Cielo gris (rarísimo en Juaritos): montañas nevadas. El frío del desierto. El rojo de hoy: en dos asesinatos y una mujer herida. Es 31 de diciembre de 2010 en Ciudad Juárez, el año más sangriento en su historia: 3 mil 111 asesinatos (bajo el imperio de la impunidad).
Estoy en un salón de baile: donde fueron asesinadas hace mes y medio 5 personas y fueron heridas otras seis. Todo preparado para celebrar la noche del Fin de Año.
Algunos de los 38 empleados que abandonaron su puesto de trabajo por el terror que vivieron aquella noche han regresado estos días de Navidad: no encontraron otra manera de dar de comer a sus hijos.
Esperan a los clientes. Si en una noche entresemana acudían 350 personas, ahora unas 17. Los sábados, han pasado de 550 personas a 65. Hasta que ocurrió la masacre este salón de baile seguía vivo, aunque con muchos menos clientes que antes del 2008 cuando comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón.
"Volver a abrir y empezar es mucho más difícil, porque estás levantando a un cadáver", me comenta Fran, el dueño del lugar, de 49 años.
Hace un año, a estas mismas horas, en un 31 de diciembre, su rostro era otro. Las cumbias y norteñas (que tanto me gustan) sonaban con alegría y me deseó un felizote año. Los clientes, muchos de ellos obreros de las fábricas maquiladoras, comenzaban a llegar a pesar de la inseguridad que azotaba a una Juárez militarizada. Pero aún no le había tocado a su local que se encuentra en la misma calle donde fue incendiado hace dos semanas el negocio de maderas de la pareja sentimental de Marisela Escobedo, la mamá de Rubí, también asesinada.
Hoy cuando llego a su oficina, llena de fotos de otros tiempos, lo encuentro borrando de su celular varios números. Me dice que fueron unos 100: entre amigos y conocidos (asesinados) este 2010 que está a punto de finalizar.
"Más que miedo lo peor es que nos estamos acostumbrando a vivir entre cadáveres. No hemos sabido exigir a las autoridades que cumplan con su trabajo".
Entre la oscuridad de los negocios y casas abandonadas de la colonia La Cuesta, surge una luz de neón que anuncia la Discoteque DESESPERADOS. Fran elegió el nombre hace 5 años "cuando Juaritos era una ciudad de oportunidades, de sueños, y cuando estás trabajando de domingo a sábado estás desesperado por terminar y divertirte".
No hay ningún cliente. La noche es larga. El año se despedirá a ritmo de La Sonora La Actual, rogando al universo que no sea a ritmo de balas.
"Ahora lo que estamos es desesperados por lo que estamos viviendo".
******Cena de Nochevieja: pasé una noche hermosa. Son las doce. Llegan las uvas, el brindis, los agradecimientos y los deseos: en voz alta. Cada uno de los miembros de una extensa familia, desde los más chicos a los más mayores con su sabiduría, comienzan a hablar en respetuoso orden: piden por los que fueron asesinados y sus familias; para que el año próximo estén en esa misma mesa, todos juntos; que Juárez vuelva a ser la de antes, que haya paz.
Me emociona el rostro de uno de los más jóvenes cuando dice que este año se había sentido muy oprimido y que la familia y Dios le habían ayudado a no deprimirse.
Al terminar la ronda de deseos, le pregunté por qué se había sentido así. La respuesta: su mejor amigo había sido asesinado, varias mamás de sus amigos, también.
El tiene 21 años. Estudia ingeniería.
Pienso en el presente de los que viven una realidad sin tener que vivirla. Por una ficticia guerra. Y en el futuro.