jueves, 31 de diciembre de 2009

El día en que la DEA anunció ataques contra civiles: 10 muertos, civiles, como casi todos los días.














"Papá, levántate! No se quiere levantar mi papá. Está vivo, !que se levante!....No, no, no es mi papá. Papá está conmigo, en la casa.... !Te amo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!"

Es su papá. Salvador Sánchez González, de 38 años, es su papá. También, de dos niños más. Hace frio a eso de las 7 de la tarde de hoy miércoles 30 de diciembre. Y Sánchez ya es un cadáver.
Su hija grita en una esquina de la calle, a unos 200 metros del cuerpo de su padre.
Los soldados se acercan en grupo y de sus celulares toman fotos de recuerdo. Pasan uno tras uno. Deben de ser los nuevos que han llegado. Los que todavía no están acostumbrados al espectáculo de 10 a 15 muertos al día: hasta que te toca en la sangre de tu propia familia, y en lugar de tomar fotos, sólo gritas. Lloras o pides un celular, que tenga crédito, para avisar al resto de la tragedia.

Sánchez González terminó su día muerto, tras un día de trabajo como chalán (ayudante de mecánico) en un taller de camiones. Entre la calle Checoslovaquia y Sevilla, en la colonia obrera Mirador. Con su hija mayor diciéndole todo lo que no le pudo decir en vida: "Perdóname papá!!!!!!!!!!!!!!!"

De pronto, los soldados se alejan corriendo del asesinado, y de un carro que está estacionado cerca del cadáver del papá de la chava, la que está gritando. Y se suben a sus vehículos. Le siguen los federales y los municipales. Todos salen en estampida.

-?Qué ocurre?, pregunto y nadie contesta. Decido apartarme, como ellos.

Pero en ese momento, llega uno de mis colegas. Se acerca al cordón amarillo que separa la escena del crimen, dispuesto a grabar.

-Apártate!!!!!!!!!! Ten cuidado!!!!!! Los soldados se acaban de ir a la carrera!!!, le grito.

Y el chavo que no se mueve, ni modo. Que saca su cámara y empieza a filmar. Y yo pensando que en ese preciso instante va a estallar el carro que está al lado del cadáver. Y se va a llevar al colega. Sigo gritándole, sin que mis piernas quieran correr más lejos, y él mirándome como si fuera una extraterrestre. Hasta que regreso, le tomó del brazo y consigo empujarlo: las ventajas de ser una mujer grandota y fuerte, y bueno, él es un chaparrito, hay que decirlo también.

Ese rostro de terror de las fuerzas de seguridad lo vi antes, lejos de Ciudad Juárez y hace muchos años. Es la huida cuando el coche bomba está a punto de estallar y ya no se puede desactivar el artefacto.

El día había comenzado en la fascinante Ciudad de México con una noticia: la alerta de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) al gobierno mexicano de posibles ataques del narcotráfico contra civiles, en especial el 1 de enero, según publicaba el diario "El Universal".

Y el anunció provocó más terror. Porque los civiles, muertos, siempre han estado ahí, desde que comenzó hace 21 meses la llamada guerra contra el narco en Ciudad Juárez. Pero para el gobierno del presidente Calderón, la mayoría son narcos. Los muertos civiles están cuando te matan en un restaurante al salir de la chamba con tus compas de la maquiladora, en un centro de rehabilitación para personas con adicciones a las drogas o celebrando un cumpleaños en un exclusivo bar de la ciudad. Están todos los días. En lugares públicos.

Y los muertos seguirán, si no se combate el delito, si continúa la impunidad y la corrupción: el mejor caldo de cultivo para el crimen organizado y el común. De la falta de acción, las bombas que surgen entre mochilas abandonadas- debajo de los automóviles o en un edificio- pasarán a formar parte del paisaje de Juárez, según expertos como Oscar Máynez, catedrático de criminología de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
"Es un proceso de evolución esperado", dice el experto. "Son crímenes anticipados y anunciados. El único resposable es el Estado. Hay que ver por qué no está actuando, si no tiene la capacidad, sino quiere, si está coludido", añade.

