no le temía a nada pero "cuando vinieron todos los soldados precisamente ella tenía un terror, les tenía mucho miedo. Pasaron muchas cosas cuando los soldados estuvieron aquí, se destapó todo, desaparecieron más personas, ellos no andaban cuidando y andaban buscando novias".

En estos ocho años de búsqueda, Luz del Carmen Flores ha acudido a la Fiscalía a ofrecerles pistas para encontrar a su hija.

"Pero no se mueven. No sé qué clase de autoridad tenemos, dónde hayan estudiado ellos. No saben lo qué es hacer un cateo, un cateo se hace en el momento, un cateo se da sorpresa, no cuando toda la gente lo sabe".

Los escasos cateos a establecimientos de Ciudad Juárez donde se presume que hay niñas y jovencitas desaparecidas suelen coincidir con la llegada de algún medio de información internacional para mostrarles lo bien que chambean o con la presión de alguna organización internacional junto a los familiares de desaparecidas para intentar contentarles de vez en cuando. En este tipo de acciones mediáticas, la discreción es lo que menos se procura, es como si lo importante fuera simular que se investiga para continuar en el mismo círculo de indiferencia impune.

Lo mismo ocurre con los rastreos en busca de huesos de supuestas desaparecidas, que se anuncian como si fuera la gran hazaña cuando la exigencia de sus madres es que sus hijas aparezcan vivas y que no desaparezcan otras niñas en Ciudad Juárez como en los últimos veintitrés años.
A pesar de todo este tiempo, nunca han intentado infiltrar a una policía como si fuera una niña desaparecida para intentar investigar cómo, por qué desaparecen y quiénes están detrás de estas desapariciones, según me comentaba un agente del ministerio público. Su antídoto, para estar vivo era simular que investigaba sin investigar ninguno de los casos. Pero no le funcionó: lo asesinaron como a la mitad de su equipo.

Luz del Carmen ya no vive en aquel cuartito, sin agua corriente, y en donde durante doce años un ropero en medio separaba la cocina de la recámara. Desde hace un año renta una casita de una cocina y un cuarto, que paga trabajando limpiando casas, lo que le da flexibilidad para seguir buscando a su hija. Angélica está en su recámara, en una lona con su foto que cubre la pared izquierda. También la tiene presente en un altar con un cuadro de la Virgen de la Guadalupe.

Es su manera de sentirla más cerca "porque no tengo otra opción de verla, no más que en la manta. Es el único consuelo que tengo de verla. La tengo en mi cuarto porque yo rezo, hablo con ella, se la encomiendo a Dios cuando me levanto y en la noche".

Lo peor es "no tenerla, no poder verla, la búsqueda incansable. Es una desesperación que no sé cómo explicarla. Estás viva para vivir muerta, así me siento".

En estos ocho años de espera, que se cumplirán este jueves, Luis Fernando ha vivido la ausencia de su hermana desaparecida intentando cumplir el sueño Luz Angélica tenía para él: que fuera el primero en la familia en ir a la universidad y convertirse en un profesional para que no batallara en la vida.

El niño que dibujaba el rostro de su hermana, dejó de pintar con la agonía de la incertidumbre convertida en dolor. Se ha convertido en un joven serio, tímido y estudioso de 18 años que busca la manera de estudiar Turismo en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Esta mañana fue con su madre al centro educativo, para ver  cómo pudieran pagar los seis mil pesos al semestre (unos 320 dólares) de la inscripción para este próximo curso académico y sentirse más cerca de su objetivo.

"Él está como yo -dice Luz del Carmen-, tiene mucha esperanza de que su hermana regrese y quiere darle esa sorpresa a ella, que está haciendo algo por ella, porque eran los sueños de ella. A veces nos sentamos a platicar, porque él se la pasa en la casa, y empieza a decirme que le gusta mucho estudiar y todo, pero que su sueño es que regrese su hermana y darle una sorpresa".


**** En estos últimos días, la mamá de Luz Angélica Mena Flores ha ido apartando 150 pesos (unos 8 dólares) para poder comprar 75 botellitas de agua que distribuirá en el octavo aniversario de la desaparición de su hija con la esperanza de que alguien al verla le de una pista del paradero de su lucecita. En ellas, pegará un papelito con la foto de su hija con la de la Virgen de Guadalupe y lo que siente en su corazón escrito en sus frases: "Le he pedido a Dios que sólo lo bueno te acompañe, que te bendiga siempre con salud para que nunca te enfermes, que bendiga tu libertad para que pronto regreses a casa, hija". 

*La vida sigue en Juaritos entre sus desaparecidos y sus asesinados. Los muertitos de este lunes 1 de agosto fueron cinco: dos mujeres y tres hombres.  El horror comenzó pasaditas la 1 de la madrugada con el asesinato de Abigail Nevárez Amado y de Eduardo Escárcega Tovar, de 26 años. Se encontraban en una camioneta negra cuando fueron atacados y se refugiaron en el patio de una casa en la colonia Praderas del Sur, según datos oficiales. La muerte alcanzó a una mujer hacia las 3 de la mañana, tras ser baleada y traslada por un vehículo particular a la Cruz Roja Centenario. Un joven de 19 años llamado Ricardo López Hernández  fue encontrado asesinado pasaditas las 11 de la mañana en su domicilio, con una toalla en su rostro y envuelto en una cobija. En la noche, un niño de 7 años vio cómo asesinaban a su papá, en el fraccionamiento Infonavit Tecnológico. El pequeño lo acompañaba mientras lavaban un vehículo en un patio de la vivienda. No fue herido en su cuerpo de niño, sino en su alma.


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miércoles, 13 de julio de 2016

Nunca pensó que su hija Nancy Navarro Muñoz desapareciera y menos que se cumplieran ya cinco años

¿Se puede vivir como un día normal el aniversario en el que les quebraron sus vidas? 



