No hay sepultureros en el Valle de Juárez: para abrir la fosa de Elías y Malena Reyes Salazar, al lado de sus otros tres hermanos y un sobrino. Los ataúdes (cerrados) siguen esperando en el campamento que se instaló en la Fiscalía General del Estado para exigir su liberación: desde que fueran levantados un 7 de febrero.
El de Luisa Ornelas, la segunda esposa de Elías, no está: será velado en la casa de la familia de ésta, en El Valle.
Aquí, en el velatorio por los Reyes, no hay mucha gente. Viajar ahora hasta el Valle de Juárez es como hacerlo a un pueblo fantasma, con retenes militares, del que sabes que puedes no regresar. Los ataúdes llegaron a las cuatro y media de la madrugada del sábado, cuando la funeraria pudo finalizar con el tratamiento de los cadáveres descompuestos.
"Los velamos en la Fiscalía porque no tenemos ni casa, fueron vandalizadas, la de mi mamá, incendiada, y como símbolo de justicia", me comenta Saúl Reyes, hermano de los asesinados.
Los puños en alto de los que fueron compañeros en vida de la familia de luchadores sociales. La música de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, la que escuchaban los últimos Reyes asesinados. Y Sara Salazar, la mamá, mirándolos.
Llegan más policías: federales, ministeriales y de la Policía Preventiva Estatal (que todavía llevan en sus uniformes las siglas de la antigua Cipol). Ahora sí que hay un gran operativo para adentrarse a ese mundo del que desaparecieron, fueron enterrados y desenterrados con unas cartulinas que explicaban la razón de su muerte: pertenecer al crimen organizado. Aunque esas enormes cartulinas, que las autoridades han enviado a los medios de información, nunca las vio quién descubrió los cadáveres arrojados en la carretera cuando se dirigía a la universidad, según denuncia el sobrino de los Reyes.
Para llegar hasta el poblado de Guadalupe Distritos Bravos, en el Valle de Juárez, hay que manejar por unos cincuenta minutos: carreteras desoladas en el día, surcadas por pueblos enteros saqueados: de casas incendiadas, en las que vas encontrando tanques militares, retenes con sacos de arena.
En algunas esquinas, están los halcones. Los que trabajan para uno de los cárteles de la droga y vigilan quien entra por esta zona crucial de paso de los narcóticos.
Al llegar al Panteón del Recuerdo encuentras el abandono: que no existe ni en los cementerios más pobres de la ciudad, de Juárez. Son pocos los vivos que quedan en El Valle y pueden atender a sus muertos.
De los vehículos blindados, salen los policías. Los tanques, se quedan fuera, por si entra un grupo armado y comienza a disparar a lo que queda de la familia Reyes y a sus amigos. Entre las tumbas, los policías vigilan. Cuatro niños juegan con un perrito.
Sacan los ataúdes y ella, su madre, grita. Intentando tocar los dos féretros por igual: "Por qué Dios mío!!!!! Yo los quería vivos!!!!!", exclama la señora Sara Salazar, de 76 años, mientras su hijo Saúl intenta sujetarla para que no se caiga del dolor. Y lo que queda de la familia se funde en abrazos.
Primero, un ataúd. Y una bandera de México. Después, el otro. En la misma fosa. Los hermanos, hijos y sobrinos (que quedan vivos) comienzan con las palas a cubrir los féretros. Sara, sentada, sin aire.
La pequeña Yarima, de 12 años, y que fue testigo de las desapareciones forzadas junto con su abuela, está arropada de los hijos de su tía, la reconocida activista Josefina Reyes, que a sus luchas en contra de los feminicidios o del basurero nuclear de Sierra Blanca, añadió la denuncia de desapariciones y asesinatos del Ejército cuando llegó al Valle de Juárez dentro de la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón.
Lloran. Se desahogan. Pero saben que aquí no termina su dolor. En la noche, reunión. Para saber su siguiente paso. Dónde huirán para que no les maten. Lo más seguro, es que parte de la familia se refugie en la Ciudad de México mientras estudian pedir asilo político a España, Canadá o Francia. Y Marisela Reyes me dice que de dónde se encuentren van a seguir luchando por Ciudad Juárez.
"Tengo miedo por mi familia, pero tengo más miedo de seguir viendo tanta sangre inocente correr por las calles de mi ciudad. Porque si no gritamos nos van a matar igual, y si nos matan, que al menos sea por algo, que el mundo escuche lo que realmente está pasando en México", afirma Marisela Reyes.
Sara Salazar tuvo que perder a seis miembros de su familia (cuatro hijos, un nieto y una nuera, todos asesinados en estos dos últimos años) para pensar irse de su Valle de Juárez. Algunos miembros de la familia Reyes Salazar todavía se resisten a abandonarlo.
*En las fotos que tomé podéis ver el viaje de los Reyes desde su velatorio en el plantón-huelga de hambre en la Fiscalía hasta su lugar de origen. Sara Salazar, la mamá de los Reyes, ha perdido en total a cinco hijos, cuatro asesinados: Josefina, Rubén, Elías y Malena. Y entre tanto dolor, a Eliazar por un cáncer.