El colega con el que me fui del brazo tiene su zapato lleno de sangre por un "evento" anterior:

-"Pisé la masa encefálica de uno de los dos ejecutados. No la vi", explica.

El coche sigue ahí. El cadáver también. Nada explota. Nos queda la duda y más chamba de dolor.


*****El saldo de la muerte de este miércoles 30 de diciembre en Juaritos es de 10 "muertitos", más 5 en El Valle de Juárez, a las afueras de la ciudad.
Algunos autobuses del pobre transporte público de Ciudad Juárez decidieron no salir hoy a las calles. El martes uno de ellos fue rafagueado, con 15 pasajeros dentro, por no pagar una extorsión de 10.000 pesos, unos 770 dólares. Fue un aviso sin muertos. Algunos ruteros huyeron a El Paso, Texas, nada más cruzar uno de los puentes fronterizos que separan la ciudad más violenta del mundo de la segunda más segura de Estados Unidos. Están pidiendo asilo. Como tantos otros.
Antes, los camiones habían sido incendiados o chocados contra establecimientos. Además, de asesinar a choferes. En estos autobuses los trabajadores de la industria maquiladora van a su empleo.
La ciudad se queda cada día más desolada. Los que pueden huir, como José Reyes Ferriz (PRI) el alcalde de Ciudad Juárez, viven en El Paso, Texas y pisan lo menos posible la ciudad, con guardaespaldas. De las autoridades que siguen aquí está el Cónsul de Estados Unidos en Ciudad Juárez y su esposa, colombiana.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Ciudad Juárez despide a Esther Chávez Cano




































Le esperaba una campana. A Esther Chávez Cano. 

La misma que había golpeado la conciencia en una reciente marcha desde la Ciudad de México hasta Ciudad Juárez para pedir justicia y el fin de los crímenes contra mujeres.

Al salir del velatorio de la funeraria Perches, en Ciudad Juárez. Este domingo 27 de diciembre. 

La activista cuyo lema fue “aún hay esperanza”, falleció el día de Navidad, día de esperanza para el mundo católico a los 77 años de edad, tras luchar ferozmente contra el cáncer.

Y le esperaba también el vehículo gris donde ir por última vez, en un ataúd, a Casa Amiga Centro de Crisis: su dolor convertido en acción para intentar atajar de raíz las muertes de mujeres que había documentado desde 1993, en una lista que dio al vuelta al mundo y que expuso a nivel internacional el problema de los feminicidios y la impunidad en esta ciudad fronteriza con Estados Unidos. 

La campana comenzó a sonar. Y Esther se puso en marcha. Detrás, el resto. Siguiéndola hasta Casa Amiga. Por unos 40 minutos, los que separaban la céntrica funeraria de la colonia obrera donde está su vida, en la que han encontrado esperanza más de 300 mil víctimas de violencia.

Las calles que habían sido testigos de más de 2.600 muertos este año en la controvertida guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón, dejaban paso a una campana móvil que anunciaba los gritos de justicia de Esther Chávez Cano. Ahora en un ataúd.

 “Es una llamada de atención a las autoridades por cada mujer muerta, por cada crimen impune, por el futuro de esta ciudad  con más de 10 mil niños huérfanos en esta guerra contra el narcotráfico que de la pobreza está creando a los sicarios del futuro”, explica Irma Casas, directora operativa de Casa Amiga, el primer centro de atención a víctimas de violencia en toda la frontera norte mexicana que fundó Esther Chávez Cano en 1999.

Esther llegó a Casa Amiga en un vehículo. Otras, como María Guadalupe Orozco Pizarro -trabajadora de una maquiladora- acudieron en una rutera, viajando por más de dos horas por calles sin pavimentar, como el 60 por ciento de Ciudad Juárez. 

“Era más que mi mamá, me ayudó con terapia para mí y mis hijos, con la renta, me ayudó a quererme“, me comentó Orozco, entre lloro y lloro, que había sabido de la muerte por la televisión. 