La agonía de Luz Elena, de 42 años, y de su familia comenzó hoy hace cinco años, cuando su  hija Nancy Navarro Muñoz desapareció, y comprobaron con pequeños grandes detalles que iban a estar solos en su búsqueda: las autoridades tardaron nueve días en activar el Protocolo Alba de búsqueda, justamente hasta que salió protestando:
http://juarezenlasombra.blogspot.mx/2011/07/buscando-su-hija-nancy-navarro-de-mama.html @Judithtorrea 


Ella recuerda aquel día como si fuera ayer. En su hogar hoy nadie lo menciona, ni su esposo, niños o nietecita. Como si con el silencio pudieran tragarse el dolor que todos sienten al cumplirse cinco años desde que Nancy Navarro Muñoz desapareciera a los 18 años de edad: http://juarezenlasombra.blogspot.com/2011/07/desaparecida-nancy-navarro-18-anos-sin.html

-"¡¡¡Bara, bara (barato), pásele!!!!!", dice Adrián, el esposo de Lucy y papá de Nancy, para atraer a los compradores que pasan en trocas hasta el puesto improvisado que han instalado.

Cerquita de un mural para su hija mayor desaparecida, Lucy intenta vender algunas de sus propias pertenencias. Para las 3 de la tarde le han comprado dos de sus blusas por 25 pesos (poco más de dólar y medio), una bolsa de su hija de 12 años a 70 pesos (casi 4 dólares). Lo justo para ir ahora a la tienda y comprar un pedacito de carne para cocinarlo con chile y tomate.

"Lo que he ganado es para estar comiendo ahí como si estuviéramos en un día de campo", comenta bromeando. "Nos vamos a estar hasta la tarde. Ahorita todavía no nos hacemos la cruz, pero espero que nos compren mucho".

Vender en la calle pavimentada más cercana a su casita no es algo que haga a menudo. Lo primero es que no tiene mucho para vender. Pero ha tenido que pagar las inscripciones para las escuelas de sus otros tres hijos de 18, 12 y 10 años, y nieta de 6 (en México las escuelas son públicas hasta cierto punto, porque se pagan cantidades considerables para las matrículas y luego vienen las fotocopias, las graduaciones), y aún faltan los uniformes y el material escolar. Y ahora lo que no tiene es para comer hoy: tiene que vender algunas cositas que ya no necesita tanto. Eso sí, ninguna de su Nancita, a la que le esperan todos sus enseres para cuando regrese.

Su esposo irá al mediodía a trabajar como mesero en un restaurante del centro de Juaritos, la misma zona en la que desapareció su Nancita cuando fue una mañana a buscar trabajo. Y en la noche, le traerá lo que saque de las propinas para comprar los alimentos de la cena, desayuno y comida de mañana.

La pequeña Brianita, que tenía un año y tres meses cuando su mamá desapareció, combate los cerca de 40 grados centígrados dentro de una bandeja que ha llenado de agua bien fría. Pinta dibujos de corazones, los recorta para forrarlos con papel y dárselos a su mamita Lucy.

"Lo que tiene esta niña es mucho amor", dice su abuela con el rostro risueño y dándole un abrazote con besote.

Lo que no tiene Brianita es a su madre, Nancy Navarro Muñoz. La niña la ve en fotos en paredes y estantes, y se refiere a ella constantemente, preguntando si a su mamita le gusta algo que ella acaba de descubrir o si estará pasando calor como ella.


El día de su quinceañera Nancy Navarro vivió un día de princesa. En la foto, con una estilista que fue a peinarla a su casa. Tres años después, desaparecería.
@FotoCortesíaFamilia
Hace unos días, la pequeña vio la película de Rapunzel y empezó a llorar. "Es que yo creo que ya nunca vamos a ver a mi mamita Nancy", dijo.

Lucy, que no sabía que se la roban a esta protagonista de la cinta animada de Disney, le respondió: "a nosotros no nos han entregado nada. Cuando la gente se muere, la entierran".

Y Brianita, de 6 años, ya más tranquila con la respuesta, comenzó a jugar a mamá con sus muñecas.

Al caer la tarde, Lucy y sus hijos -que están de vacaciones escolares- dejaron de vender en la calle y se protegieron del sol en su vivienda incrustada en un cerro. En la casita, limpia y ordenada, intentan acomodarse en una zona donde no esté tan abombada la parte del techo que está a punto de caerse. Buscan ordenadamente que el aire del único abanico que hay en la casa les llegue para sobrevivir al calor. Lucy está cansadota pero siente que el objetivo del día ya se cumplió. Al final, consiguió un total de 240 pesos (unos 12 dólares).

"Estar vendiendo me ayudó para distraerme. Cuando tengo mucha depresión y pienso muchas cosas y todo lo que está pasando mi gorda (Nancy) y todo eso, como que no más me la paso aquí sentada y dormitando", afirma Lucy una mujer que siempre muestra su mejor sonrisa.

"Me siento hoy como que medio fuerte, no sé qué tan fuerte. Cinco años es inolvidable, es recordar desde la hora en la que salió a buscar trabajo y yo con su niña esperando a que regresara y ya nunca regresó. De las autoridades, no hay una respuesta".

Al caer la noche, su hija de 12 años -que está inmersa en las tareas escolares- le pregunta qué día es. Lucy le dice: "13 de julio". El día en el que su familia comenzó a quebrarse en la agonía de la espera.



En esta foto, Lucy (con camiseta rosa) se funde en un abrazo con su vecina Chapita. Fue en la tarde del lunes 11 de julio tras una misa que se celebró en el patio de otra vecina para pedir el regreso de Nancy Navarro. Lucy compró una cartulina de color intenso y uno de sus hijos escribió con un marcador rojo y en letras mayúsculas: "Hoy misa a las 7pm con motivo de la desaparición de Nancy".



Lo bueno es que no tuvo que limpiar las hierbillas ni el trocito de la calle donde está un mural dedicado a su hija, porque su vecina Nena se le adelantó y a las 6 de la mañana ya estaba acomodando todo.

"Me sentí fortalecida. El Padre Francisco habló de la injusticia y que nosotros estamos de pie porque pedimos justicia y que se aclare la situación de las desaparecidas, que si estamos aquí es por un propósito de Dios que nos tocó vivir esto, pero que no quiere decir que nos quedemos apaciguados, que salgamos a pedir justicia". 



