sábado, 23 de mayo de 2015

¿Qué hace una madre cuando sabe que siete estudiantes de la escuela Incomex (Ecco) -a la que iba su hija desaparecida- fueron asesinadas?


 A Yolanda, mamá de Janeth Paola Soto Betancourt, las autoridades le impidieron denunciar la desaparición de su hija,  estudiante de Incomex.  ©Judith Torrea 

Lo consiguió. En dos semanas su hija se graduaría (con excelentes calificaciones).  La primera en la familia en superar la barrera de la preparatoria. Un año y seis meses de computación e inglés: a 180 pesos a la semana. Por estudiar, por tener otro futuro. Por... ¿desaparecer?

Yolanda tiene una hija: Paola Janeth Soto Betancourt. Pero ahora no la tiene. Sabe que la tiene, pero es como si no la tuviera. O peor.

Hay sueños hermosos que se convierten en pesadillas agónicas. Esto es lo que le pasó a Yolanda, una trabajadora de maquila de 44 años de edad: casada con otro operario al que conoció también en la maquila al emigrar a los 18 años a Ciudad Juárez, de su natal Durango: en busca del sueño: de poder sobrevivir en un México marcado por la desigualdad social, la pobreza en un país inmensamente rico, la corrupción y la falta de estado de derecho.

El sueño más reciente de Yolanda, hasta el 23 de mayo del 2011, era que su hija se graduara. Pero el sueño cambió esa misma tarde de hace cuatro años. Concretamente entre la 1 de la tarde y la 1,30pm.

Al parecer, a la una de la tarde, Paola Janeth Soto Betancourt, una chica reservada y alegre de 19 años, ojos oscuros y cabellos teñidos del color de los girasoles, salió de la escuela Grupo Incomex Centro de Computación, en el número 138 de la calle 16 de septiembre, en la zona centro de Juárez.

¿Qué es lo que pasó en esos 30 minutos? ¿Por qué aún no ha llegado a su hogar en la colonia Ciudad Moderna? Es lo que se preguntan e intentan averiguar Yolanda y su esposo Martín, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada mes de los últimos cuatro años de sus vidas.

Lo primero que hizo Yolanda fue llamar al celular de su hija: apagado. Después, insistió, e insistió. Y cuando no pudo más, habló a su esposo. Juntos fueron a la escuela. No alcanzaron a encontrar a nadie que les pudiera dar una pista.
Se encaminaron hacia la calle Miguel Ahumada, en busca de la parada de la ruta 5A, que su hija tomaba para estudiar, y nadie la vio. En el camino, se toparon con retenes del Ejército y miembros de la Policía Federal enviada por el ahora ex presidente Felipe Calderon en su llamada guerra contra el narcotráfico.
Y ella comenzó a preguntarse que "qué casualidad que nadie la miró en la calle, qué pasaría. Con tanta policía y soldados que había y qué casualidad que nadie supo nada. Ya no haya ni uno ni qué pensar, si ellos se las llevaron, si están aliados con los que se las llevaron, no sabemos".

Llamaron a sus amigas. Fueron a casa de la familia de su novio -que ya no es su novio, porque en estos 4 años de espera ha contraído matrimonio y ni se lo ha podido decir porque... ¿Cuál es la mejor manera de decirle a tu novia desaparecida que te casas con otra... si no contesta su celular, si no vive en la misma casa, si ya no va a la escuela, si nadie más de su familia y amigos la ha vuelto a ver?

Al día siguiente, los padres de Soto Betancourt regresaron a la escuela Incomex. Ningún dato más. Así que decidieron ir a la Fiscalía, a poner la denuncia para que todas las fuerzas de seguridad realizan retenes constantes estén alerta y no sólo comiencen a estar atentos si la ven sino que sean activos en su búsqueda.

"Ese día no me quisieron agarrar la denuncia", recuerda Yolanda, madre de cinco hijos, dos de ellos inmigrantes en Los Ángeles, otro de 15 años y el más pequeño, que tenía 6 meses cuando desapareció su hermana, de ahora 5 años.

- Váyase, yo creo que está con el novio, ahorita no les va hablar porque está muy contenta...
- Cómo puede ser posible que usted me haga eso... si fuera su hija...
- Váyase señora, al rato ella le va a hablar, cuando a ella se le pase el amor, ella les va a hablar.

Su hija nunca volvió a llamar. Ella esperaba que aquellas palabras del agente del ministerio público de la Fiscalía fueran ciertas. Pero sentía que ella estaba en peligro. La buscó, la volvió a buscar, parecía que ya no quedara ni un lugar de Juárez para encontrarla. "Fuimos hasta las garitas del Ejército en el Kilómetro 20.  Anduvimos recorriendo que no hallábamos dónde", recuerda Yolanda.

Semana tras semana volvía a la Fiscalía para interponer la denuncia por desaparición. Sin suerte: sentía que se moría, que se partía en dos, en cuatro, en minúsculos pedazos. Aunque con el tiempo ha comprobado que para nada sirve denunciar a las autoridades que una niña, una jovencita, una hija haya desaparecido: porque a las que desaparecen, de verdad, nunca las han encontrado con vida  en los veintiún años de desapariciones en Ciudad Juárez. Y si las encuentran, aparecen sólo unos huesitos.

