martes, 24 de septiembre de 2013

Masacre de Loma Blanca: Ellos, en féretros: de casita en casita. Y las autoridades, como si no pasara nada




Ricardo Vega, en un ataúd, soñaba con ir a la universidad. Le faltaban dos semestres.

Los ataúdes de una niña, tres adolescentes, una mamá y cinco hombres asesinados en la noche del domingo parten para ser enterrados: algunas familias viven la tragedia de Loma Blanca con dos cadáveres. Otra, con cuatro.

Hay dolores que azotan y desgarran. Como en otras masacres: Villas de Salvárcar, hace tres años. Lo nuevo: otras víctimas y la indiferencia de las autoridades. Aquí se siente más el abandono. No ha venido ni el alcalde ni el gobernador.
Juárez es una ciudad devastada tras más de 11 mil personas asesinadas durante la llamada guerra contra el narcotráfico del ahora ex presidente Felipe Calderón. Donde las autoridades lanzan mensajes de que la violencia es un tema del pasado. Como las desapariciones de niñas y los feminicidios desde hace veinte años.

Arena blanca. Los vecinos van caminando por el desierto, en caballo o carro en busca de los familiares de los muertos en un paisaje de casas incendiadas o abandonadas. Los patios se han convertido en improvisados velatorios. Algunos se acercan con miedo. Temen a los halcones que vigilan esta zona del tránsito de las drogas que llegan desde Colombia hasta Juárez para cruzar a Estados Unidos. Y a los asesinos.

El poblado de Loma Blanca, azotado por la pobreza, se alza y pide justicia. Son muchos los que se atreven a dar la voz por sus muertos. Como Verónica López, consejera en la escuela técnica Ceciytech 7 en San Isidro, donde estudiaban Luis Alonso Alarcón, de 15 años y  Richy Vega, de 17:

"Ellos pertenecían al equipo de béisbol, siempre se dice lo mismo que probablemente alguno estaba metido (en el narco), son los argumentos que pone la autoridad para no hacer su trabajo".

La principal línea de investigación de la Fiscalía es un ajuste de cuentas entre grupos del crimen organizado, igual que en las masacres de Villas de Salvárcar, Horizontes del Sur y todas las 25 que se han producido en los últimos cinco años en Ciudad Juárez.

Pero hay testigos que afirman que antes de la tragedia patrullas de la Policía Municipal les estuvieron siguiendo en diferentes puntos donde se reunieron los jóvenes. Y los vieron en la escena de los crímenes a los dos minutos de la masacre para después irse.








Richy Vega tenía 17 años hasta la noche del domingo 22 de septiembre que fue asesinado junto a sus amigos. Ahora su mamá María Brígida Pérez, de 45 años, sólo grita: "quiero que me hable, que me diga madre como siempre lo hacía". Su hijo mayor está en un ataúd. Con su uniforme del equipo de béisbol de Los Tigres,  las fotos de sus triunfos y una pelota que su compañeros han firmado.

A la entrada de la casita del joven, van llegando sus compañeros. Como el hogar es pequeño, se turnan para entrar en la salita y compartir los últimos minutos con su amigo, ahora en un ataúd.

"Nosotros ya nos sabemos las mismas respuestas que nos van a dar los policías, pero la verdadera historia sólo uno la sabe", afirma Eduardo, de 17.

"Richy no andaba mal, era una persona muy buena. El nunca se metía con nadie. Era muy inteligente, muy responsable", dice Tania Galindo, de 17 años.

"No tenía vicios ni nada. Solamente convivía con la familia. Era una persona muy especial, siempre se preocupaba echando la mano al otro", apunta Jesvin Ramírez, de 18.


Alondra (con la foto) fue novia de Richy Vega hasta que lo asesinaron.  En la imagen, con sus amigos a la entrada de la
casita donde está el féretro del joven beisbolista de 17 años de edad.


Camino al poblado de San Isidro, Hilda vela el féretro de su niña Perla Michelle Mancha, de 6 años de edad: los cumplió el 3 de septiembre. Y el de su esposo Martín Mancha, mecánico de profesión,  de 49 años.  Le queda otro hijo y una herida de bala en su cuerpo. Ella se salvó. Calentaba tortillas cuando las ráfagas de las balas le sorprendieron. "Tengo mucho miedo, no me siento segura, no sé si irme a Estados Unidos".