Las flores de plástico que Lucy había tomado de casa de su mamá y colocado el día de la misa como ofrenda en el mural para su hija -siguiendo las indicaciones del sacerdote- desaparecieron justamente en el quinto aniversario de la desaparición de su hija. Sólo dejaron la vasija. Y, con el optimismo que le caracteriza, Lucy quiso pensar que quizá era un buen presagio "porque las flores no son para desaparecidas ¿no?". 


***El primero de los asesinados hoy en Juaritos aún no había nacido. 
Tenía 6 meses de gestación. Su madre, de unos veinte años, fue baleada en la colonia Safari, pasaditas las 8 de la mañana. Al parecer,  intentaba contener con sus manos a su bebé entre la sangre que le brotaba. Una vecina salió en su ayuda y la llevó a una clínica donde no fue atendida, de ahí recorrió hospitales hasta que le aceptaron y supo lo que temía: su bebé estaba muerto.
En una tienda de abarrotes, dos jóvenes fueron asesinados. Fue en el fraccionamiento Portal del Roble, donde los picadores de droga para los más pobres se convierten una manera de mal sobrevivir ante la falta de alternativas. Del hombre asesinado y encontrado esta noche en un vehículo en la colonia Zaragoza poco se sabe, aún ni su nombre.

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jueves, 7 de julio de 2016

Cómo estar "enamorada de la vida" con una hija desaparecida a los 16 años de edad, llamada Jessica Ivonne Padilla Cuéllar



Durante cinco años, Anita Cuéllar, de 49 años, ha buscado a su hija Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, desaparecida a los 16, por todos los rincones de Juaritos. En la foto, enfrente de una de las más de cien mil casas abandonadas en la ciudad.   @Judithtorrea

Eligió la ropita de su hija desaparecida. Del pantalón de mezclilla no tuvo dudas. La blusita, de tirantes para combatir el calor. Sonrío. Ahora había que lavar todo a mano: como todas las semanas desde hace cinco años, en la que dejó de abrazar a su Jessi para comenzar a buscarla.

"Su ropa siempre está limpia, su pijama debajo de la cabecera para que si llega tenga su ropa lista, todo a mano. Le lavo un cambio cada ocho días y toda su ropa dos veces al mes porque se empolva. No es agradable llegar y encontrarse que no está limpio", razona Anita, mamá de Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, que desapareció a los 16 años de edad un 7 de julio como hoy de hace cinco años: http://juarezenlasombra.blogspot.mx/2015/07/le-advirtieron-con-meterla-la-carcel-si.html

También se encarga de la colada de sus otros dos hijos, cuatro nietos de 10, 9, 7 y 5 años de edad,  y de su esposo, operario en una fábrica maquiladora. Pero en momentos diferentes. Lavar las pertenencias de Jessi es más que un acto pulcro. Es recordarla y hablar con ella. Como si estuviera ahí merito. Como lo hace muchos días.

"De hecho, cuando me desespero mucho le platico cómo me siento, y si estoy enojada o contenta por una celebración de la familia, también. Muy seguido me levanto pensando en ella y preparo un platillo que a ella le guste. A Jessi le encanta las calabacitas, las tortas de papa, la ensalada con pepino y tomate, los chilaquiles rojos".

Lavar en una ciudad de desierto y sin infraestructuras mínimas, donde más de 17 mil 500 personas -según datos oficiales del INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía)- toman su agua de tambos de plástico que son llenados cada semana por camiones cisterna, puede convertirse una bendición hermosa.
Anita lo sabe: se siente agradecida de tener agua corriente en su casita para lavar en el patio y está convencida que lo suyo no es tan pesado. Lo duro es la tarea de los juarenses que deben acarrear el agua a casi cuarenta grados centígrados como los de ahorita, me dice convencida, asegurándome que hacer la colada a mano es lo mejor para que la ropita de las segundas se conserve perfecta, a la vez de que es un buen ejercicio.

Esta mañana escribió unas líneas para su hija. Pensó que para que le llegaran lo mejor era enviárselas por mensaje privado a su "face". Hoy hace cinco años que desapareció cuando fue a buscar trabajo al centro de Ciudad Juárez y "cinco años se dicen fáciles, pero vivirlos y recorrerlos buscándola por las calles de la ciudad no es fácil, no es fácil seguir en pie, pero siempre he contado con Dios, con el apoyo moral de vecinos y amigos. Porque sigo sin tener una respuesta de las autoridades, sin que haya una línea de investigación".

El mensaje de esta madre a su hija desaparecida, que Anita me permite publicar, dice así:

Buenos días, hija. ¿Donde estás? me urge saber de ti. Tengo tantas cosas que contarte de todo lo que ha pasado en todo este tiempo que no estás con nosotros. 
Por favor, por lo que más quieras, comunícate conmigo, mira que soy tu madre. Espero que no te hayas olvidado que tienes madre porque yo jamás te olvidaré. Aquí estaré esperando por ti tu llamada, tu regreso o lo que sea. 
Ten la seguridad que no te voy a cuestionar, criticar, acusar, juzgar y mucho menos a condenarte. ¿Sabes por qué? porque te aaaamoooo con todo mi ser y mi alma. También, porque tu vida no me pertenece, sólo tú puedes y debes decidir cómo la vives. Yo sólo quiero que me permitas comunicarme contigo, saber de ti. estoy aquí para ti, por ti, cuenta conmigo hoy, mañana y siempre hasta mi muerte y aún más allá de la muerte. 

Jessi te extraño un montón. Dime que estás bien, que eres feliz. Te pido perdón desde lo más profundo de mi corazón por todos los malos momentos que pude haberte hecho pasar mientras estuviste conmigo, por amarte más allá de mi misma, protegerte, cuidarte, acompañarte, guiarte, aconsejarte cuando no me lo pediste, por consentirte, por darte más de lo que tenía. Solamente perdóname. Lo hice pensando en lo mejor para ti. Si me equivoqué, perdón de nuevo. 

