Los cadáveres que nadie quiere huelen más fuerte. También, pesan más. Ramón Andiano Vargas, enterrador de 66 años, del Panteón Municipal San Rafael, en Ciudad Juárez intenta huir de ellos. Y de ellas: las fosas comunes donde esta ciudad mexicana -que se resiste a morir- se derrumba con sus muertos cotidianos, algunos desconocidos. Le dan tristeza. Y miedo.
Ramón Andiano teme a enfermarse con tanto olor a muerto en espera de ser identificado. Congelado. Descongelado y finalmente, inhumado con la única compañía de otros cadáveres desconocidos. Los entierra con dos únicas protecciones: un sombrero blanco contra el infernal sol y un buzo blanco, que acabó enterrado, al término de su chamba, junto a uno de los muertos.
El jueves, 5 de noviembre, le tocó enterrar a 16 de ellos: 14 muertos por la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón y dos, por muerte natural. Todos hombres. Fallecidos entre agosto y septiembre.
Lo hizo con sus manos al descubierto, junto a otros tres compañeros , y bajo la supervisión del hombre de la camiseta negra y una palabra en blanco: CADAVER. Es el señor Ramos, un perito de la Procuraduría de General del Estado.
Lo hizo por 1,400 pesos (unos 120 dólares) a la quincena. Por sus 9 hijos.
Los muertitos de las fosas comunes huelen. A nada chido. Como el futuro de la ciudad de los muertos en la que cada día nacen los nuevos sicarios del futuro. Y los nuevos muertitos. Hoy ya llevamos.....
*** 139 personas no identificadas o cuyos familiares prefieren dejar sus cuerpos en el Servicio Médico Forense han sido enterrados por las autoridades en la fosa común de Ciudad Juárez en los últimos 19 meses, según datos de la Subprocuraduría de Justicia en la Zona Norte.
Gracias por el blog, las notas, y tu corazon grande. Estoy de vuelta en Brownsville; nos casamos el 21 de este. tengo un trabajo interesante y todo bien.
ResponderEliminar