Los familiares llegan en ruta desde varias zonas del estado de Chihuahua. Algunos de los que fueron sus vecinos arriban desde El Paso, Texas adonde huyeron por la inseguridad en el Valle de Juárez. Los grandes ausentes son los padres de Martín y abuelos paternos de la pequeña. El viaje era muy largo y superan los 80 años de edad.

"La violencia nunca se acabó, no puede uno salir a la calle, no sabe ni qué", afirma Miguel, un operario de una fábrica maquiladora y amigo de Martín.





Tres ataúdes llegan a una humilde casa de una familia que perdió en unos segundos a cuatro de sus miembros. Uno tras otro, en el patio: María Mireya Armendáriz Meza tenía 33 años y su hijo Edgar Aarón Acosta Armendáriz, 15. Su sobrino Miguel Antonio Mota Armendáriz, 25.  Gritos. Llanto. El padre de éste, José Hesiquio Mota Ortega, de 45, es velado en Ciudad Juárez por su familia. Estaba separado.

Los primeros vecinos en ser sepultados en el panteón del ejido de San Isidro son Ricardo Richy Vega, de 17 años, con su amigo Luis Alonso Fraire, de 15. Y el tío de éste, Julio César Alarcón, de 36. Todos acompañados de los matachines de los danzantes de la Guadalupana, el grupo al que pertenecía Julio César.





Los velan y entierran ajenos a las pintadas que aparecieron al amanecer en los poblados de Loma Blanca, San Agustín, Guadalupe y Caseta. Algunas, en casas abandonadas:

"Esto es para los culeros de La Línea. Se pasaron de verga en Loma Blanca. La guerra es entre nosotros, no con inocentes. Nosotros no matamos niños ni señoras. Pinches marranos. Att. Gente de Gavino Salas".  Fueron borradas rápidamente por las autoridades.

Gabino Salas "El ingeniero" y presunto miembro del Cártel de Sinaloa que controlaba el tráfico de drogas y armas en El Valle de Juárez murió abatido por el Ejercito Mexicano hace mes y medio, el 8 de agosto, en Praxedis G. Guerrero. La operación fue dirigida por el jefe de la policía municipal de Ciudad Juárez, Julián Leyzaola.

"Puede ser que un grupo ponga los mensajes para presionar al estado, que se acuse a La Línea para que los elimine. Se tiene que investigar, primero que nada", afirma el criminólogo Oscar Máynez.

Loma Blanca llora a sus muertos. El gobernador César Duarte (PRI) y el alcalde saliente Héctor Muguía (PRI), entre otras máximas autoridades, inauguran el nuevo edifico la Comisión Estatal de Derechos Humanos. En una tierra sin derechos: en donde las autoridades no saben preservar el derecho básico a la vida. Como en Loma Blanca.

 "La violencia bajó (este año), no por una estrategia en particular. Ninguna autoridad soporta 20 muertos al día. La violencia no tiene por qué no seguir ocurriendo porque no ha habido estrategias, al igual que con las mujeres desaparecidas", afirma el criminólogo Oscar Máynez.

 "No teníamos la situación de estado de sitio durante cinco años, pero la violencia no se fue en realidad. Lo que pasa es que se estabilizó, se modificó. Ninguna ciudad aguanta 3 mil muertos al año. Si la estrategia principal es hacer declaraciones públicas no tiene por qué desaparecer", apunta.

Hay preguntas con las mismas respuestas, que se suceden con los años: saber por qué los mataron. En una zona con un 97 por ciento de impunidad y con una justicia de chivos expiatorios, lo único que es cierto es que los mataron porque estaban vivos: porque se puede.

lunes, 23 de septiembre de 2013

"Juárez, Chihuahua Vive", dice el gobierno. Hasta que te asesinan: masacre de Loma Blanca (una niña, 3 adolescentes, una mamá y cinco hombres)



Ser el coordinador de las confirmaciones de su iglesia y el béisbol eran las grandes pasiones de Luis Alonso Fraire, de 15 años, huérfano de mamá. En la noche del domingo fue asesinado junto a 9 personas.




Una sonrisa tímida. Para combatir las masacres. El pasado (Villas de Salvárcar, Horizontes del Sur en el 2010 con 15 y 14 asesinatos cada una) y el presente: en Loma Blanca, de nuevo. Diez.

En la radio, el lema del alcalde Héctor Murguía (PRI) a dos semanas de que finalice su mandato: "en tres años de gobierno, (...) tranquilidad, paz. Rescatamos Juárez". Y ella vomita de sus labios:

"Chihuahua vive, sí vive. Vive entre la violencia".



