jueves, 30 de agosto de 2012

Las muertas de Juaritos tienen su monumento (inconcluso y con un nombre equivocado de las asesinadas), pero no justicia






"!Vivas las queremos, vivas se las llevaron. ¿Qué queremos? justicia. ¿Para cuándo? ahora. No queremos ni una más en Ciudad Juárez. Para ahora queremos respuestas, que no nos den atole con el dedo. Estamos cansadas de promesas. Ellas no se han ido, están en los bares... No queremos más cuerpos, las queremos vivas!!!!!!!!!!!!!". 

         (Madres, niños y familiares de desaparecidas. Segunda inauguración del monumento conmemorativo de las ocho adolescentes y jovencitas encontradas asesinadas en un campo algodonero. 30 de agosto 2012: Día Internacional de la Desaparición Forzada)

Hasta hace unos minutos, Irma escuchaba en un acto al secretario del ayuntamiento Héctor Arcelús, en representación del alcalde de Ciudad Juárez. Hasta que gritó su dolor convertido en exigencia de justicia. Aquellas palabras oficiales que hablan, en pasado, de las desapariciones, feminicidios y el cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, del 2009, se contradicen con su presente. Con los presentes de familiares de desaparecidas y muertas.

En el mundo que la autoridad municipal expresa, su hermana viuda Maricela González Vargas no hubiera desaparecido el 26 de mayo de 2011 y, de haber ocurrido- con el cumplimiento de la sentencia hubiera aparecido- estaría con sus cuatro hijos de dos, tres, seis y doce años de edad. 

Comienza la inauguración, por segunda vez,  de un memorial al que el estado mexicano ha sido obligado a construir por la Corte en un campo algodonero, donde hace once años se hallaron los restos de ocho adolescentes y jóvenes desaparecidas.





Lo nuevo del monumento conmemorativo -que se había inaugurado en noviembre del 2011 sin la presencia de las madres porque las autoridades se negaban a inscribir los nombres de las muertas- son los nombres de sus hijas: sin grabar, en pegatinas de color negro. Pero un error en uno de los nombres de las muertas recuerda la negligencia de las autoridades mexicanas por la que la Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenció hace tres años al estado mexicano: el nombre de Verónica Martínez Hernández está ahora en el memorial, como si su asesinato impune fuera el de una más y poco importara la verdadera identidad del cadáver hallado, que once años después está sin identificar y que las autoridades decidieron que fuera el de Verónica. 
Esta joven trabajadora de maquiladora, que desapareció a los 19 años de edad, fue encontrada muerta un año después del caso del campo algodonero, según la identificación científica del Equipo Argentino de Antropología Forense. 
Como Verónica Martínez, las aún desaparecidas Guadalupe Luna de la Rosa y Bárbara Aracely Martínez Ramos fueron halladas en el 2001 en este cementerio clandestino hasta que las forenses argentinas demostraron, cuatro años después, que aquellos esqueletos correspondían a María Rocina Galicia Meraz y a Merlín Elizabeth Rodríguez Sáenz. Y sus mamás volvieron a buscarlas en lugar de llorarlas en sus tumbas.

Al representante municipal, que encabeza la ceremonia, lo acompañan autoridades estatales como el gobernador de Chihuahua César Duarte (PRI)- y de la presidencia del gobierno de México: el secretario de Gobernación Alejandro Poiré (PAN), que en tres meses dejará su cargo cuando México tenga a Enrique Peña Nieto (PRI) como presidente.
Ninguna de las autoridades responsables de la indiferencia ante las desapariciones de mujeres, de la fabricación de identidades de las muertas, de la impunidad y de los culpables que resultaron ser inocentes (y cuyos dos abogados fueron asesinados por "error" por las fuerzas de seguridad), están presentes. El que fuera gobernador del estado Patricio Martínez, en aquel tiempo, fue elegido el pasado 4 de julio senador por el PRI. 

"!Vivas las queremos, vivas se las llevaron. ¿Qué queremos? justicia. ¿Para cuándo? ahora. No queremos ni una más en Ciudad Juárez. Para ahora queremos respuestas, que no nos den atole con el dedo. Estamos cansadas de promesas. Ellas no se han ido, están en los bares... No queremos más cuerpos, las queremos vivas!!!!!!!!!!!!!" 

Voces desgarradoras de dolor. De mamás y niños de desaparecidas que caminan hacia las autoridades,  con las mantas con las que buscan a sus hijas, desde la entrada de la plaza situada entre los hoteles de la ahora zona del Consulado de Estados Unidos, en las avenidas Paseo de la Victoria con Ejército Nacional.