La mujer, acompañada de sus niños la había conocido hace apenitas un año, cuando estaba internada en el hospital por los golpes de su esposo y Esther, al enterarse tras recibir una sesión de quimioterapia, fue en su búsqueda.

Esther llega. Y comienza la música, que tanto le gustaba. Gritan "Ni una más".  Recuerdan sus obras. Incluso, están presentes otras activistas que tanto la criticaron, que se van tras los periodistas.  Anuncian la presencia Guillermo Dowell, el secretario del ayuntamiento de Ciudad Juárez, que va a entregar a la familia una placa que simboliza una nueva calle que llevará el nombre de Esther Chávez Cano. Pero Dowell nunca aparece. A pesar de que minutos antes dijo que estaba en camino. 

Continúa la celebración de vida de Esther, la voz que se quiso callar tantas veces. Que alertó, hace 17 años, de lo que ocurre ahora. Y la fiesta sigue con un mariachi. Pero muchos lloran. Se abrazan. Al verla, ahí, dormidita vestida de rojo, su color favorito.

Y pienso: A Esther Chávez Cano la habrán recibido en un universo menos cabrón las mujeres por las que luchó. Y que hoy están muertas. Sus últimos gritos fueron contra la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón, el mismo que le entregó hace un año el premio Nacional de Derechos Huamanos, tras múltiples reconocimientos internacionales. Y Esther no se calló. Ni en su discurso feroz contra el gobierno mexicano. Eso, ni muerta. 

viernes, 25 de diciembre de 2009

Fallece Esther Chávez Cano: Ciudad Juárez sin la voz















Desde hace unos meses, Esther Chávez Cano se desmonoraba como Ciudad Juárez, la ciudad más violenta del mundo. Los muertos de cada día -con sus más de 10 mil niños huérfanos en este año - la mataban poco a poco, pero también la realidad que vivía al acudir a recibir quimioterapia al hospital del seguro social en Ciudad Juárez.

“Hemos creado un monstruo y ahora no lo podemos controlar”, me decía Esther Chávez Cano, de 77 años que falleció hoy, Día de Navidad, a las 6 de la mañana en su hogar de Ciudad Juárez.

Ahí encontraba a mujeres que iban a su cita contra el cáncer cuando tenían dinero para el bus y lo hacían golpeadas por sus esposos, mujeres que no tenían qué comer tras haber perdido a sus hijos y esposos en la controvertida guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón.


Me acuerdo lo que me dijiste, Esther, cuando el presidente de México envió sus tropas a Ciudad Juárez. Me asustaste un chingo porque sé que nadie como tú puede analizar mejor la situación que vive nuestra querida Juaritos, nuestro México tan lindo y tan cruel. Y fíjate, que todo se está cumpliendo. Hasta que te fuiste esta mañana, llevábamos 2,604 asesinatos. Más los 1.607 muertos del año pasado. Las violaciones de los derechos humanos de los militares son constantes. No sólo roban sino matan. Y todo bajo el imperio de la impunidad. Como avisaste.


Hoy me sentí un poco extraña, Esther. Cuando dejaste de respirar, quise llorar pero no me dejaste. En lugar de eso, sentí un abrazote enorme y unas ganas enormes de luchar. Me dije: "voy a contar al mundo quién fue Súper Esther".


Así que ya ves, me puse primero a avisar a grandes amigas tuyas. A Eve Ensler la encontré en Congo y corriendo llamó a Jane Fonda. Y de ahí, seguí con Gloria, Verónica que tanto las quieres, y a una mujer que tanto admiro y que conozco desde hace poco, Lydia Cacho y que ya sé por qué me cayó tan fenomenal cuando la conocí. También platiqué, entre otras, con la señora Villigrana, que volvió a sonreír gracias a Casa Amiga, tras haber estado en la agonía de esperar alguna noticia de su hija por 15 años. Y lo que recibió fue un cráneo.


?Sabes? platicando con tu hermano Héctor esta mañana, acabamos riendo. Dijimos.. !esta Esther está haciendo de las suyas!!