La sangre de una niña de seis años, tres adolescentes, una mamá y cinco hombres huele: a nada chido.  El trofeo del triunfo: en la escena de los diez crímenes. En el solar donde fueron asesinados en la noche de ayer domingo. El equipo de béisbol de Los Cardenales, que siempre perdía, ganó.
Aquella tarde el convivio semanal de los jóvenes y vecinos se celebraba en el terreno que se asoma de la casita del abuelo de Luis Alonso Fraire Alarcón. Un árbol de lila sobrevive con un tronco agujereado por las balas, entre la arena del desierto y los recuerdos del horror: fueron 32 disparos de AK-47.




Angélica Fraire tiene 25 años y ahora, un hermano de 15 años y un tío de 35 por enterrar.

"Me siento triste, devastada. Saber que ya no los voy a volver a ver más. Puros inocentes cayeron".

Para llegar al poblado de Loma Blanca, de casi mil 600 habitantes, hay que manejar unos 40 minutos desde Ciudad Juárez con dirección hacia El Valle. Pasar casas abandonadas como las de los cinco beisbolistas levantados hace unos meses y quemadas por la violencia. Una iglesia fue destruida:  el mismo día de la masacre los vecinos habían organizado una kermés, vendieron antojitos para conseguir fondos para repararla. Autoridad, hay poca: el comisario ejidal Calixto Pérez Mena fue asesinado el 15 de febrero del 2010 a los 64 años de edad en esta población fronteriza con San Elizario, Texas.

"Son rachas que pasan, pero El Valle siempre ha sido el mismo. Todo sigue igual. Siempre estaba así, rachas se viene la violencia y se calma".


Aquí fueron asesinados su hijo y su nieto. Un solar que ve todos los días al salir de su hogar

Escuchó un "ta, ta, ta, ta.... ". Y la voz de su hijo Julio César Alarcón Carrillo, de 35 años de edad, gritándole "papá, papá, papá": hasta que lo asesinaron. El con un andador, por una embolia que sufrió hace dos semanas. Su nieto Luis Alonso Fraire, de 15 años y coordinador de un grupo de confirmación en la iglesia, acababa de salir al jardín de su abuelo donde estaba la fiesta.  Para saludar a su tío: danzante de los matachines Guadalupano, dueño del equipo del béisbol Los Cardenales y encargado de una tienda Modelorama. Y a Richy uno de sus mejores amigos, compañero de juego también en el equipo de béisbol de Los Tigres.

"Cayeron juntitos todos", recuerda Agustín Alarcón, de 75 años, padre y abuelo de dos de los diez asesinados. "Yo no salí y cuando me asomé estaban tirados. Los muchachos cada ocho días festejaban, perdieran o ganaban, hacían su propio convivio cuando no aquí, en otro ranchito. Eran puros chamacos conocidos los que andaban aquí ".

Los agentes de la policía investigadora retiran el trofeo. Los vecinos intentan cubrir con palas las huellas del crimen: para seguir adelante. Un ataúd blanco para Luis Alonso y uno negro para su tío. Los velarán a partir de las doce de la noche en la sala de la casa en la que vivía hasta celebrar el triunfo de Los Cardenales y ser asesinado.

"Mi hermano será enterrado mañana con mi mamá (Genoveva) que falleció hace un año y cuatro meses de enfermedad, le dio un paro (cardíaco). Mi tío, solo. El funeral, en la intimidad, con su mejor amigo, Ricardo Vega (de 17 años). Queremos privacidad, que respeten el dolor. Fueron muy apegados, nos conocemos desde niños. Son hijos de un pueblo en luto. Que se haga justicia".

domingo, 15 de septiembre de 2013

Unos gritan "Viva México", ella grita de coraje: mamá de Fabiola Janeth Valenzuela

Silvia sobrevive entre la duda, una tumba y la esperanza. No sabe si los restos que enterró son los de su hija. Sigue buscándola.

