lunes, 26 de noviembre de 2012

Cuando el duelo de las víctimas se convierte en arte: Fragmentos de Oposición al Olvido

Olga Guerra, una artista juarense que devuelve la dignidad a los asesinados


Estamos viendo un gansito (pastelito) que me recuerda a mi tío Ernesto Guerra, le decían "manito". El 17 de agosto del 2010 apareció muerto tirado en la calle. Pues lo ejecutaron. Apareció tirado, lo amarraron en la Vicente Guerrero y Constitución, casi llegando al centro. Lo vi muerto en fotos en el periódico. Tenía tres hijos, una hijastra. El más pequeño tiene ahora 13 años. Mi tío tenía 44.

 Le gustaban mucho los gansitos.  Siempre que llegaba a ver a un amigo, "Lacus" le saludaba con un, "pínchate un gansito". Cuando mi tío muere, su amigo le lleva uno y se lo coloca debajo del ataúd.

No esperaba encontrarme esto. De hecho salí de mi trabajo y venía (a la exposición) con otra idea, de tomarle fotos a las piezas. Hasta que por el visor me topé con el gansito y supe que representaba a mi tío.

Enrique Guerra Sandoval, 25 años. 






Ella también lo recordaba convertido en un cadáver. Tirado al lado de su camioneta en donde Magdaleno Rangel, su tío adorado, se convirtió en noticia por unos minutos, hasta el siguiente asesinato.
Ana Cristina Ramírez, de 21 años, borra ahora estas imágenes por memorias que sanan: ve la muñeca que le regaló su tío, junto a un reporte de la fiscalía de un asesinato, un collar, un rosario... En una vitrina de madera cerrada con un cristal. Todos los objetos pertenecen o representan a diferentes personas pero forman parte de una misma realidad: ser asesinado en Juárez en la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón que ha dejado en la ciudad unos 11 mil 300 asesinatos en los últimos cinco años. Más los que sobreviven a las pérdidas.

Está en una exposición en la Galería Grupo Arte IMAN, rodeada de diez vitrinas que seducen. Como santuarios que devuelven la dignidad arrebatada al ser asesinado: en nichos que emanan paz para los vivos.

"Mi tío fue asesinado en el 2010, el 28 de septiembre. Yo estaba en mi casa y le hablaron a mi hermana y en lo que cuelga el teléfono mi papá pone la tele y sale y veo el cuerpo y la camioneta.  Iba a un hospital privado y saliendo de ahí trataron de secuestrar a su niño (de 12 años) y forcejeó con ellos y el niño corrió al Hospital del Sol y a él no le quisieron meter... pocos  hospitales estaban recibiendo a  balaceados. Y ahí murió", dice la joven universitaria.

"Me sentía sola después de haber construido un mal recuerdo -gracias a los medios amarillistas- de una persona que quieres y matan. Un duelo interminable por estas imágenes que dejan marcas en la memoria y en el duelo que no terminas de vivir porque la violencia se sigue haciendo presente en lo vulnerable que te puedes sentir después de haber vivido esta situación. En esta exposición creo que terminé mi duelo, por el proceso de encontrar los objetos me di cuenta que todavía tenía buenos recuerdos que pensé que había olvidado. Volví a mi niñez, a mi adolescencia y al presente con una sonrisa que jamás debí haber olvidado", explica Ana Cristina Ramírez.

Esta es la magia de Fragmentos de Oposición al Olvido, la muestra de la juarense Olga Guerra, una artista emergente que sabe convertir el horror en belleza elegante. Una apuesta artística pionera en Ciudad Juárez que continúa con entrevistas a familiares de asesinados para expresar la violencia en visualidades poéticas que hipnotizan.

"Me enfoqué en los objetos que hablan con la carga simbólica de las personas. Se intenta hacer un museo de las memorias individuales que incluya al pobre, al marginado, al asesinado. El problema es que son víctimas de la violencia y eran personas como tú y yo. La violencia es un síntoma de un problema viejísimo que no hemos resuelto, como la mala educación y la pobreza", explica la artista Olga Guerra, de 22 años, de la colonia Guadalajara Izquierda, una de las más azotadas por la violencia.


En la experiencia artística los familiares de los asesinados comparten espontáneamente sus sentimientos al reconocer los objetos de sus muertos convirtiéndose también en parte de la obra. Como Nancy Díaz, de 25 años, viuda de Gonzalo Rivera y mamá de cinco pequeños.

"Me dejó sola con cinco hijos. Cuando él murió yo estaba embarazada de siete meses. Fue el 22 de diciembre del 2009. Estaba en una funeraria velando a otra persona, acababan de matar a un vecino, entonces acudimos a la funeraria (Latina, en la colonia Emiliano Zapata) a ver a ese otro muchacho y de repente pasó un vehículo y empezó a disparar. En ese momento él estaba afuera. Mi bebé nació en febrero. Me pesó mucho su muerte. El y yo éramos como una sola persona", recuerda.

Ahora observa una bota de las que él se hacía a medida, unas semillas de calabaza que le encantaban y una playera con su foto.

"Siento alegría, de alguna manera lo siento vivo con su memoria, que está vivo su recuerdo... no quedó en un lugar ahí guardado".

Cuando sus hijos de 10, 8, 7, 5 y 2 años vieron la exposición sintieron a su papá, un vendedor en un puesto en una escuela, como un "héroe, como si fuera alguien importante". Por primera vez pudieron ver sus pertenencias sin sentir querer huir: por el dolor.

1 comentario:

  1. Qué manera tan sensible de hablar sobre la exposición. Muchas felicidades Olga por regalarnos éstas imágenes con una reflexión profunda. Gracias Judith por conducirnos con esas reflexiones durante la exposición.

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