Te conocí hace 12 años en la situación más insospechada para mí: una conferencia en una universidad de Gringolandia donde a ti te invitaron para hablar de tu activismo y a mí, no sé cómo, de mi cobertura de temas migratorios. Era una chavita grandota. Yo ni sabía quién eras, eso que me habían hablado pestes de tí. Las calumnias pagadas en El Diario de Juárez por el gobernador del estado de Chihuahua eran como para salir huyendo de ti. Por cierto, para ellos todavía estás viva, porque no han escrito en su página en el internet ni una palabra sobre tu descanso a otro universo menos cabrón, mientras tu muerte es noticia en varios periódicos del mundo.


Me acuerdo lo bien que lo pasamos en esos cinco días hasta con un líder antiinmigrante de FAIR, en fin, que no sé cómo pero logramos entendernos. Yo creo que lo transformamos. !Ja,Ja, Ja! Tú posees ese don, de transformar todo lo que llega a tu vida, con tu corazón enorme y esa fortaleza que ya me gustaría tener a mí.


Hace 10 días que me diste de nuevo una lección. Fue el 15 de diciembre cuando las chicas de Casa Amiga se apresuraron a imprimir 20 copias del libro que estuviste escribiendo en estos dos últimos años, porque sentían que nos dejabas ahí, y que se publica oficialmente en marzo. El día anterior, casi te nos vas. Ni Paulita, que tanto te ha cuidado en este tiempo, confiaba en que llegarías. Pero tú te levantaste, te pusiste bien linda, toda coqueta con tus uñas bien pintaditas, tu pintalabios y tu cabello hermoso, y fuiste a Casa Amiga, en silla de ruedas y sin apenas voz. Y ahí gritaste justicia. Gritaste por esta ciudad que te atrapó cuando llegaste a ella hace unos 20 años, por este pueblo maravilloso que es el juarense. A veces ni te entendíamos, Súper Esther, pero tu seguías hablando, como si quisieras alertarnos de toda la tragedia que se nos venía encima para que hiciéramos reaccionar a las autoridades.


Cuando íbamos de regreso a tu casa, me pediste que comenzara a leerte tu propio libro. Comenzabas con el asesinato de María Luisa Carsoli, unos días antes de la Navidad de hace 8 años. Y casi no puedo seguir tu escritura apasionate. Me acuerdo cómo pasamos esa Navidad.


Desde hace tres días ya no hablabas. Sólo respirabas. Pero seguías escuchándonos.Y al hablarte, tú eras la que nos dabas la paz que tanto necesitamos. Eras la mamá soñada para miles en Ciudad Juárez y en el mundo entero porque nos adoptaste a muchísimas. A mí, desde las montañas vascas de la frontera de España con Francia.

Sí, fíjate, cuántos hijos al final tuviste...tú que tanto hubieras querido ser mamá con un hombre genial, pero yo creo que los intimidabas, con tu inteligencia, independencia y belleza. A muchas nos pasa los mismo, ni modo.

Hoy sólo quiero dar gracias al universo por haber vivido tantas aventuras juntas. Sé que mi querida Juaritos ya no será la misma sin ti. No encuentro voces que se atrevan a luchar contra toda esta barbarie con planes y soluciones prácticas, y una valentía que no tiene límites.Tú eras la voz y creo que hoy las 300 mil víctimas de violencia que has atendido, gratis, en Casa Amiga se sienten como yo, súper huérfanos pero llenos de esperanza y fuerza. Ese fue tu mensaje. Y te prometo, que no me rendiré. Te adoro!!! MIL GRACIAS, Súper Esther!!!. Soy Juditha, una de tus miles de hijas. 25 de diciembre, 2009. Día de Navidad, sin Navidad en Ciudad Juárez.

(Esquela de Esther. Cortesía de Casa Amiga. Presentación del libro de Esther, hace 10 días)


http://www.letraslibres.com/index.php?art=13767

LA VOZ

Hay días en los que la quimio intenta apagar su voz. Se recuesta en la cama. Cuando piensa que su jornada termina, el teléfono suena:

–Esté tranquila, señora. Ahora voy.