Fuegos artificiales en el televisor. Y su casita de Pradera de los Oasis, húmeda. Calles que son ríos de agua con tres días de lluvias: aquí no existe el drenaje pluvial ni el pavimento, como en el 60 por ciento de Ciudad Juárez. Su cuaderno está seco y lo llena de pensamientos para no ahogarse:

He aquí todos gritando "Viva México" 
y en ese momento
hace tres años mi hija también gritó
para pedir ayuda y su grito
se confundió entre tanto grito de la gente. 
Y siento que gritaba para que alguien le ayudara,
pero nadie la escuchó. 
Es por eso que pienso 
que a mi hija le privaron su vida 
este día 15 de septiembre (del 2010) y hasta el 16 de septiembre
fueron a tirar su cuerpo. 
Hoy se cumplen tres años y yo sigo aquí recordándola 
esperándola con los brazos siempre abiertos. 

@Poema de Silvia Banda. Para su hija Fabiola Janeth Valenzuela: desaparecida en Ciudad Juárez. A los 18 años de edad, el 23 de agosto del 2010. Le entregaron huesos dos años después, el 19 de enero del 2012.
Versión oficial: las autoridades aseguran que la hallaron muerta en la misma semana que le notificaron a Silvia del hallazgo.
Versión más real: una química forense le informó que los restos fueron encontrados el 16 de septiembre del 2010 y que no recibió el primer fragmento para analizar hasta el 17 diciembre del 2011, al año y tres meses.
La Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género no le explica a la mamá de Fabiola Janeth Valenzuela por qué le ocultaron la realidad ni por qué tardaron tres años en darle restos.
No le permitieron ver los huesos que enterró. Silvia sobrevive entre la duda, la tumba y la esperanza de que esté viva. Con la exigencia de la exhumación y un examen de ADN del equipo de antropólogas forenses argentinas para saber si lo que le entregaron las autoridades juarenses es su hija: y dejar de seguir buscándola. O continuar.






Lo que hay en la tele: El Grito, con el que se conmemora el inicio de la Guerra de la Independencia de México de España, en esta ocasión 203 años. Y ella, no quiere escucharlo.
Por el día, pegó pesquisas con la foto de su hija en el recorrido donde se celebra el desfile del 16 septiembre "para que vea la justicia lo que tiene que hacer. Dos personas me dijeron que la vieron, que en los hoteles las tienen. Hay fuga de información en la policía y cuando van, no encuentran nada. Las voy a seguir pegando".

Cuando desapareció, Fabiola Janeth Valenzuela Banda tenía 18 años y un pequeño de casi 4 años. Unas semanas, antes dejó de residir en el hogar de sus padres y cuatro hermanos.

"A lo mejor no le gustaban las reglas de mi casa, se fue a vivir con una señora. Estuvo llegando, le hablaban y se tenía que ir. Por el instante, no sospeché de nada, ahora pienso que la traían como trata de blancas y tengo a mis sospechosos".

Silvia prepara a su familia para ir a la Catedral. Su esposo, operador en una maquila, ha tomado el lunes libre. Se encaraman a la rutera, con tiempo: las carreteras están en construcción por el llamado Plan de Movilidad Urbana y hay hoyos por las tormentas de los últimos tres días. Más el desfile del 16 de septiembre.

Al finalizar la misa, Silvia está aún más triste y se apura para despedirse de su virgencita de Guadalupe situada a un costado del altar. "!Ya vamos a cerrar! ",  dice un señor vestido con una camiseta blanca, que porta lentes. Y ella abraza aún con más ternura una hoja con la foto de su hija Fabiola Janeth que pide "justicia". Hace cinco minutos que la celebración eucarística de las 12 del mediodía ha finalizado.



El hombre comienza a ordenar los arreglos florales que hay debajo del cuadro de la Virgen, insistiendo de nuevo que ya van a cerrar. Silvia reza. Detrás de ella, están otras dos mamás de desaparecidas: la de Diana Rocío Ramírez con un camiseta con la foto de su hija y la de Janeth Paola Soto Betancourth con una manta rosa con los datos de su pequeña. Y yo, intentando tomar una foto.

Lo miro y me parece que es la misma persona que ha ofrecido la misa, ahora sin su sotana verde: el vicario Fernando Valle.  "¿Es usted el sacerdote?".  Y responde: "sí".

La mamá de Fabiola Janeth Valenzuela se quiebra mientras sale de la Catedral.

"Me siento pésimo, no ha dicho ni el nombre de mi hija en la misa. Vine veinte minutos antes para darle  (al sacerdote) el papelito con su nombre. Nadie nos escucha, tal vez voltean a vernos pero no nos ponen atención".