Yo fui muy feliz con tu presencia, hija hermosa. Te extraño y añoro tu presencia, sonrisa, el "buenos días" por la mañana, "buenas noches" al dormirte, y el contemplar tu rostro mientras dormías profundamente en tu cama, otras veces entre mis brazos como lo hiciste desde bebita.

Extraño tu voz diciéndome "mami, te amo mil ochocientos mil" y yo contestándote te amo hasta el infinito ida y vuelta". Extraño mi reflejo en tus lindos ojos. Tus besos, tus caricias, tus abrazos de oso queriéndome asfixiar. Me hace falta sentir tu respiro y los latidos de tu corazón muy cerca de mi para saber que estoy viva, que aún respiro, y sentir que mi corazón sigue latiendo. 

Regresa, por favor. Termina con la agonía de no saber de ti. No sé cuánto tiempo más pueda resistir sin ti. Jessi estás en mi corazón, mente, alma, sueño y en mis oraciones las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, los treinta días del mes, los 365 días del año. 
Dios te bendiga, Jesús te acompañe, la Virgen y tu ángel guardián te proteja. 

Quien te ama y te extraña hasta la muerte. TU MAMI. 


@Foto cortesía de Anita Cuéllar
Esta fotografía de Jessica Ivonne Padilla Cuéllar en una oración es una de las muchas ideas con las que su mamá Anita intenta que regrese con vida a sus brazos. Desde hace nueve días, el hogar de Anita se convierte en un encuentro de rezo, a eso de las nueve de la noche. Una veintena de vecinos y amigos se reúnen ante un cuadro de la Virgen de Guadalupe que hay sobre la mesa de la cocina -y en el que se sujeta una foto de Jessi-. Desde Rodeo, en el estado de Durango, la abuela paterna de Jessi, la bisabuela de 95 años y la tatarabuela de 103, participan en el novenario por teléfono. Leen una versión de una plegaria que Anita ha adaptado para su hija desaparecida y después lanzan al universo sus buenas intenciones y peticiones.

Dulce, la más pequeña de las sobrinas de Jessi que hoy se graduó de Kinder,  pinta dibujos de la familia en donde está una Jessi sonriente, como la imagina esta niña que tenía seis meses de edad cuando su tía desapareció. Convive con ella hasta en la recámara donde duerme en la parte inferior de una litera, con sus otros tres hermanos. La camita de la parte superior, que nadie la ocupa desde hace cinco años, es la de Jessi y sus peluches.

El novenario previo al quinto aniversario de la desaparición de la hija de Anita -que comenzó el 29 de junio- culminó en la tarde del 7 de julio con una misa íntima, en la parroquia cercana a su casita.

"Para mí fue un día, dentro de todo, que me dio alegría. El estar en oración nueve días me generó paz.
Yo estoy enamorada de la vida. He tenido lo que he querido tener. La ausencia de mi hija está en manos de Dios. Es aceptar que no puedo hacer más, si yo supiera dónde está... Tengo que estar bien, para estar de pie. El amor de madre, el amor a la vida, me tiene de pie, y no me puedo renegar de la vida. La vida me dio lo más bonito que la vida me puede dar: mis hijos. Amo el sol, lo que toco, amo la vida. Esa vida está dentro de mi persona".

Jessica Ivonne Padilla Cuéllar estudiaba el cuarto semestre de la preparatoria en la escuela Río Grande, en la colonia El Granjero. Cuando desapareció un 7 de julio del 2011, a 16 años de edad, soñaba con ser médico.

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miércoles, 15 de junio de 2016

Un cumpleaños marcado por la desaparición de dos jovencitas en el centro de Ciudad Juárez: Brianda Cecilia Martínez y Nancy Navarro Muñoz



Luz Elena con su hija desaparecida Nancy Navarro Muñoz en imágenes: en unos aretes de corcholata, una camiseta y una foto de su quinceañera en la casita donde vive en la colonia obrera Francisco I. Madero.  @Judithtorrea 
Se levantó entre los rojizos de un amanecer hermoso. La foto de su hija Nancy Navarro Muñoz surgía aún más linda de un altar que creó desde que la joven desapareció. Recordó cómo tan sólo hace unas horas, a las 12 de la noche, su esposo, tres de sus cuatro hijos y nietecita le cantaron las mañanitas, siguiendo la tradición mexicana. Y su Nancita, de nuevo no estaba: su cuarto cumpleaños deseando el mismo regalo, que aparezca como en las películas con final feliz nada más soplar las velas y pedir un deseo. Pero en este cumpleaños ni tuvo un pastel (no había con qué: era el día de descanso de su esposo, de su trabajo como mesero en un restaurante, en donde lo que gana cada día en propinas se convierte horas después en alimentos para su familia).

Pensó en cómo se sentiría hoy don Juan -que vive a unos veinte minutos caminando de su casita-. Porque la hija de éste, Brianda Cecilia Martínez Gutiérrez, que desapareció a los 16 años de edad un 15 de junio, cumple hoy cinco años de desaparecida.

Lo que cumple Lucy, la mamá de Nancy Navarro, son 42 años de edad. Y celebrar, que se diga celebrar, con una hija sin saber dónde o cómo está y pensando en otra que, sin conocerla con el tiempo ha pasado a ser parte de su vida es más que complicado. Hay días en Juaritos en que la celebración de haber nacido coincide con el que una niña haya desaparecido.

"Le digo a don Juan, mira qué triste el día de mi cumpleaños desapareció su hija. Somos una familia de dolor todas las mamás, porque todas estamos sufriendo lo mismo, lo que nos pasa con nuestras hijas, y desafortunadamente en estas circunstancias nos conocimos".

Lucy se siente de la patadota. Este fue "un día corriente. Para mí todo lo que sucedió desde la pérdida de mi hija es como si fuera ayer, conforme pasa el tiempo uno se va decayendo por dentro".