Pasaron los días, las semanas, el mes y casi dos meses hasta que llegó el 13 de julio del 2011 -una fecha en la que desapareciera otra joven, Nancy Ivette Navarro Muñoz, y en donde tampoco se activó el Protocolo Alba de búsqueda hasta que su familia realizó una protesta para presionar a las autoridades a que hicieran su trabajo, buscarla-.
Ese día, los padres de Janeth Paola Soto Betancourt fueron a poner el reporte de desaparición, a intentar que su hija a la que parecía que "la tierra se la hubiera tragado" fuera al menos visible para las autoridades. En la explanada de la Fiscalía se encontraron con un hombre que portaba la foto de su propia hija, por entonces desaparecida. Este hombre se llama Ricardo y su hija es Mónica Janeth Alanis Esparza, desaparecida y ya encontrada en huesos. Iba acompañado de una mujer, la activista Francisca Galván, que en ese momento no sabía que dos años después tuviera que pedir asilo político a Estados Unidos.
"Nos vieron desesperados, comenzaron a preguntar y luego les dijimos que no nos han querido agarrar la denuncia, y ahí fue Francisca a la Fiscalía".

Nada cambió desde que le permitieron realizar una denuncia, un mes y medio después de la desaparición de su hija. Sólo que ahora está en una pesquisa, con su foto y algunos detalles básicos.



Lo único que las autoridades han hecho para buscar a Janeth Paola Soto Betancourt es una pesquisa. ©Judith Torrea

La escuela donde estudiaba Janeth Paola Soto Betancourt comenzó a llamarse Grupo Incomex Centro de Computación hace más de una década. Antes era la Ecco. Cuando se supo que varias de sus estudiantes habían desaparecido y se encontraron violadas, mutiladas y asesinadas le cambiaron de nombre a Incomex. Y la vida de esta escuela siguió, como si nada. Con este simbólico hecho, se sigue la tradición de las autoridades de Juárez que se esfuerzan en cambiar la mala imagen de la ciudad, pero no la realidad que la provoca.

"Yo no sabía nada de desapariciones. Nunca imaginé que las desaparecieran de esa escuela. Me siento muy mal, si hubiera sabido que de ahí se habían desaparecido otras muchachas, te lo juro que nunca le hubiera dejado ir a esa escuela. Y ya cuando una ya sabe es tarde...", comenta la mamá de Soto Betancourth.

Esta madre señala que son tres las muchachas de la escuela de cómputo que también desaparecieron. Pero revisando mis archivos compruebo que al menos son siete las jóvenes desaparecidas que eran estudiantes de Ecco-Incomex en Ciudad Juárez, todas pobres, hermosas. Algunas de ellas también trabajaban en fábricas maquiladoras:
Tres de las estudiantes de esta escuela fueron encontradas violadas y mutiladas en el cerro del Cristo Negro el 16 de febrero de 2003. Ellas eran:
Juanita Sandoval Reyna, de 17 años y desaparecida el 23 de septiembre de 2002.
Esmeralda Juárez Alarcón, 16, desaparecida el 7 de enero de 2003.
Violeta Mabel Alvidrez Barrios, de 18 años, y desaparecida el 4 de febrero de 2003.
Pero no fueron las únicas en aparecer asesinadas en este cerro de la muerte. Un total de seis desaparecidas fueron halladas asesinadas entre octubre el 2002 y febrero del 2003.

Otras tres estudiantes de la misma escuela a la que iba Janeth Paola Soto Betancourt fueron encontradas muertas en el Campo Algodonero, en noviembre del 2001, donde se descubrieron restos de ocho jovencitas desaparecidas.
Ellas eran:
Mayra Juliana Reyes Solís, 16, desaparecida el 25 de junio de 2001.
María de los Angeles Acosta Ramírez, 19,  desaparecida del 25 de abril de 2001.
Esmeralda Herrera Monreal, de 19, desaparecida el 29 de octubre de 2001.
Y una más, Liliana Holguín de Santiago, 15 años, desaparecida el 13 marzo de 2000 y encontrada asesinada el 28 de junio del mismo año, en las faldas del Cerro de la Bola.

La misma escuela Ecco-Incomex también tiene tres estudiantes más desaparecidas, pero en su sucursal de la ciudad de Chihuahua:
Erika Noemí Carrillo Enríquez, de 20 años, más de quince años de desaparecida, desde el el 11 de diciembre de 2000.
Paloma Angélica Escobar Ledezma, 16 años, desaparecida el 3 de marzo de 2002 y encontrada asesinada el 22 de marzo de 2002.
Neyra Azucena Cervantes, 18, desaparecida el 13 mayo de 2003 y encontrada muerta en los Cuernos de la Luna, en agosto, según datos de las autoridades.

Para Yolanda, la mama de Janeth Paola Soto Betancourth, está claro que la escuela donde estudiaba su hija debe de ser investigada. Pero todavía no ha podido convencer a las autoridades a que sigan esta línea.

"En estos cuatro años, ya no sabe uno ni qué hacer, ni una pista uno tiene. Que no sepan nada, que vean nada, yo no sé por qué no se ponen a investigar, a buscar. Si uno pudiera y si tuviera más recursos.. uno la busca, pero ellos no: no más están sentados a que les lleve uno".

Ahora, después de tanto insistir, la nueva agente del ministerio público que lleva su caso, está leyendo el expediente, y tomando algunas medidas:

"Apenas están viendo el teléfono de mi hija, a quién habló antes de desaparecer. Ya son cuatro años (de la desaparición) y es que van muy atrasados, no se mueven, no se hacen nada. Se le figura a uno que no quisieran trabajar, como que no se quiere que se sepa nada y uno le da vueltas a la cabeza... ".

Y ella es pregunta: "¿por qué?" -como todas las madres de desapariciones y víctimas de feminicidio en Ciudad Juárez, desde hace veintiún años-. Ahora el sueño por el que emigró a Ciudad Juárez es otro.

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