sábado, 4 de mayo de 2013

Cómo la familia de una víctima de feminicidio tuvo que huir de Ciudad Juárez a Veracruz


Yadira y Moisés, a la derecha, con sus cuatro hijos, la esposa del mayor y su nieto en la estación de autobuses
de Ciudad Juárez rumbo hacia el Estado de Veracruz.

Señales de la inminente huida: pequeños montones de ropa. Un trozo de papel. Televisión y vídeo en venta, en lo que le den. Nervios. Llegó el día: tras las amenazas de muerte, los hombres rondando afuera de su hogar y la desaparición de su hija María Guadalupe de la Cruz Francisco, de 17 años, encontrada cadáver en un terreno baldío detrás de una de las 325 fábricas maquiladoras que comenzaron a surgir en Ciudad Juárez desde mediados de los años 60.

La noche anterior: ven las prendas de su hija, las que estrenó el día que desapareció y con las que la encontraron convertida en cadáver en descomposición. Cinco minutos en la Fiscalía, al mes de enterrar a su Lupita, y tras varias negativas de las autoridades.

"Quería estar segura de verlas antes de que me fuera. Faltaba no más el brazier. Ahora estoy más tranquila porque ya sé que era ella, pues no la vi en la caja", dice Yadira, mamá de la adolescente asesinada.

Calcetín blanco con rayitas. Blusa rosa. Pantalón de mezclilla. Botines.

"Cuando yo llegué, estaban tendidas en una mesa. Se las compré en Vesticentro, no le gustaba la ropa de segunda. Yo le compré un viernes y el lunes (4 de febrero 2013) se lo puso, le llevé a vacunar en la mañana de la influenza y el tétanos, yo siempre estoy pendiente de eso. Salió a la tienda Del Río (a recargar el celular) y desapareció".



Hay que empacar la ropa: no tienen maletas. Sólo faltan unas horas para dejar Ciudad Juárez. Y la valija pequeña que les proporcionó el viernes la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas de Delito por Razones de Género es minúscula para una familia de ocho miembros. Piden cajas en un supermercado cercano a su casa pero para llevárselas tienen que pagar. Pero no tienen dinero ni para comer. Moisés, el papá de María Guadalupe, llama a Fiscalía para hablar con un agente del ministerio público. Recuerda la conversación:

"Lo primero, yo ya me había disgustado. Ellos nos habían prometido que nos iban a ayudar con maletas para transportar nuestras ropas pero al final que nos mandan avisar que no había presupuesto y que hiciéramos lo que pudiéramos. Yo les mencioné que se comprometieron y se supone que cuando alguien lo promete, lo cumple. "Usted señor es un mal agradecido, debería estar agradecido a nosotros porque gracias a nosotros le hemos conseguido casa (por tres meses)" y usted cree que me estoy yendo por gusto. Yo me estoy yendo por seguridad de mis hijos. El agente me dijo que ellos habían hecho todo lo posible, y que yo era la única persona que estaba siendo rebelde, haciendo su teatrito. Le recordé que si fuera verdad lo que ellos decían, entonces mi hija no hubiera desaparecido, no hubiera sido asesinada, si hicieran su trabajo, la hubieran rescatado. El agente me dijo: bueno, señor vamos a hacer todo lo posible para conseguir las maletas".

Llegan a la estación de autobuses. Una pareja joven de psicólogos de la Fiscalía los acompañan. Les ayudan a bajar las dos bolsas de plástico a cuadros que las autoridades les consiguieron para que guardaran sus pertenencias. El resto va en algunas bolsas, abiertas, que su comunidad de la iglesia cristiana les ha obsequiado y en diversas bolsas de supermercado. No han podido convencerles de que les llevaran antes al cementerio, a despedirse de su hija.

Desde que los conocí, nunca los había visto tan afligidos:

"Yo no me quiero ir, yo quiero que realmente hagan justicia, no vayan a esperar a que nos alejen de aquí para luego cerrar el caso, pues no, la lucha sigue. Por qué me tuvieron que entregar a mi hija muerta...", comenta Moisés, un guardia de seguridad desempleado de 41 años.

"Me siento un poco triste, porque se quedan los restos de mi hija", añade Yadira, de 39 años.

Despedida sin abrazos de sus seres queridos en la estación de una ciudad con pésimo y casi inexistente transporte público. Les esperan tres días de viaje, tres conexiones de regreso a su Veracruz, la tierra de la que emigraron hace dieciséis años en busca de trabajo en una fábrica maquiladora, con dos niños. María Guadalupe de la Cruz se quedó en el panteón de San Rafael. El mayor de sus hijos regresa con su esposa y su niño de 3 años, la misma edad que él tenía cuando llegó a Juárez.
Los pequeños de la familia De la Cruz, de 14, 10 y 2 años pisarán por primera vez la tierra de sus padres. Dejan atrás la ciudad que fabrica la riqueza del primer mundo a salarios del tercero, por un poblado en el estado sureño de Veracruz marcado por la emigración al norte del país y a Estados Unidos. En un México inmensamente rico: para unos pocos.



*** Actualización: la familia de María Guadalupe de la Cruz Francisco  llegó el lunes 6 de mayo al Estado de Veracruz, a las dos casitas que la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas de Delito por Razones de Género les rentó por tres meses. 
Yadira, la mamá de la adolescente asesinada, me comenta que por no tener, no tienen ni regadera para poder ducharse, tampoco hay estufa para cocinar, ni trastes, mi mesas, ni sillas y se pregunta por qué las autoridades no les dejaron venirse con todos sus pocos enseres que tuvieron que vender horas antes de tomar el bus. 
Las viviendas están localizadas en el monte, no hay transporte público y para llegar a la zona centro deben de tomar taxis. Se sienten aislados, buscando una iglesia cristiana para que les orienten en su nueva vida. Les urge poder encontrar una escuela para sus hijos. Y chamba.

http://juarezenlasombra.blogspot.mx/2013/04/dos-semanas-con-su-hija-enterrada.html

http://juarezenlasombra.blogspot.mx/2013/04/tres-dias-en-bus-para-encontrarse-con.html

1 comentario:

  1. ¡¡Animo!!´,¡¡¡Ánimo!!! porque esto que cuentas Judith no tiene nombre. Estamos contigo y con las madre de Ciudad Juarez.

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