Pero sonríe, está de pie: por los que quedan y porque sabe que debe de estar fuerte para seguir buscando a la mayor de sus hijas, que desapareció a los 18 años de edad: http://juarezenlasombra.blogspot.com/2011/07/desaparecida-nancy-navarro-18-anos-sin.html. Porque sabe que a pesar de las adversidades de su vida hay momentos únicos y maravillosos que ella tiene la capacidad de descubrir, transformando cada palabra en la dulzura amorosa de quien ha aprendido a transformar la dureza en positividad.

Cocina unos tacos de papa: cuece las patatas y las machuca estilo puré. Antes, para almorzar, se consintió con unos chilaquiles verdes y rojos,                                                                                                                                             para así pensar que puede elegir de unos y de otros, porque "ni por ser el día de mi cumpleaños, me merezco una coca (cola)", comenta bromeando.

Desde que era una niña de 4 años de edad, Lucy ha vivido su cumpleaños en un segundo plano. Ese día, su hermanito José Guadalupe, de 5 años murió de cáncer de estómago. Desde hace 38 años, su madre toma cuatro rutas para ir al panteón con flores. Como en esta ocasión cuando Lucy la llama para invitarla a almorzar chilaquiles: "Yo ya voy para acá, para donde está tu hermano". Y le felicita, tímidamente.

Lucy sabe de Brianda Cecilia Martínez todo lo que el padre de esta adolescente le ha contado. Los pequeños detalles de su vida y también los más obvios: su desaparición un 15 de junio del 2011 cuando fue a su nuevo trabajo en el centro de la ciudad, un puesto de dulces regentado por Manuel Vital Anguiano. Éste cumple en la actualidad condena por participar en una red de desaparición y feminicidio de 11 jovencitas encontradas en huesos en el Arroyo del Navajo, en el Valle de Juárez. Las autoridades no han investigado quiénes están detrás de esta red que operaba sin problemas en una zona custodiada por soldados y policías federales enviados durante llamada guerra contra el narcotráfico.

La casita donde vive don Juan es un cuarto grande alargado distribuido en tres zonas (la cocina, su cama y la de su hija Leslie con sus dos niños y esposo) en el que se siente la ausencia de una Brianda Cecilia alegre y bella. Hoy, este obrero serio y de pocas palabras, prefiere la soledad del silencio: la que golpea su vida esperando que se encuentre a su hija viva.


Pegados a la televisión, Juan Manuel Martínez, 47 años, con su hija Lesliie y los hijos de ésta, intentan buscar pistas que le lleven a encontrar a  Brianda Cecilia Martínez en la casita en la que viven de la colonia Periodista. @JudithTorrea

Brianda Cecilia Martínez Gutiérrez tenía 16 años cuando desapareció hace cinco años. Foto de foto @Judithtorrea
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martes, 7 de junio de 2016

"Cuando Jazmín venga" : ¿por qué la mamá de Patricia Jazmín Ibarra Apodaca lleva cinco años sin saber dónde o cómo está su hija?




Cuando tomé esta foto, Rosa María sólo quería mostrar lo que no tiene desde hace cinco años: a su hija mayor, Patricia Jazmín Ibarra Apodaca: desaparecida a los 18 años en Ciudad Juárez un 7 de junio del 2011, en plena vigilancia con retenes de las fuerzas de seguridad enviadas para la llamada guerra contra el narco. @JudithTorrea 

Entre la regadera y sus lágrimas: escondida en uno de los dos cuartos de su hogar. La noche llega en la casita de Rosa María Apodaca. Llora con furia; mira la hora, el día, los mensajes en su celular. Sin noticias.
Los rayos del sol ya no se incrustan sobre su casita de bloque en la colonia Senderos de San Isidro. Aquí casi todas las calles y terrenos baldíos tienen una historia de una persona que fue asesinada, bajo el imperio de la impunidad. Es el silencio de lo que se convierte en cotidiano.
Las autoridades y empresarios de Ciudad Juárez le llaman "reconstrucción", "recuperación". Es su discurso oficial: despojado de la realidad profunda, que poco a poco va calando en la opinión pública hasta que les toca de cerca un nuevo asesinato, una masacre o una desaparición. Y se preguntan si algo de verdad ha cambiado desde antes de la llamada guerra contra el narcotráfico, además de que ahora en el paisaje no hay una avalancha de retenes del Ejército y la Policía Federal que con su llegada -para oficialmente combatir el narcotráfico y la violencia-  consiguieron lo contrario: que se dispararan los asesinatos, las extorsiones, las desapariciones y los secuestros. Si en el año 2007- antes de que comenzar la llamada guerra contra el narco hubo 317 personas asesinadas-, al año siguiente subió a 1.623; en el 2009, 2.754; en el 2010, 3.111; en el 2011, 1.997; en el 2012, 749.

De la ciudad más peligrosa del mundo a la ciudad dolor: bajo la pobreza de los que trabajan como operadores en fábricas maquiladoras con el temor de que sus hijos adolescentes -abandonados de programas educativos gratuitos, de oportunidades de ocio constructivas, de transporte público, de calles pavimentadas o agua corriente- se conviertan en adictos a las drogas y encuentren en un Cártel la única salida para seguir sobreviviendo.

Los que quedaron vivos a sus muertitos se resisten a morir, con la esperanza golpeada, preguntándose para qué. Para qué sirvió en Ciudad Juárez que murieran más de 11 mil personas en la llamada guerra contra el narcotráfico del ahora ex presidente Felipe Calderón (PAN). Si todo está peor de cuándo comenzó. En el mayor paso de  drogas -que van viajando desde del sur, desde Colombia, para poder cruzar hacia EE.UU- que "resurge" a ritmo de negocios, muchos de lavado de dinero del narcotráfico.  En un paisaje de cruces negras bajo un fondo rosa que intentan recordar espontáneamente que aquí siguen desapareciendo y matando a niñas y jovencitas como desde hace veintiún años, hasta que las borran: del mapa, de la pintura, del recuerdo. Aquí no existen y es más, las autoridades pregonan que son las más chingonas de México encontrándolas (en trocitos, en huesitos). Los que han estado encerrados en una ciudad donde el peligro era estar vivo y tienen con qué, salen (entre menos asesinados) a restaurantes, bares y centros comerciales cansados de vivir en una ciudad en guerra durante cinco años.

