martes, 25 de diciembre de 2012

En Juárez unos viven la Navidad, otros intentan olvidarla y en el hogar de Nancy Navarro sonríen en la agonía de la espera



Es de color rosa: este año pensaban no celebrarla. Que fuera como el año pasado, sin arbolito ni Santa para tres de sus cuatro hijos y nieta. Al entrar en la casita de Lucy, la mamá de Nancy Navarro, hay un pino (rosa) de Navidad.

"Es la luz que yo estoy esperando, una luz de esperanza de volver a ver a mi hija algún día. Lo compré rosa porque a mi Nancita le encanta el rosa y cada luz que prenda es una luz de esperanza".

En Ciudad Juárez unos viven la Navidad, otros intentan olvidarla. Para que no duela aún más la ausencia de unos 11 mil 300 asesinados en cinco años, en la llamada guerra contra el narco del ahora ex presidente Calderón, los desaparecidos.
En el hogar de Nancy Navarro, desaparecida a los 18 años el 13 de julio de 2011, han decidido sonreír en el dolor. Por los más pequeños de la familia: "que miraban los pinitos" en la tele y pedían uno.

"Con el dolor de mi hija, tengo que sonreír ante mi familia y mis hijos, y todos. Y es bien duro estar en familia y que ella no esté, no saber si habrá comido, dónde estará, y tener que sonreír".



Se levantó pronto para preparar tamales en la casa de su suegro. De carne deshebrada en chile colorado y de chile verde con rajas. Amasó la masa de maíz con sus manos doloridas y con calambres por estar empacando algunas noches pozole helado y sellarlo en una fábrica que distribuye bolsitas en los supermercados de la ciudad. Cuando terminó, dejó cocer al vapor los tamales en una hoguera
improvisada en la arena del desierto que separa su hogar de la vivienda del padre de su esposo. Y fue a cobrar su jornada en la calle Mina, donde está la tienda Modatelas, a la que su hija Nancy Navarro fue a buscar trabajo el día que desapareció.

"Cada vez que paso por ahí, por más que me fijo a ver qué oigo... Siempre anda uno con la esperanza de ver, de oír algo. El centro ya no es andar feliz comprando las cosas, es ver a qué mira uno, a ver qué escucha".

Esta vez tampoco vio a su hija. Ninguna pista de su paradero.

Llegó la hora de la cena de Nochebuena. Arrullan al niño Dios y le cantan, pidiéndole posada. Antes de comenzar a comer tamalitos dan gracias por estar reunidos. Y cuando es hora de darse el abrazo porque llegó la Navidad, a las doce de la noche, comienzan los deseos. A esa hora, Santa ha llegado al árbol de Navidad: una tía soltera de los niños -que trabaja como operaria en una fábrica maquiladora- ha podido comprar cuatro regalos para los tres hijos de Lucy, de 15, 7 y 6 años de edad y Brianita, la hija de Nancy Navarro, de 2 años y seis meses.

Los pequeños están ilusionados y comienzan a jugar con los juguetes. Carlitos, de 6 años, es el único que muestra su descontento. Es hora de dormir y Santa no le trajo el regalo que le pidió.

"Volver a ver a Nancy".

**** Lucy dejó de sonreír al ir a dormir. En la soledad es libre para sentir.
"Cada noche le pido a Dios que me la cuide donde quiera que esté y que me de fuerza para seguir adelante, y que yo confío en él para que me la traiga viva. Estoy triste por mi hija, pero también le doy gracias a Dios porque todavía estoy de pie y tengo que sonreír con mi dolor en el fondo de mi corazón porque no quiero que mi familia me mire triste, porque cuando ellos me miran triste, a ellos le duele"





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