**** Durante la semana exigirá de nuevo la exhumación de los restos que enterró en el panteón de San Rafael y que las autoridades le aseguraron que era su hija. Para calmar la tortura en la que sobrevive.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Entre el dolor de recibir una despensa alimenticia (con productos incomibles) del gobierno porque su hija ha desaparecido o comer menos



Una bolsa de plástico transparente, sin agarraderas. Y en su rostro, tristeza.
Carga en sus brazos un kilo de patatas, tres cajitas de salsa de tomate, dos latas de sardinas, medio litro de aceite y un paquetito de chocolate en polvo.

En su camino a una de las ruteras que tomará para llegar a su casita,  varias señoras se le van acercando y todas con la misma pregunta: "¿dónde dan despensas (alimenticias)?".

Ella les contesta:

"Desgraciadamente, es un programa en el que estamos nosotras, en el que nadie quisiera estar. Se abrió para las víctimas de mujeres ausentes. El requisito para entrar en este programa es tener un reporte de una hija ausente".

Algunas, le dicen "lo siento mucho". Otras le preguntan cómo era su hija, cuándo desapareció, si tiene una foto.




Esta es la segunda semana consecutiva que Lucy, la mamá de Nancy Navarro desaparecida el 13 de julio hace ya más de dos años en la zona centro de Ciudad Juárez (http://juarezenlasombra.blogspot.mx/2011/07/desaparecida-nancy-navarro-18-anos-sin.html) va en busca de la despensa de alimentos básicos que el gobierno les otorga "con mucho pero" en la Secretaría de Fomento Social. Hasta hace quince días, era mensual.  Las mamás van a recibir un taller de nutrición de seis horas para aprender a cómo preparar de diferentes formas las sardinas en lata y la soya.

"Acepto esta despensa porque ya fríamente de todos modos no hacen su trabajo. El gobernador (César Duarte, del PRI) dice que es una ayuda para aminorar el dolor que sentimos. Yo creo que se aminorara si hicieran su trabajo y las encontraran vivas", dice Lucy, que trabaja limpiando casas para poder investigar (sin remuneración) el paradero de su hija, a la vez que atiende a sus tres otros niños y a la pequeña de su hija desaparecida.

A Lucy se le corta su voz. Es una de las pocas veces que la he visto con sus ojos en lágrimas.

 "Me siento súper mal cuando voy (a recoger la despensa). No sé cómo explicarle... como si estuviera conformándome con que no esté mi hija, como si esa fuera mi paga porque mi hija no esté en mi casa. Aunque yo estuviera sin nada pero que tuviera mi hija aquí, sería feliz.
A lo mejor, cuando me van a dar la despensa y me quieren humillar y dar muchas vueltas, de coraje les digo que no es porque nosotras queremos. Pero yo digo que nos merecemos que nuestras hijas no desaparecen y que si desaparecen ellos tienen la responsabilidad de buscarlas".

Cuando llega a su hogar les dice a sus hijos: "desgraciadamente esto que nos están dando es por no tener a Nancy con nosotros". "Mis niños no dicen nada, sólo se quedan serios".

En las despensas que otorga el gobierno a las mamás de desaparecidas hay productos viejos y caducados.

"Según ellos la comida es para que a uno nutra, cómo nos va a nutrir. Está bien fea. La verdad yo soy muy pobre y necesitada pero esta comida no está comible", dice Carmen, mamá de Luz Angélica Mena Flores -desaparecida a los 19 años de edad, el 4 de agosto del 2008- y de cuatro hijos más.

"Me siento como humillada, como me quieren dar eso para tener un pretexto para decir que están ayudando. Si nos van a ayudar, nos ayuden con algo bueno. Se siente uno como usada por ellos".

 Y recuerda el día en que les dieron latas de sardina caducadas y una de las mamás se enfermó y avisó al resto.

"Hice una sopa de arroz que no se podía ni comer porque sabe a cartón... como que la tienen ahí. Son marcas muy feas, que ni las hemos visto. El frijol está muy viejo (y tarda horas en cocinarse) y la sopa de estrellas está toda blanca".

Carmen, que trabaja limpiando casas, está pensando en no ir más a recibir la despensa porque "nos mandan muy lejos, anda uno gastando en ruta y luego para ir y traer esa comida que no sirve, es basura y el trato es muy déspota".


*** Los detalles oficiales de la despensa alimenticia fueron solicitados a la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género, en concreto a su portavoz en Ciudad Juárez, Alejandro Ruvalcaba, que no los ofreció tras varios días de espera.