Cuando la luz nítida del sol pasa a convertirse en una caricia para los sentidos, llegan los colores: los ocres que se funden sobre los naranjas, en un firmamento de posibles. Unos minutos de hermosura. Y Rosa María, madre de cinco, respira. Hay que seguir.

Él juega entre fotos de una hermana de la que nunca ha podido disfrutar ni de un abrazote. Está desaparecida, Patricia Jazmín Ibarra Apodaca:
Un 7 de junio como hoy, pero de hace cinco años. Sale a las 9 de la mañana a su nuevo trabajo en el centro de la ciudad. Todavía no ha regresado.
En ese mismo mes, Rosa María se embaraza. Piensa que Dios le ha enviado un ángel de la guarda. Y llama Ángel al menor de sus cinco hijos y único varón, de ahora 4 años de edad.

Hoy se derrumbó. Los recuerdos, con los porqués, le apagaron su sonrisa de dolor.
"Me dio como una crisis, me encierro en mi habitación, no quiero que me vean los niños", me dice la mamá de Patricia Jazmín Ibarra.

Se aferra a los detalles. Y a una pequeña Biblia que la mayor de sus hijos cargaba en su bolsa cuando desapareció. A los 16 años de edad, la joven se convirtió al cristianismo. Fue bautizada en una comunidad de la colonia Galeana donde había comenzado a vivir con su abuelita materna.  Tres días antes de desaparecer, decidió que leería también la Biblia en el puesto de telefonía móvil Telcel en el que había comenzado a trabajar.  Sería una buena manera para no aburrirse mientras esperaba la llegada de clientes.

En la calle Oro y la 16 de septiembre, donde consiguió el trabajo - una zona donde desde hace veintiún años van desapareciendo niñas y jovencitas- las cámaras de vigilancia parecen grabar aunque no graben nada crucial. Los policías municipales la recorren como si estuvieran de paseo, simulando que hacen su chamba. Es el punto principal de conexión irremediable para las personas con menos recursos que usan las viejas rutas de transporte público: camiones que hace más de cuarenta años se retiraron del transporte público estadounidense, que circulan sin regulación ni horarios fijos.
Escaparse de esta zona, si uno es pobre, es difícil. Las tiendecitas de baja calidad en sus productos conviven con prostíbulos baratos, bares y el narcomenudeo. Desde esta zona del centro, en donde se encuentra la Catedral y la Misión de Guadalupe, los que tienen una mica u otro tipo de documentos migratorios estadounidenses pueden cruzar por el puente fronterizo de Santa Fe hacia El Paso, Texas.

El que fuera su novio y ahora padre de un niño con otra pareja, llamó a Patricia Jazmín Ibarra Apodaca a eso de las 11 de la mañana. Jairo, también cristiano, se había enojado la víspera con ella y decidió no llevarla a su trabajo. Al parecer, ella le comentó que el señor del local en el que trabajaba no había abierto el puesto. Así que iba a reunirse con otra persona para otra entrevista de trabajo. Poco después, su teléfono sonaba apagado.

Su madre se sentía inquieta. La llamó también, sin suerte. Hacia las 10 de la noche, el novio de Patricia Jazmín se acercó a la casita de Rosa María. Le comentó lo que más temía: que no había regresado con su abuela. Comenzó a buscarla por los hospitales, por calles cortadas por retenes policiacos o asesinatos.  Ninguno de ellos había visto nada. ¿Cómo era posible que su hija hubiera desaparecido con tanta vigilancia?, se preguntaba. A las 2 de la mañana llegó a la Fiscalía para interponer una demanda.

Esperó a que los rayos del sol salieran. Tomó la rutera y fue a la casa de la abuela. Avisó a su esposo, guardia de seguridad en una maquila, que se encargara de los niños. Llamó a una sobrina para que ésta también estuviera pendiente. Rosa María estaba dispuesta a encontrar a su hija ese mismo día. Pidió permiso en la maquila donde trabajaba como operadora y comenzó la búsqueda. Se acordó de que un mes antes "se le estuvo acercando un veracruzano para que trabajara de modelo. Una de sus amigas me dijo que él se quiso propasar con ella". En ese entonces trabajaba en el Instituto Vértice, en la colonia de las Haciendas de las Torres, inscribiendo a los estudiantes a la escuela. "No quisieron enseñarnos nunca las cámaras de seguridad del (supermercado cercano) Soriana y la escuela "

De las autoridades "nada en estos cinco años, voy y me salen con lo mismo. Me desespero de ver que pasan los años y sigue uno igual,  a escuchar de lo que ellos dicen y a esperar. Ya uno qué más puede hacer", afirma.

Es una búsqueda con sus días, sus noches y años. Con sus ausencias en cada uno de los momentos de celebración de la familia y en las despedidas. Como la de Ofelia Granados, abuelita de la desaparecida. Las últimas palabras que alcanzó a decir antes de fallecer el pasado año por un infarto fueron "Jazmín, Jazmín".
Desde "que se perdió" sus frases comenzaban siempre con un "cuando Jazmín venga".

Hay esperanzas en Juaritos que se marchitan con los años. Con el desgaste de permanecer invisibles en un discurso político que maquilla y minimiza los problemas de fondo: como las desapariciones y feminicidios desde hace veintiún años o las consecuencias brutales de la llamada guerra contra el narcotráfico (tan sanguinaria como ineficaz) que las autoridades pretenden que se olviden con campañas mediáticas para lavar la imagen de la ciudad -como lo han conseguido con las desapariciones y los feminicidios- para así seguir dominando una realidad en la que impera la desigualdad socioeconómica y el poder, de los que tienen y aplastan a los más pobres en un México inmensamente rico.
El rostro de Rosa María Apodaca se derrumba en unas manos curtidas por el trabajo en una maquila por 800 pesos a la semana (unos 43 dólares), el frío en su casita sin calentón, el calor del desierto sin aire y la agonía.