El cáncer es una enfermedad cabrona. También lo es la realidad cotidiana en Ciudad Juárez: con sus muertos en nombre de la guerra contra el narco, sus viudos y sus niños, los retenes constantes, las desaparecidas.

–Estamos como hace dieciséis años. Peor.

Hay voces que anuncian el horror, y la esperanza. A la de Esther Chávez Cano se le intentó desprestigiar, en su propia tierra, con campañas mediáticas. Así actuó el ex gobernador Patricio Martínez para acallarla desde el mayor periódico del estado,El Diario de Juárez, del que Martínez es accionista principal. Pero no pudieron silenciarla. Tampoco detuvieron sus logros: en 1993 comenzó a elaborar una lista con los nombres de las muertas y desaparecidas de Juárez, que dio la vuelta al mundo. Después pasó a la acción: creó Casa Amiga, un centro no lucrativo que atiende integralmente, y gratis, a las víctimas de la violencia. Veinticuatro horas al día.

Esther, de 75 años, me dice:

–Vivimos cerca de Estados Unidos, que requiere del narco y nos controla. En Juárez los policías y las autoridades siempre han manejado la droga. Les dejaban la venta de la droga a unos o a otros, y así iban pasando los años, sin proyectos para detener la violencia hacia las mujeres, sin parar la venta de droga.

Nunca imaginó ver la ciudad militarizada:

–Yo tengo miedo, pero no por mí, yo ya soy vieja y voy de salida, sino por la juventud. Me pongo a pensar en cuántos niños han quedado sin padre. ¿Qué será de ellos si no se hace nada? Dentro de unos años serán los asesinos brutales que cortan cabezas o cuelgan cadáveres en las avenidas. ¿Quién se va a hacer cargo de ellos?

Hay voces que no se escuchan. Porque parece que lo conveniente es vivir dentro de un teatro del absurdo. Hasta que la realidad golpea. Con sus muertos. Y las noticias en la portada de los periódicos internacionales duelen más a las autoridades que los propios muertos.

–¿La solución? Que se vayan los militares, que asuma la autoridad civil su obligación o renuncie, porque fueron votados y muchos ciudadanos les entregaron no sólo su poder sino su confianza. Juárez es una ciudad fallida.

A Esther Chávez Cano, que recibió en diciembre del año pasado el Premio Nacional de Derechos Humanos de manos del presidente Calderón, no la calla ni el cáncer. Es dura de matar, lo dice mientras ríe. Hoy su voz es un susurro: le dieron la quimio. ~

viernes, 18 de diciembre de 2009

7 muertos en menos de 7 horas, al día siguiente de la muerte de Arturo Beltrán Leyva




























Le llamaban Junior. Hasta hace una hora. Ahora yace en la puerta de la casa de su novia en la colonia obrera Lomas del Rey, de Ciudad Juárez. Los policías federales acaban de llegar, tras una hora tirado en el suelo. Después, llegaron los militares. Y hasta los policías municipales. Todos están viendo el cuerpo. Unos desde cerquita. Otros, a lo lejos como dos federales que platican relajadamente con dos chicas adolescentes de bonita sonrisa, tez clara y ojos azabache.

Tenía 18 años. Trabajaba en un taller mecánico con su padre. Los vecinos dicen que era un buen chavo. Hasta que de repente llegó a toda velocidad una camioneta "explorer" . De color negro. Y Junior comenzó a correr, pero desde el lado opuesto se le lanzó otro vehículo. Lo acribillaron.

Los 35 casquillos están en el suelo. Más los de su cuerpo.

Ahora es un cadáver más. Para muchos. Para Marta no: este es el octavo vecino que pierde en 7 meses y en muchos de los casos ha escuchado los disparos, ha visto cómo un cuerpo se queda sin la sangre que ahora baña el suelo, ha llamado al 066 para pedir auxilio...

_"?Le puedo pedir algo? Necesito una psicóloga para mi amiga. Le mataron a su hijo de 15 años hace tres meses. No puede dormir, no puede vivir", me dice la vecina de los 8 cadáveres, y de 46 años.