-Señor gobernador, le queremos sacar un compromiso... -dice Ricardo, el padre de la universitaria Mónica Janeth Alanís Esparza, desaparecida a los 18 años de edad el 26 de marzo de 2009-.  Estamos exigiendo que la desaparición esté tipificado como delito. Me lo arrodillo para que lo hagan. Uno de sus agentes de la fiscalía dijo que el delito de robo de mujeres no es un delito, llévese a la que le guste, sólo esto le faltó decir al señor Esparza. ¿Cuándo lo van a hacer un delito, cuándo le roben a su hija de usted? Por favor, hágalo. Es un trabajo social buscar a las jovencitas. Mejor hay un teléfono para reportar un carro (robado) que para una joven desaparecida. ¿Vale más un carro que una joven? Es que hay muchas mujeres, como dijo un fiscal, que se pierden por golfas. 

-Y  dijeron que si se perdían era porque íbamos de putas, cuando mi hija desapareció fuera de la secundaria, no por andar de vaga, interrumpe Consuelo, la mamá de Griselda Murúa López, desaparecida en abril del 2009 a los 16 años de edad.

-Y aunque anduvieran de golfas, no tienen por qué perderse ninguna mujer..., añade otra señora.

Aplausos de la mayoría del público. Y más gritos de justicia. Las autoridades, bien calladitas.






De pronto, Norma Andrade -mamá de Lilia Alejandra García, asesinada en febrero del 2001, que huyó de Ciudad Juárez el año pasado tras sufrir un intento de asesinato el 2 de diciembre del 2011 y recibir amenazas de muerte-,  se plantó delante del gobernador Duarte y le dijo que el asesino de su hija era un familiar de un funcionario de la policía.

-Traígame el expediente, le respondió el gobernador. 

Y Mari García,  mamá de Jessica Leticia Peña, desaparecida a los 15 años en el centro de Juárez y encontrada en un cementerio clandestino con los restos de 12 desaparecidas en el Valle de Juárez, le pide cuentas: 

-¿Dónde están las promesas, o dígame son ustedes (los asesinos) o están comprados? 

En febrero, esta mamá protestó durante cuatro días delante de la Fiscalía con el ataúd que contenía los huesos de su hija Jessica Leticia, hasta que el gobernador acudió a reunirse con ella.

Este insiste a las mamás que lo rodean más del 90 por ciento de las desaparecidas durante su administración se han encontrado vivas. Y decide no dar un discurso.

Los rostros de las autoridades que habían entrado al recinto sonrientes comienzan a cambiar. De pronto,  corren, para develarla, hacia la estatua Flor de Arena que realizó bajo concurso público la artista plástica juarense Verónica Leiton, nacida en Santiago de Chile. 






El secretario de Gobernación comienza a hablar tras el atril para intentar ganarse la confianza de los familiares de desaparecidas.

"Yo soy mexicano, tengo una hija y sé perfectamente bien el dolor que ustedes sufren", afirmó Poiré. Pero Irma, la hermana de Maricela González, le interrumpió y le dijo: "No, no se sabe el dolor hasta que se siente.  Mi hermana dejó a cuatro niños... vaya usted a decirles eso, que entiende el dolor, vaya y dígales qué pasó con su mamá". 

Y al terminar el secretario Poiré su discurso, todos van corriendo, sin despedirse, sin más discursos de las autoridades. 

-¿Por qué corren?, gritan algunas mamás, mientras intentan perseguirlos para hablar con ellos.




La artista Verónica Leiton decide reunir a las mamás delante de su Flor de Arena. Quiere contarles por qué hizo la estatua de bronce de cuatro metros, "una mujer mirando al cielo en una actitud plena y libre", que ahora destaca en el memorial. Lo hace con la voz entrecortada y débil tras haber salido el día anterior del hospital donde se recuperaba de una operación. Y descubrió que su estatua ya no es una fuente, que no sale agua que lava y purifica la memoria del dolor. 

"Esta escultura es una bendición de Dios porque yo quería contribuir de alguna manera para alivianar el dolor. Lo hice con todo mi respeto y cariño". Y recordó que ella también tiene sus desaparecidos en Chile. "El memorial es importante que exista, para no olvidar todo el atropello que ha habido y sigue habiendo. Es importante que exista una justicia real"




A las autoridades su acto no les salió como esperaban. A pesar de que llegaron poco después de los ornamentos florales naturales en una mañana calurosísima, inauguraron por segunda vez un memorial, que sigue inacabado. En cada uno de los nichos, hay arreglos florales en lugar de la historia del feminicidio en Juárez. La placa donde las autoridades deben de disculparse obvia que las autoridades falsificaron la identidad de tres jovencitas, dos de ellas que siguen desaparecidas. Y tampoco están los detalles decorativos que acordaron con las mamás: los jardines, árboles, fuente, sólo hay cemento. 

"El evento dejó en evidencia el incumplimiento de la sentencia", me comenta el sociólogo Alfredo Limas, integrante del Centro para el Desarrollo Integral de la Mujer, una de las organizaciones que litigó el caso del Campo Algodonero ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. "Hoy el estado mexicano quería tener una muestra de que estaba atendiendo el resolutivo del memorial, pero no es así. Me pareció una reivindicación de las familias de jóvenes desaparecidas. Mientras no se conecte el memorial con los resolutivos del esclarecimiento de los feminicidios y localización de vida de víctimas, la gente no entiende que este memorial tenga sentido".