"Cuando nació Jazmín le dije a Dios que me diera otra oportunidad, y sí me la dio. Batallé mucho con ella, estuvo dos semanas en el seguro. Nació prematura, de 8 meses, muy chiquita, como de dos kilos. Y ahora me la roban...", recuerda.

Cinco años buscándola: sin noticias.

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martes, 8 de marzo de 2016

Otro 8 de marzo buscándolas o cómo en este Día Internacional de la Mujer se cumplen 5 años desde que Gabriela Espinoza Ibarra desapareció

Algunas mamás de niñas y jovencitas desaparecidas en Ciudad Juárez conmemoran el Día Internacional de la Mujer con una protesta en la Fiscalía, bajo el símbolo del gobierno estatal del PRI, "Chihuahua Vive", una campaña gubernamental en respuesta a la realidad de desapariciones y asesinatos bajo el imperio de la impunidad. @JudithTorrea

La temperatura bajó y el azulote del cielo dejó paso a nubarrones: en uno de los pocos días del año en el que los rayos de sol no sorprenden con toda su fuerza, como ocurre incluso en el frío invierno del desierto juarense.

En esta ciudad donde por veintiún años siguen desapareciendo niñas y jovencitas, donde las madres lloran a sus hijos asesinados en la llamada guerra contra el narcotráfico y otras muchas se han convertido en esperanza obligada para los 14 mil niños huérfanos de la guerra, la celebración del Día Internacional de la Mujer parece mostrar los matices de los grises: hasta en el firmamento.

Dos chavas bailan. Contornean su vestido blanco como un abanico que destella esperanza. Lo hacen al son jarocho -baile típico del estado mexicano de Veracruz-, entre las lágrimas y las sonrisas de unas mamás de desaparecidas que se han congregado en la puerta de la Fiscalía Especializada en Atención de Mujeres Víctimas de Delito por Razones de Género.

Intentan recordarles a las autoridades que las desapariciones y los feminicidios no son "una leyenda negra que aprovecharon empresarios y promotores extranjeros para echar tierra a este municipio, con el propósito de evitar que las fábricas se instalaran en una urbe que competía favorablemente con países enteros", como afirmó Enrique Serrano, el que fuera alcalde de Ciudad Juárez hasta diciembre cuando pidió una licencia para buscar la candidatura por el PRI a la gobernatura del estado de Chihuahua.


Ninguna autoridad de la Fiscalía salió para conversar con las mamás, sólo un joven de la Fiscalía que, sin presentarse y enfundado en un traje, comenzó a fotografiar a todos los presentes. @JudithTorrea

Algunas mamás, como Juanita Ibarra,  de 46 años, ven en a esas dos jovencitas danzando el rostro de sus hijas desaparecidas. Hoy Juanita descansa de su nueva chamba en una fábrica maquiladora: ensambla arneses para carros, desde las tres y media de la tarde hasta las doce y media de la noche. Por 500 pesos (unos 30 dólares) a la semana. Regresa a la madrugada a su casita, en una rutera para después caminar -por calles sin pavimentar y carentes de alumbrado público- buscando la luz de la luna y las estrellas.

Cuando su hijo mayor tenía 9 años de edad, Juanita aprendió a leer y escribir. Tenía 27 años. Después, esta madre de cinco, se graduó de la prepa con una puntuación de 9.8, de un máximo de 10.
 "Sentí mucha emoción, nadie te hace tonta. Hasta entonces, no sabía qué decía ahí o en la tienda, no más preguntaba".
Ahora, con diecinueve años más, emplea sus conocimientos para buscar a su hija Gabriela Espinoza Ibarra, que desapareció un 8 de marzo de hace cinco años: http://juarezenlasombra.blogspot.mx/2013/03/huyo-de-la-violencia-de-juarez-y-su.html

En el ranchito de Santa Rosa, en el estado de Coahuila, cercano a la población de San Pedro, Juanita aprendió desde niña a quitar el algodón de la mata.

"Vengo del campo, de sufrir, descalza, sin comer, sin estudios", dice.

A los 17 años emigró a Ciudad Juárez para trabajar en una fábrica maquiladora. Aquí conoció también a un amor que le golpeaba desde su primer embarazo, a los 18 años, y del que enviudó cuando su ahora hija Gabriela Espinoza, desaparecida, tenía 2 años de edad. La misma realidad de violencia doméstica comenzó a padecerla su hija desde su primer embarazo a los 15 años de edad y viviendo en la casa de la madre de su compañero maltratador.

Gabriela tenía 19 años cuando desapareció hace cinco. De pronto, su niño Luis Leonardo, de 2 años y Karen Gabriela, de 3, aunaron a su incipiente vocabulario palabras que un niño nunca debe de conocer entre los lloros por su ausencia. Esta madre soltera vivía con unos tíos tras haber huido de la casa familiar del padre de los niños, el policía de tránsito Omar Flores Téllez.

El 7 de marzo, la joven madre fue a buscar a trabajo en la zona centro y lo consiguió en la tienda Vesticentro. Al día siguiente, salió a comer a las 2 de la tarde y ya no se supo más de ella. Las últimas llamadas que recibió Gabriela en su celular fueron las de su ex compañero, según pruebas en posesión de la Fiscalía. Le marcaba y le iba guiando hacia dónde dirigirse, en qué ruta. Sin embargo, estas pistas no sólo no se han tenido en consideración en la investigación para dar con el paradero de Gabriela, sino que al policía y ex pareja maltratadora de la desaparecida se le premió con la custodia de los niños. Juanita lucha por recuperar a sus nietos, a los que la ex pareja de su hija le niega todo contacto.