Son las 4,20 de la tarde del jueves 17 de diciembre, el día después de que las autoridades mexicanas acabaran en Cuernavaca (a más de 26 horas en carro de Ciudad Juárez) con el capo Arturo Beltrán Leyva, del Cártel del Golfo y mano derecha del Cártel de Juárez. En la radio se escucha la voz del presidente de México Felipe Calderón aplaudiendo su gran acción dentro de la llamada lucha contra el narcotráfico con el Ejército.

Un veterano policía municipal comienza a escupir carcajadas desde una boca de la que también sale humo de un cigarro:

-"Están dejando el paso libre al Chapo (Cártel de Sinaloa). ?Guerra contra el narcotráfico? Ja, ja, ja, pregúntele a los soldados a quiénes matan".

(Para los que no están en mi querida Juaritos: muchos miembros de la policía municipal trabajaban con el Cártel de Juárez, según José Reyes Ferriz el alcalde de Ciudad Juárez -que vive en El Paso, Texas- . Pero en la limpia del alcalde, limpió hasta a policías que no habían tomado el test de confianza. En Juaritos todo es posible. Hasta lo más imposible ahora: soñar en que estar vivo no es un peligro).

La Subprocuraduría de Justicia de la Zona Norte, en Ciudad Juárez anuncia la gran noticia del día: la detención del extorsionador de la Catedral. Es más, lo va a presentar a los medios. Son las 5,30 de la tarde y al dar la vuelta por unos de los pasillos de la institución, me tropiezo con 10 agentes con el rostro cubierto y un hombre en un buzo amarillo, que en la parte de atrás lleva una marca grabada en letras negras: IMPUTADO.
Al rato, regresan de una manera más ordenada, siguiendo las indicaciones de los voceros para que las televisoras puedan grabar, sin contratiempos. Y comienza la presentación oficial en otro pasillo. No puedo ver los ojos del presunto extorsionador. Unos ojos que miran al suelo en una piel sonrojada. Se llama Juan Angel López. Tiene 24 años y su ocupación, según las autoridades, es: "desempleado (trabajó como guardia de seguridad en la empresa maquiladora Honeywell)". A un lado, la evidencia de la extorsión: una navaja, una cartulina con amenazas, el sobre, la cartera con su documentación y una gorra.
Es su primer delito, que se sepa, y no lo pudo consumar. Cuando la trabajadora de la maquiladora a la que quería extorsionar le fue a entregar un sobre con unos 15.ooo pesos en efectivo (unos 1.200 dólares) en la puerta de la Catedral, fue detenido. Mala suerte, para el chavo. Porque 24 mil juarenses que han sufrido actos delictivos (sin incluir los homicidios) desde enero hasta el 30 de noviembre, y que los han denunciado siguen esperando justicia en los escritorios de los agentes, según la Unidad de Atención Temprana de la Subprocuraduría de Justicia en la Zona Norte. Los casos resueltos, hasta el momento, son 1.528.

El escáner de la policía (interceptado también por los sicarios, y obviamente los periodistas) avisa de otro muerto. En la colonia Solidaridad Infonavit. Alberto, el cadáver, estaba arreglando una camioneta safari, según uno de los testigos, un chavo de 20 años con un niño en sus brazos. El testigo lo vio todo porque los sicarios se encontraban delante de su camioneta. "Eran dos chavos, lo mataron con 4 tiros y se subieron en su van como si nada", explica.

Otro más. Esta vez en el crucero de las calles Oscar Flores y Vía Láctea, uno de los principales de la ciudad. El tráfico está cortado en el carril donde se encuentra la camioneta Envoy, de color blanco. El cuerpo de Julio César Esparza, de 30 años, y según la credencial de lector, está tirado en su asiento. Al parecer, un comando armado le disparó en varias ocasiones.

Una agente estatal de 21 años, que lleva tres meses en su nueva chamba, sonríe con un arma que cubre parte de su cuerpo. "Al principio estaba bien nerviosa, luego te acostumbras", dice la joven, desempleada de una maquiladora. "Este trabajo tiene sus pros y sus contras. Las ventajas es que te ayudan para ir a la universidad. Quiero ser psicóloga".


