viernes, 8 de marzo de 2013

Huyó de la violencia de Juárez y su hija Gabriela Espinoza se quedó: desapareció.





No fue como Juana lo había pensado. Dos meses después de huir de Ciudad Juárez con todos sus hijos menos con su hija Gabriela Espinoza -que no quería vivir en un rancho-, ésta desapareció. Se sintió culpable: de no haberla convencido, de haberse ido, de todo. Culpable de haber emigrado a Juárez a trabajar en una fábrica maquiladora cuando tenía 17 años. De haber dejado San Pedro, la ciudad en el estado de Coahuila que fue cuna de la Revolución Mexicana. Culpable de haber pensado que nunca las desapariciones de mujeres en la ciudad le llegarían.

El 8 de marzo cambió de significado en el año 2011. Se convirtió en lugar de la celebración del Día Internacional de la Mujer en "algo muy doloroso, ese día se robaron a mi hija, porque si era un día especial supuestamente para la mujer, dónde está mi niña", afirma Juana Ibarra, de 42 años y mamá de cinco hijos.


Gabriela tenía 19 años cuando desapareció. Mamá soltera de Luis Leonardo,  de 2 años y Karen Gabriela, de 3.  No vivía con el padre de sus niños porque la golpeaba, según denuncias y testigos. Unos tíos la recibieron en su hogar de la colonia Pino Suárez. El 7 de marzo fue a buscar trabajo en la zona centro de la ciudad y lo consiguió en la tienda Vesticentro. Al día siguiente, salió a comer a las 2 de la tarde y ya no se supo de ella.

"Lo más duro es vivir con esa angustia, que no sé nada de ella, no sé si ella come, si me la maltratan, es algo pesado. Es algo terrible para uno, que no se lo deseo a nadie. Las autoridades le dicen que no hay nada, que no tienen una respuesta. No buscan ni hacen nada, no las buscan vivas. Para ellos, es buscar restos, cuerpos. Lo que queremos es que nos las busquen vivas, para qué muertas".




El mismo día que supo que su hija desapareció, Juana y sus cuatro hijos varones regresaron a vivir a Juárez para buscarla. Encontró un trabajo en una fábrica maquiladora, donde ensambla teléfonos celulares de 6 de la tarde a 6 de la mañana. Comenzó a ocuparse de sus dos nietos que su hija desaparecida había dejado. Le preguntaban cuándo la va a encontrar. Ahora poco sabe de ellos.

Hace un año que Juana no tiene a sus nietos viviendo con ella, los pequeños que siempre mantuvo y apoyó cuando su hija vivía con ella. Un juez otorgó la custodia al padre de los niños que consiguió convencer a las autoridades, a pesar de que nunca se ocupó de ellos y de las denuncias por violencia doméstica. A Juana, el que fuera el esposo de su hija desaparecida (que es policía de tránsito) y la abuela paterna no le permiten casi verlos.

Juana sonríe, a pesar del dolor. Y del carro extraño que la vigila fuera de su casa, donde se encierra intentando proteger a sus hijos, arriesgándose a salir a la calle para buscar a su hija y para ir al trabajo.

"He valorado mucho mi vida, no me recaigo, me levanto, y espero que Dios me dé fuerzas para seguir cuidando a mis hijos y recuperar a sus dos hijos que ella dejó".

1 comentario:

  1. Resido en la Ciudad de México y Juárez se ve lejos y se permea en la indiferencia de miles de ciudadanos que vamos en el tráfico.

    La "Justicia" se ha vuelto una señora desconocida para miles de mexicanos, tuve la oportunidad de ver como cada una de estas historias que aqui se leen (que desgraciadamente no han llegado a conmover lo suficiente a sociedad y autoridades), quedan en cruces, formadas por dos tablones uno que se llama A.P y otro que se llama Anexo y que la vida de un ser humano se ransforma no en fojas sino en kilos de papel.

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