"La justicia no sirve para nada, qué le hicieron a Marisela Escobedo, qué justicia tenemos allá dentro", dice Juanita recodando el caso de Marisela, que acabó asesinada igual que su hija Rubí, calcinada por su pareja Sergio Barraza Bocanegra, que fue exonerado del crimen y puesto en libertad: http://juarezenlasombra.blogspot.mx/2010/12/si-protestas-te-matan-marisela-escobedo_17.html

"Estaban separados y tenía como una obsesión por ella, que no era de nadie más. Insultó mucho a mi hija, me la golpeaba. La trataba muy feo, la humillaba y cuando ella daba el pecho a sus hijos, se ofendía", recuerda la madre de Gabriela Espinoza.




Juanita Ibarra pega pesquisas de su hija desaparecida en la puerta de la Fiscalía que se encarga de buscarlas. Actualmente, hay más 112 niñas y muchachitas desaparecidas en Ciudad Juárez, algunas desde más de dieciocho años hasta otras mucho más recientes. @JudithTorrea

 Esta mañana su hijo de 13 años se enfermó y tuvo que ir a por él a la escuela. Después, recogió a su chiquito de 8 años. Intenta centrarse en otras cosas, hasta que le azota la tortura de la espera.

"Sientes una soledad, un hueco vacío, por qué me la quitaron si nada les hice. No más pido a Dios que me la devuelva. Cuando estoy sola lloro, que no me miren mis hijos. Los primeros años no quería vivir, yo me sentía que yo tenía la culpa, porque aquí la dejé (cuando no pudo convencerla que abandonar Ciudad Juárez por la violencia, junto a sus padres y hermanos)".

Desde hace un mes, sonríe un poquito más en su rostro siempre serio. Su hijo le ha dado un nieto, que se llama: Iker (por Casillas, el portero español del que su padre es un gran seguidor) y Gabriel (por su tía desaparecida).

"Se me hizo bonito el nombre, Iker Gabriel, para un bebé inocente como mi hija".


jueves, 25 de febrero de 2016

La sonrisa de Lisania, una cubana recién llegada a Ciudad Juárez para cruzar legalmente a EE.UU

Lisania Maday Miranda Prieto, desciende del autobús que le recibió en el aeropuerto -cortesía de las autoridades mexicanas- para  llegar al puente fronterizo de Santa Fe por el que caminará a El Paso, EE.UU, país que le garantiza por ser cubana su permanencia legal y beneficios hasta que obtenga el premiso de trabajo y la residencia. @JudithTorrea

Acaricia con ternura su tripita. Está embarazada de ocho meses y medio. Su primer hijo, nacerá en Estados Unidos. Lisania Maday Miranda Prieto es cubana. Y se prepara, con una sonrisa, para cruzar hacia el otro lado de la frontera.
Hasta el mes de noviembre -cuando salió de su tierra- era mesera en una cafetería de La Habana. Apenitas hace dos horas que arribó en un avión especial a Ciudad Juárez. Con otros 144 cubanos (30 mujeres, 5 menores, 109 hombres). De Panamá.

En frente de ella, está el puente de Santa Fe por el que caminará hacia El Paso, Texas con sus compañeros de sueños, que conoció mientras esperaba en Centroamérica un acuerdo entre Panamá y México para poder llegar a Estados Unidos, y que finalmente se puso en marcha el 23 de febrero para todos los cubanos que se habían quedado varados en aquel país. Estos cubanos en tránsito hacia EE.UU estaban esperando salir desde que el 15 de noviembre Nicaragua -país aliado de Cuba- cerrara las fronteras.

Su esposo sólo puedo llegar hasta Costa Rica, como otros 7. 801 cubanos que viajaban desde Ecuador por vía terrestre y que también se quedaron varados.
La inmigración de cubanos se ha intensificado tras el restablecimiento de las relaciones entre EE.UU y Cuba, por el temor que tienen a que se suprima la Ley de Ajuste Cubano -que desde 1961 otorga la residencia estadounidense a los cubanos que la solicitan al llegar a EE.UU-.

Los tres meses de espera incierta en Panamá ya son historia en la vida de Lisania. Y sólo piensa en situaciones hermosas que le esperan, aunque nadie le espera en Estados Unidos. Dice que quiere ir a Miami, aunque tampoco tiene familia.

Los agentes de migración mexicana reciben a los cubanos abriéndoles un paso especial. Todos tienen un permiso de visitante por razones humanitarias que les han entregado las autoridades migratorias en Ciudad Juárez. Ninguno de los recién llegados pagan los habituales 4 pesos mexicanos para cruzarlo.


En unos diez minutos, la cubana Lisania Maday Miranda Prieto cruzó el Puente de Santa Fe, en Ciudad Juárez, México, y pisó por primera vez tierra estadounidense, en El Paso, Texas, tras tres meses varada en Panamá. @JudithTorrea


Lisania, de 26 años, va subiendo el puente fronterizo a paso ligero. Por debajo, está el Río Bravo, llamado Grande en Estados Unidos. Es el río fuertemente vigilado en esta zona de la frontera, que muchos intentan cruzar corriendo o a nado, pero que pocos alcanzan su destino -porque son deportados en el intento o mueren- para convertirse en inmigrantes indocumentados en EE.UU.

Atrás va dejando las casitas semidestruidas del centro de Ciudad Juárez para comenzar a ver rascacielos y edificios cuidados de El Paso. Las filas para los que cruzan en vehículos son largas, pero apenitas hay mucha gente que lo hace caminando. Unas cuarenta personas esperan poder mostrar a los agentes sus documentos migratorios estadounidenses para poder pasar la frontera a comprar, estudiar, trabajar, viajar, entre otras actividades.

Al finalizar el puente, la agente de migración que acompaña a los cubanos les acomoda en una fila especialmente habilitada por las autoridades estadounidenses para los cubanos recién llegados. Éstos cruzan a Estados Unidos con los documentos que les entregan para regularizar su situación migratoria.

Lisania apenitas alcanza a despedirse con una sonrisota y me comenta que el niño que espera en unos días se llamará Mateo.

La cubana Lisania Maday Miranda Prieto (con bolso) entrando a las instalaciones de las autoridades migratorias estadounidenses que se encuentran al bajar el puente.  En unos minutos más, podrá entrar legalmente a EE.UU. @JudithTorrea