miércoles, 9 de noviembre de 2011

Tortura para fabricar culpables y resolver rapidito una masacre















El día que iba a conocer a Israel Arzate Meléndez sólo conseguí escuchar su voz. Sería horas después de su cita para presentarse ante el juez como presunto culpable del homicidio de 15 personas en una fiesta estudiantil de Villas de Salvárcar. Nunca llegó a la audiencia de vinculación a proceso: un 10 de febrero del 2010.

Su abogada de oficio, Rosa Bailón, anunció que él decidió no presentarse. Pero su madre y su esposa no podían creer que fuera cierto. Arzate les había dicho que ahí estaría. La defensa de la licenciada fue rápida: no puso ninguna objeción a la declaración del Ministerio Público. Y no quiso presentar como testigo a un parquero del estacionamiento del que desapareció Arzate que rompía con toda la hipótesis oficial de cómo fue la detención del presunto sicario.

Pasaron las horas. Llegó el terror. Sabían que todo podía pasar. Arzate les había asegurado que se declaró culpable de la masacre cuando los soldados le amenazaron con violar y matar a su esposa.

Al salir de la audiencia, su esposa recibió una llamada de un compañero de Arzate en la cárcel del Cereso Estatal. Le llamaba para avisarle que a éste se lo habían llevado desde la noche anterior y que no había regresado a la prisión.

Ella llorando le suplicó varias veces a la abogada que llamara a la prisión, que su deber era saber qué estaba pasando. Ella se mostraba reticente a averiguar lo que estaba pasando. Al final, lo hizo y Arzate no estaba. Horas más tarde, apareció. Y le dejaron llamar.

En ese momento me encontraba en la casa de los suegros de Arzate en la que vivía el ahora presunto sicario en un cuarto con su esposa y el hijo de ésta. Quería ver cuál era su mundo: una casita humilde, en una colonia humilde, un cuarto ordenado, pequeño. Todo muy limpio.

De pronto, escuchamos por radio la voz de un hombre asustado, Israel Arzate, que llamaba a su esposa para contarle que estaba vivo, que no había podido asistir a su presentación ante el juez porque lo sacaron en la noche de la prisión y los soldados le habían estado torturando. Al parecer, querían saber cuál era su dirección para plantarle armas, y recordarle que no se podía retractar de su declaración en vídeo en la que se había declarado culpable bajo torturas.

Arzate no sabía que yo estaba con su familia. Y al acabar la conversación les pedí poder hablar unos minutos con él, por el radio de su esposa. Mientras tanto, sus suegros y el niño hacían rapidamente las maletas: tenían miedo a que los soldados llegaran y los mataran en su posible intento de sembrar pruebas falsas.
Acompañé a su esposa hasta el Puente Santa Fe donde sus padres e hijo cruzaron a Estados Unidos buscando refugio y seguidamente ví cómo intentaba presentar una denuncia en la oficina municipal de atención de quejas y denuncias del Operativo Conjunto Chihuahua. Pero nadie estaba disponible y los fusiles de los soldados a los que piensa denunciar le ahuyentan a hacerlo, mejor irse.

Esto ocurrió hace casi dos años. Pero regreso a este momento porque el caso concreto de Israel Arzate Meléndez ha dado hoy vuelta al país, al mundo, aunque en Juárez ha pasado practicamente desapercibido. Su caso es uno de los más terroríficos que recoge la organización Human Rights Watch en un informe de 229 páginas llamado Ni seguridad, ni derechos: ejecuciones, desapariciones y tortura en la "guerra contra el narcotráfico" de México.

En el reporte centrado en los estados de Chihuahua, Nuevo León, Guerrero, Baja California y Tabasco, se concluye que "en vez de reducir la violencia, la guerra contra el narcotráfico de México ha provocado un incremento dramático de la cantidad de asesinatos, torturas y otros terribles abusos por parte de las fuerzas de seguridad, que sólo contribuyen a agravar el clima de descontrol y temor que predomina en muchas partes del país", subraya José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch.

En él, se alerta que las torturas, desapariciones y ejecuciones amenazan la seguridad pública.
Arzate todavía no sabe lo que está pasando. Ahora no puede llamar por teléfono. Se encuentra arraigado en la academia vieja de la policía, a un lado de la Ciudad Judicial de Juárez tras un año de cárcel preventiva en el Cereso Estatal -porque salió positivo en el protocolo de Estambul de tortura- y tres meses de arraigo que se han convertido en nueve.

El mundo en el exterior lo siente cuando los domingos va su mamá a visitarlo.

"Yo le digo a mi hijo que lea mucho la Biblia cuando se sienta desesperado. Ni la licenciada Bailón ni el licenciado José Luis Erives (los abogados de oficio) lo han visitado, dicen que no tienen tiempo. Gracias a Dios que ya encontramos a quién (Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, en la Ciudad de México)", dice Guadalupe Meléndez, de 52 años, madre de cinco hijos y desempleada de una fábrica maquiladora.

"La defensoría es del gobierno, para qué los tienen ahí, para que les están pagando para estar fregando a la gente inocente", subraya la mamá de Arzate, que desde que su hijo fue detenido como presunto sicario comenzó una cruzada uniéndose a pedir justicia con Luz María Dávila, la madre de dos adolescentes asesinados en la masacre de Salvárcar.

Ahora, Guadalupe Meléndez tiene sus esperanzas puestas en el próximo miércoles 16 de noviembre que se celebrará una audiencia del recurso de revisión de los amparos de su hijo Israel Arzate, de ahora 26 años de edad. Y en sus oraciones: "Nunca me ha importado la política y ahora que los conozco pues menos. Yo no sabía hasta que grado nos tienen oprimidos. Que Dios nos cuide"

***Para recordar:


* En la foto que tomé para vosotros podéis ver a Guadalupe Menéndez, la mamá de Israel Arzate, en el puesto donde éste vendía discos en la puerta de la estética de sus suegros.

3 comentarios:

  1. Y como fue la audiencia?

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  2. Virginia, te contesto a tu pregunta: la audiencia programada para hoy miércoles se suspendió. Todavía no se sabe una nueva fecha para revisar el recurso de amparo de Arzate, presunto culpable de la masacre de Salvárcar.

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