Son las 6,30 de la tarde:

-"Ah!!!!!!!! No!!!!!!! mi hijo, no!!!!!!" ah!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Apenas puedo ver su rostro. La sostienen cuatro hombres, familiares. Ella grita, salta. Hasta que entra a la Cruz Roja de la colonia Salvarcar.

Atrás queda un autobús, el que conducía su hijo y su sangre. Hasta aquí lo manejó como pudo Manuel, de 16 años y cuñado de Edgar Coronado Guerrero, de 22 años y padre de dos niños, de 2 años y 3 meses. Lo hizo desde la calle Fundadores de América con Mar de Plata, a unos 15 minutos y con un fuerte tráfico. Los pasajeros de esta unidad de transporte público, perteneciente a la línea Valle de Juárez, salieron huyendo tras el incidente. Según el cuñado, fue un robo.

Son las 7,35 de la tarde y los adolescentes que estaban jugando en la escuela preparatoria Altavista cuando un Policía Municipal fue asesinado y otro herido, ya no están en el campo deportivo. Están viendo la película real. Los niños cuentan que hubo unos 30 disparos en el cruce de las calles Cloro y Norzagaray, a un costado del centro educativo.
Los carros que circulan por la calle opuesta, se van deteniendo en busca del suceso. Hay familias enteras, con pequeños de todas las edades, a los que les separa de la muerte en directo una acequia que divide los dos sentidos de la carretera.

- "?Qué están viendo?", exclama un policía munipal.

-"!Veo lo que quiero. Por eso os matan, sois unos pendejos!", contesta una mujer.

En unos minutos, los policías municipales mueven la patrulla baleada de la estación Delicias con otra unidad, a empujones. Y recogen los casquillos con la mano. Los agentes ministeriales -que acuden cada vez que hay un tiroteo, para realizar la primera investigación antes de mover el vehículo- no están en el lugar del crimen.


El bar El Elegante, de la colonia Rastro, dejó de servir copas a eso de las 8 de la noche. Los seis disparos que le dieron a la encargada de la barra provocaron la huida de todos. El primero, el asesino. La mujer fue trasladada con vida al Hospital General, pero en unos minutos murió.

Tres patrullas de soldados, dos de policias municipales y otras dos de federales, custodian la puerta del lugar en donde ya ni están el cadáver ni el asesino. "Andábamos en la persecución (de la camioneta que mató al policía municipal) por el Camino Real, unas 10 unidades, pero no dimos con ella", dice un policía municipal.

9,25 de la noche: otro baleado. Colonia Acacias.

El policía dice que César Alba, de 29 años, que está tirado en el suelo, tiene dos impactos de bala en su cuerpo. Uno en la parte izquierda de su cuello. El otro, en la clavícula derecha. Su tía sale de la casa con 100 pesos (unos 8 dólares) para pedir a su hijo que recargue la tarjeta del celular y así poder avisar a la familia. El teléfono en México es un robo: te cobran por todo hasta yo creo que por respirar. Al parecer, César estaba en la puerta de su casa cuando escuchó que estaban intentándo secuestrar a Edgar, un chavo de 15 años. A él se lo llevaron y a César, lo acribillaron.

10,30 de la noche:

-"?Puede escribir en su reporte que las autoridades pongan luces?", me dice una mujer acompañada de una niña en la calle Luis Herrera, sin pavimentar, como el 60 por ciento de las calles de Ciudad Juárez.

Acabo de llegar a la Colonia Revolución de México y aquí, parece que no ha llegado ni un ápice de la Revolución de 1910 que intentó luchar en contra de la pobreza y la desigualdad social. Y eso que en Ciudad Juárez se firmaron los acuerdos de paz.

El encobijado (un cadáver envuelto en una cobija) está encima de una alcantarilla. Los vecinos de la casa donde está el muerto no escucharon disparos. Lo mataron hace poco: sigue saliendo sangre de su cuerpo.


11,50 de la noche: he acudido a 7 crímenes en menos de 7 horas, en un 17 de diciembre con 11 muertos. Para acordarme del número exacto de muertos he mirado a mis notas. A veces, he estado en el lugar del crímen menos de 15 minutos. Había que salir al otro asesinato.

Las distancias en Ciudad Juárez son grandes. Como su cielo de azul intenso y mágicos atardeceres. Como también los porqués.


miércoles, 16 de diciembre de 2009

"Le estoy avisando: tiene la casa con armas, drogas y secuestrados"

Son las 6,10 de la tarde en Ciudad Juárez. Y el teléfono de la casa suena. Pienso que es mi amiga Monserrat de la Vega, que viene a recogerme para irnos a celebrar su despedida de la ciudad que tanto ama. No es fácil para ella ni para su familia. Tampoco para mí: yo regreso a Ciudad Juárez y mis amigos se van. Al menos, ella no se va en un ataúd. Como otros.

Pero Monserrat -una chava mexicana de 21 años que estudia Turismo- decidió huir al estado de Nayarit después de que mataran a sus dos mejores amigos en un bar exclusivo de la ciudad hace menos de un mes.

-"Tengo un reporte de una de denuncia de sus vecinos y por cortesía le estoy hablando. Soy un Comandante de la Policía".

(No hablo. No es Montse. Es la voz de un hombre, ranchero)

_"Su casa está blindada, con drogas, armas y secuestrados. El reporte indica que eres de La Línea".

(Cuelgo el teléfono. No quiero escuchar la siguiente frase. Supongo que es para pedirme dinero. ?Comandante de la Policía? Quizá todo puede ser. Hace tres semanas que tres camiones de los 8 mil soldados que se encuentran en Ciudad Juárez -dentro del Operativo Conjunto Chihuahua contra las drogas- intentaron robarme a la entrada de la casa).

Ese día regresaba de El Paso, Texas -la segunda ciudad más segura de EE.UU nada más cruzar uno de los tres puentes fronterizos que la separan de Ciudad Juárez, la más violenta del mundo-. No eran más de las 9 de la noche. A esa hora, las calles estaban vacías en Ciudad Juárez.

Los soldados del Ejército mexicano me preguntaron qué traía. La verdad es que lo único que tenía en mis manos eran las llaves que intentaban abrir las rejas de la casa donde vivo. Decidí responderles con mi mejor arma contra la adversidad: mi sonrisa.

-"?Sois nuevos, no?"

(Los soldados, bien chaparritos y enfundados con unas armas que cuelgan por la mitad de su cuerpo, no contestan. Y repito la misma pregunta, sin respuesta)

-"?Vuestro Capitán es Godinez o estáis más con el General Espitia? Saludénmelos, por favor. Pensaba llamarlos ahora para saludarlos. ?Creen que será muy tarde si los llamo a sus celulares?".

-"No se preocupe señorita, les damos sus saludos. Que tenga una buena noche".

Y los soldados se suben en sus camiones y se van. De esta me libré. Pero no todos en Ciudad Juárez tienen la misma suerte.

ULTIMA HORA: Ya se nos quitó el hambre. Hoy no vamos a celebrar nada. Ni la despedida de Monserrat, dispuesta a dejar la muerte sin respiro por la vida. Acaban de balear a Edgardo Cervantes, profesor del Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez en el céntrico centro comercial Plaza Juárez Mall a unos cinco minutos en carro de la casa. Lo acaban de subir a una ambulancia. Parece ser que está vivo. A los amigos de Montse se les ha quitado las ganas de salir a cenar mientras su profesor se debate entre la vida y la muerte. A mí, también.

*** Ya son las nueve de la noche. El profe está muerto. En estas últimas tres horas, desde que recibí la llamada de cortesía del supuesto Comandante de Policía, otros tres más han sido asesinados en este miércoles 16 de diciembre, víspera de las compras navideñas. Y de "la felicidad". Para algunos. El saldo de hoy: 15 personas asesinadas.